Elvira Maycotte
Escritora
De antemano sé que habrá quien tenga una opinión distinta a la mía, pero aun así me arriesgaré a ponerla a su consideración. Hoy el tema del espacio público ha resonado en mi cabeza tanto que no podré apaciguarla sino hasta que saque de ella esta idea.
De la manera más sencilla que podemos entender, el espacio público es aquel que está disponible para todos, sin importar edad, género, condición social o económica. Cualquier persona puede hacer uso de él y, de hecho, lo puede hacer sin restricción de horario. En pocas palabras: pertenece a todos.
Hace no muchos años se inauguró la Plaza de la Mexicanidad teniendo como figura estelar la monumental “X”. Con ello, pasamos a formar parte del “selecto” grupo de ciudades que tienen una escultura urbana de “marca”, firmada por el famoso arquitecto y artista Sebastián. No pongo a discusión si la escultura es bella o no, en cuestiones de arte cada quien tiene su opinión, tampoco defiendo el hecho de que tener una escultura de Sebastián nos haga una mejor ciudad; simplemente se nos vendió la escultura de gran tamaño que hoy día es un hito importante en la memoria de los juarenses y de quienes nos visitan, por su tamaño, su color, y por su ubicación estratégica, pues no podemos negar que destaca dentro del paisaje que se observa desde El Paso. En este tema hay quienes mantienen una posición crítica por considerar superflua la inversión que se hizo en ella que, por cierto, no fue poca, pues se estimó en más de 50 millones de pesos para 2013. Dejemos aparte el detalle de que ya luce un poco descolorida y es necesario darle una manita de gato que no quiero saber cuánto va a costar a los juarenses.
En fin, este es sólo el preámbulo de lo que deseo compartir hoy. Aún recuerdo cuando precisamente, en el 2013, se inauguró la Plaza de la Mexicanidad: ese espacio abierto y de diseño atractivo que invitaba a todos a disfrutarlo. Yo acudía a él y al igual que muchos, esperaba con ansias que los árboles recién sembrados crecieran para abrigarnos con su sombra. El entorno de la plaza era agradable y por su misma condición física –estar hundida– me aislaba del ajetreo de las avenidas que la delimitan. En las redes sociales no eran pocas las fotografías de familias haciendo uso de sus áreas verdes y otras tantas en las que la gran “X” era tan protagonista como las personas que aparecían en primer plano. Se hacían conciertos a los que todos los juarenses estábamos invitados con la única condición de llevar nuestra propia silla, o tener la resignación de sentarnos en la explanada. Ahí, con la debida distancia que el ejemplo merece, los juarenses podíamos disfrutar de un espectáculo o hasta de una puesta de sol, de esas que la naturaleza nos regala, a la manera como lo hacen los parisinos en el Campo Marte a los pies de la Torre Eiffel.
Pero un día las cosas cambiaron. De pronto aparecieron señales de que algo iba a suceder: secciones de rejas color rojo –por cierto, con un diseño que deja mucho qué desear– se colocaban alrededor de la plaza a manera de límite. Un plan macabro estaba detrás de esta acción dispuesta por el Gobierno municipal en turno que habría de despojar a los juarenses del único espacio público que se había construido en los últimos años. A partir de entonces, nuestros gobernantes se apropiaron de la Plaza de la Mexicanidad a su antojo para concesionarla –entiéndase ofrecerla para su usufructo– a particulares, poniendo los intereses de éstos por encima de los ciudadanos juarenses.
En estos días se celebra la Feria Juárez 2018 a los pies de la gran “X” y, aunque usted piense que es un evento público, piénselo bien, no lo es tanto: ¿puede usted entrar de forma gratuita los mejores días a la Feria? ¿Los fines de semana, por ejemplo? ¿Puede subirse a los juegos “premier”? No, ya no podemos ir ni usted ni yo a la Plaza de la Mexicanidad cuando se nos plazca. Como otros tantos lugares nos lo han expropiado dejando como espacios públicos sólo aquellos residuales.
Tengo la seguridad de que muchas familias acuden a la Feria y se divierten y de ninguna forma estoy en contra de ello, pero igual lo harían en otro predio que hasta pudiera estar mejor ubicado; recordemos que, si de accesibilidad para la mayor parte de los juarenses se tratara, el centro geográfico de Juárez está muy lejos de la Plaza de la Mexicanidad. Para celebrar la feria no se requiere de un espacio de las cualidades que ésta tenía. Me abruma la tristeza cuando veo sus jardines destrozados y las banquetas dañadas. ¿Por qué? Me pregunto, ¿por qué se permite dañar de esta manera un espacio que nos pertenece a todos? Nos despojaron sin preguntarnos. Invito a los juarenses a ponernos listos ante quienes se supone velan por nuestros intereses, pues no vaya a suceder que un día de estos amanezcamos con que otra porción de El Chamizal dejó de pertenecernos.