Opinion

¿Justicia o doble atropello?

Elvira Maycotte
Escritora

2018-06-05

En los últimos meses he sido testigo de hechos en los cuales el actuar de los servidores públicos no solo deja mucho que desear, sino que me hace sentir más desprotegida que nunca.
Hace unos días un peatón que caminaba por uno de esos predios en donde la banqueta desaparece y no se sabe dónde inicia el arroyo de la calle, fue arrollado por un automovilista que al llegar a un crucero, admitió estar distraído y no hizo el alto correspondiente. Al darse cuenta del percance y ver a la víctima herida le dijo: “¿Cómo nos arreglamos?”, haciendo evidente con esa pregunta que no tenía aseguranza.
La víctima, pensando que el mejor camino es llevar las cosas por la vía que corresponde, optó por llamar a la autoridad. Y así fue: minutos después llegó el flamante agente de Tránsito a dar cuenta del accidente, pero, para sorpresa de quien sufrió el atropello, las cosas no sucedieron como él pensaba. En un primer momento, el agente hizo ver a la víctima la gran suerte que tuvo –¿gran suerte de ser atropellado?– porque el conductor tuvo “buena actitud” al no huir. Además, como si fuera médico, se aventuró a afirmar que sus heridas no eran de importancia y que, por tanto, lo invitaba a firmar que exoneraba al conductor de los cargos procedentes por su delito –porque atropellar a una persona es un delito– para llegar ahí mismo a un acuerdo.
El afectado insistía en que solo quería que las cosas sucedieran como debe ser, es decir, proceder al peritaje y luego hacer la denuncia formal del evento ante las autoridades. Entre una y otra insistencia, el oficial subía a la cabina de su patrulla para conversar con el conductor. ¿Estarían negociando? No lo sé, pero llegó un momento en que el oficial llamó “terco e irracional” a la víctima por no acceder a la conciliación y le insinuó que era mejor hacerlo porque “qué tal si el conductor tenía un conocido influyente y al que le iba a ir mal era a él”. ¡Al que fue atropellado! Lo acusó también de querer “sacar ventaja” de la situación. ¡Habrase visto! ¡El servidor público convirtiendo a la víctima en victimario! Apoyando a quien cometió un delito y que, además, circula irresponsable e impunemente por la ciudad sin un seguro que cubra sus impericias.
Un segundo caso: hace no más de dos meses un trabajador de la construcción pasó por una situación similar: fue atropellado y posteriormente llevado a que le dieran atención médica para atender su clavícula rota y cuello lastimado. Al hospital acudieron las autoridades para dar seguimiento al caso y, al igual que en el caso anterior, montaron su farsa para conciliar las partes. En este caso lograron convencer al herido de que no levantara cargos y “aconsejado” por la autoridad, firmó. A cambio recibió tres mil quinientos pesos como garantía de que cubrirían los gastos posteriores.
Le cuento el final de ambas historias: en la primera, aun cuando todo se hizo por las vías legales, a dos semanas del accidente la víctima no ha recibido noticias sobre la forma como el irresponsable conductor se hará cargo de la atención médica que el herido recibió a causa del atropello. ¿Sirvió de algo que acudiera a las autoridades? No, de nada; hoy, a dos semanas del accidente y después de acudir varias veces al médico con las radiografías que requirió, no tiene idea de cómo se van a cubrir estos gastos de los que, por supuesto, no es responsable. Peor aún, sigue utilizando muletas y quizá le falten una o dos semanas más en esta condición. Parece ser que cuando el oficial de Tránsito a ojo de buen cubero dijo que no le había pasado nada, se equivocó.
Y qué decir del segundo caso. Usted adivinó: no recibió ni un peso adicional. Ha gastado muchas veces más de lo que le dieron “en garantía y buena fe”, lo cual no ha servido para aliviar los problemas económicos que conllevan dos meses sin poder trabajar, gracias a la intervención y consejo de las autoridades.
¿Justicia? Los dos delincuentes están libres y ni se acuerdan de su hazaña. En ambos casos las autoridades fueron pieza clave para que las víctimas fueran doblemente atropelladas; su objetivo fue defender a los delincuentes. Hoy me siento profundamente vulnerable y ciertamente desconfío de las autoridades que ilusamente pensamos son quienes nos defienden. No es falta de capacitación, es falta de ética. Así las cosas… en esta ciudad.

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