Pascal Beltrán del Río
Analista
Ciudad de México.- El lunes, en la Primera Emisión de Imagen Radio, el director general de Gobierno de la Secretaría de Gobierno capitalina, Héctor Maldonado, me dijo que el Zócalo capitalino no estará disponible para los cierres de campaña de los candidatos presidenciales.
De hecho, será la primera vez desde 1982 que la Plaza de la Constitución no sea escenario de cuando menos uno de esos cierres.
Aquel año el candidato Miguel de la Madrid llegó al Zócalo, luego de un recorrido de 14 kilómetros desde su casa, en Coyoacán. Ese domingo 27 de junio, el PRI movilizó a decenas de miles de sus militantes a lo largo de la ruta, así como en la plaza, para vitorear al aspirante presidencial.
Esa vez, el gobierno retiró su reticencia de que la oposición se congregara en el Zócalo, vigente desde el Movimiento de 1968, y permitió que el candidato del Partido Socialista Unificado de México, Arnoldo Martínez Verdugo, realizara su cierre de campaña en la explanada, ante unos 60 mil simpatizantes. Dicho acto pasaría a ser recordado como “Zócalo rojo”.
Seis años después, la Plaza de la Constitución sería el sitio de cierre de campaña de las tres principales candidaturas a Los Pinos: Carlos Salinas de Gortari, del PRI; Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional, y Manuel Clouthier, del PAN.
Surgió entonces una guerra de declaraciones para definir cuántas personas había logrado meter en el Zócalo cada aspirante. Se llegó a hablar, en algunos casos, de centenares de miles, cuando la verdad es que la superficie de la plaza, incluido el circuito que la rodea, no rebasa los 47 mil metros cuadrados.
En las elecciones de 2000, que marcaron el fin de la etapa autoritaria del país, nuevamente los tres candidatos con mayor apoyo cerraron su respectiva campaña en el corazón de la Ciudad de México.
En esa ocasión, el panista Vicente Fox aprovechó su discurso para llamar a Cuauhtémoc Cárdenas, quien contendía por tercera vez, a declinar a su favor para derrotar al priista Francisco Labastida, cosa que el michoacano no hizo y que al final no fue necesaria para echar al PRI de la Presidencia.
En 2006, dos de los principales candidatos decidieron no usar el Zócalo para cerrar su campaña. El panista Felipe Calderón lo hizo en el Estadio Azteca, mientras que Roberto Madrazo, del PRI, optó por el Monumento a la Revolución.
El único aspirante que sí estuvo en la Plaza de la Constitución esa vez fue Andrés Manuel López Obrador, quien, después de la elección, se quedaría durante 47 días en ella, instalando allí un plantón, que se extendería a la avenida Juárez y Paseo de la Reforma, en protesta por los resultados oficiales de los comicios, emulando lo hecho por la Revolución Naranja ucraniana dos años antes.
En 2012, López Obrador volvió al Zócalo capitalino para el cierre de su segunda campaña presidencial, mientras sus contrincantes, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, se fueron a otra parte. Él, al Estadio Azteca, y ella, a la Plaza México.
El pasado fin de semana, López Obrador se quejó ante los medios que el Gobierno de la Ciudad de México había negado a su coalición la autorización de usar la plaza para el cierre de su campaña.
Por eso busqué a la autoridad local, que fijó su postura a través de Héctor Maldonado.
El funcionario me dijo que el Zócalo había sido reservado desde el 11 de octubre pasado para la realización del Zocafut, una serie de actividades lúdicas relacionada con la Copa Mundial de Futbol Rusia 2018. Entre los planes está colocar pantallas gigantes para ver los partidos más esperados.
Maldonado informó, asimismo, que la petición para llevar a cabo el Zocafut fue previa a las solicitudes que llegaron del PRD, Morena y Nueva Alianza para hacer allí sus respectivos cierres de campaña.
Pues bien, de acuerdo con fuentes del Gobierno de la Ciudad de México, la empresa que traerá el Zocafut es Locos por el Arte, la misma que montó el año pasado sobre Paseo de la Reforma la muestra Mexicráneos. Además, es la encargada de la exposición Ball Parade Russia 2018, que consta de 32 balones de futbol gigantes (metro y medio de diámetro) intervenidos por artistas mexicanos, que usted puede observar en Paseo de la Reforma.
Así que por primera vez en 36 años no retumbarán las voces de los candidatos presidenciales ni las porras y los aplausos de sus seguidores en los muros de la vieja plaza.
Quizá fue la casualidad de que los comicios presidenciales coincidieran esta vez, como sucede cada 12 años, con el Mundial de futbol. O quizá fue algo más. El hecho es que esa vieja flexión de músculo político de los partidos, llenar el Zócalo en vísperas de las votaciones, no sucederá esta vez.