Opinion

De ciudadanos y salmones

Alma A. Rodríguez
Académica

2018-06-18

El salmón es una especie de pez muy peculiar, nace en agua dulce, pero migra al océano donde pasa la mayor parte de su juventud. En su etapa de madurez, como parte de su ciclo de vida regresa al río donde nació para aparearse y desovar en un ambiente propicio para ello: el fondo rocoso de un río de agua dulce. Este viaje cuesta arriba desde el océano hasta la parte alta del río, se lleva a cabo mediante un nado contracorriente que le implica gran esfuerzo y dificultad para poder llevar a cabo su misión, la cual es perpetuar la especie y dar paso a nuevas generaciones de salmones.
El ser humano, en algunas de las etapas de la vida, también debe nadar contracorriente y realizar grandes esfuerzos: para lograr metas, para cumplir deberes y para ser mejor persona. Uno de ellos, es el de la paternidad y la maternidad. El cuidar de una nueva generación de seres humanos, de asegurarle el sustento, de educar y formarla, es una tarea de gran importancia para la sociedad, y es importante que le sea reconocida a quien se esfuerza para llevarla a cabo cabalmente.
Lo mismo sucede en otros ámbitos de la vida social, en donde existen personas que, con esa actitud de esfuerzo como la del salmón, ponen por encima de su beneficio personal, la misión que tienen encomendada. Por ejemplo, al ejercer día con día su vocación a la docencia, al realizar con ética el trabajo médico en un hospital, al ejercer la labor periodística buscando siempre la verdad, al colaborar en una empresa o en el cumplimiento honrado del servicio público. Para todo ello, constantemente se debe “nadar contracorriente” en una sociedad que te empuja a buscar el beneficio personal, a optar siempre el mínimo esfuerzo o a tomar el camino fácil y, por el contrario, huir al sacrificio y a todo aquello que implica esfuerzo.
Esta “corriente” que va río abajo y que en muchas ocasiones aplaude al “que transa”, al que consigue las cosas gratis, sin esfuerzo, al que sabe aprovechar su posición, poder o influencia para obtener beneficios, puede parecer avasalladora. Pareciera que no es posible nadar en contra de ella, que no hay otro camino. Sin embargo, retomando la analogía del salmón, desistir de ir contracorriente sería el camino a la extinción.
Como sociedad, hemos experimentado síntomas de ello, al elegir el camino de la mordida, de la corrupción, de pasarse el alto, del plagio académico, de tirar basura en la calle, de la compra de votos, de robarse la señal, de la ignorancia voluntaria, del descarte y la eliminación del más débil, de la impuntualidad, de la mediocridad y conformismo, de aplicar la ley del más fuerte, del pragmatismo.
En momento álgidos política y socialmente, la corriente del río se vuelve más caudalosa. Sin embargo, decía Viktor Frankl que el hombre es el único capaz de autodeterminarse, de decidir lo que va a ser, ya sea un pez como todos los que se dejan llevar por la corriente sin importar hacia dónde le lleve, o como el salmón. Decidir cómo vamos a nadar es una tarea de todos los días. 

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