Opinion

Un mundo de caramelo

Vianey Esquinca
Analista

2018-06-18

Ciudad de México.- Un país sin corrupción, con un salario mínimo de 350 pesos diarios, sin aumento de impuestos, con hospitales 100 por ciento equipados y abiertos las 24 horas del día durante todo el año, con hombres y mujeres ganando lo mismo por igual trabajo… no, no es Noruega o Suecia, es el país que los candidatos presidenciales ofrecieron en el tercero y último debate que se llevó a cabo el pasado martes.
Como todos los sexenios, los candidatos se ponen creativos para prometer cosas que caen en el terreno de la fantasía, que son increíbles o imposibles, pero que apelan a ese espíritu soñador que todos los ciudadanos tienen y que cada seis años despierta con más o menos ímpetu.
Así como Carlos Salinas prometió que México sería una potencia económica; Vicente Fox, que el país crecería 7 por ciento anual o que resolvería el conflicto chiapaneco en 15 minutos; Felipe Calderón, que sería el presidente del empleo, o que Enrique Peña Nieto le devolvería la paz al país; hoy, cuatro candidatos sacan de la chistera aquello que la gente quiere escuchar.
Si se hicieran realidad las promesas que los candidatos presidenciales hicieron en materia de economía, crecimiento, salud, educación y medio ambiente, el 2 de diciembre de 2018 México amanecería con “IMSS, Seguro Popular o ISSSTE 100 por ciento equipados; con clínicas abiertas 24 horas del día todos los días del año y sin desabasto de medicamento”, como lo dijo José Antonio Meade. Con “expediente clínico electrónico que le permita a las personas ir de manera indistinta a cualquier hospital”, cortesía de Ricardo Anaya. “Un sistema de salud dirigido por expertos y no por políticos”, de acuerdo con Jaime Rodríguez Calderón y, eso sí, sin corrupción, de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador.
Habría un país donde todos los niños hablarían inglés y los padres de familia contarían con 100 mil escuelas de tiempo completo. Una nación a la que regresarían los 1.2 millones de mexicanos altamente capacitados que están viviendo fuera de México.
Sería una República en la que no se aumentarían los impuestos ni la deuda y no habría gasolinazos; en el que se destinarían más recursos a la ciencia y a la tecnología; con un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables en el sur-suroeste del país. Sería un lugar donde el salario mínimo iría a los 350 pesos diarios, donde todos los habitantes tuvieran una tablet o un smartphone e internet gratuito en hospitales, escuelas, oficinas públicas, plazas y jardines públicos de México.
Un lugar, seguramente, envidiado por todas las naciones del mundo, en donde haya menos vehículos y más transporte público con energía eléctrica, y encima de todo, sólo se trabajen cuatro días a la semana. Donde no existiera nadititita de corrupción, lo que metería inmediatamente a las arcas públicas 600 y 800 mil millones de pesos que serían destinados exclusivamente a programas de desarrollo.
México sería ejemplo porque los hombres y las mujeres ganarían exactamente lo mismo por hacer el mismo trabajo.
Lo único que les faltó a los candidatos, aunque estuvieron cerca de hacerlo, es garantizar que la Selección Mexicana ganaría el próximo mundial de futbol.
¿Qué cómo lo van a lograr? Eso no es relevante cuando se trata de prometer, que no dijeron cómo, y ¿eso qué importa si se trata de soñar despiertos?
Después de 6 años, otra vez los mexicanos estarán frente a las urnas el próximo 1º de julio. Otra vez entregando la confianza a alguno de los candidatos, otra vez pensando que ahora sí será la buena, que en esta ocasión sí nos van a cumplir y no habrá desilusión.

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