Opinion

Onda de calor y política pública

Alma A. Rodríguez
Académica

2018-06-03

Tres hechos acontecidos esta semana en la ciudad: el primero, la violencia entre personas en la línea del cruce internacional, donde por algún incidente, la gente decide bajar de sus vehículos y agredir físicamente a otra persona o a su automóvil.
El segundo: el departamento de Tránsito implementa un operativo para “concientizar al peatón” de cruzar por las esquinas en una de las zonas de la ciudad con manzanas más grandes, es decir, esquinas demasiado alejadas unas de otras, y en un día con una temperatura cercana a los 40º C en una zona sin sombra alguna.
El tercero: una familia decide ir a refugiarse de las altas temperaturas y de la falta de agua en su vivienda, a El Chamizal, el más importante pero descuidado pulmón de la ciudad.
Con estos tres hechos se pretende reflexionar sobre dos temas importantes que tienen que ver con el desarrollo urbano, la movilidad y el espacio público: los efectos psicosociales y ambientales de las políticas públicas en estos temas en nuestra ciudad.
En cuanto a los efectos psicosociales generados por este modelo de ciudad, es posible observar una gran cantidad de detonantes de estrés como: el ruido provocado por el tráfico al que diariamente se está expuesto, los congestionamientos y largos tiempos de traslado, ocasionados no por la falta de vialidades amplias, ni por los semáforos, ni por el peatón o ciclista, ni por el carril que ocupa el ViveBús, sino por el gran parque vehicular que circula actualmente por la ciudad, y que, aunque según los datos registrados asciende a más de medio millón, en la práctica es aun mayor debido al parque fantasma que circula sin registro.
Además de dichos detonantes de estrés, la política de movilidad que se ha implementado en Ciudad Juárez, la cual facilita y propicia el aumento constante del parque vehicular, también ha generado que grandes extensiones en la ciudad, sean cubiertas completamente por asfalto, material conocido por absorber el calor y, por tanto, por ser generador de islas de calor intraurbanas. Esto, aunado al calor despedido por los motores de los vehículos, y a la escasez de arbolado en las calles, se convierte en la combinación ideal para perpetuar condiciones inhabitables en el espacio urbano. Retomando el segundo hecho relatado al inicio, ¿es posible bajo estas condiciones tratar de “educar” al peatón que camina a una temperatura de 40 grados, a que no tome atajos para llegar más rápido a su destino?
Por otra parte, en cuanto a los efectos ambientales de la política pública implementada en nuestra ciudad, es necesario comprender la importancia que tienen los árboles y la masa vegetal para la supervivencia humana, esto en relación al segundo y tercer hechos relatados al inicio. Investigaciones muestran que una superficie de asfalto a la sombra de un árbol, en contraste con una expuesta por completo al sol, puede llegar a ser 30º C menor.  A su vez, un solo árbol, puede llegar a absorber aprox. 20 kg de CO2 al año. ¿Por qué entonces, se siguen construyendo calles sin árboles?, y ¿por qué no es una política pública de alta prioridad la arborización de espacios públicos y calles?
Los temas de desarrollo urbano, movilidad y espacio público son temas transversales que en muchas ocasiones son poco tomados en serio dentro de las plataformas electorales y programas de gobierno, cuando en el día a día, éstas son determinantes en la calidad de vida de las personas, y en el largo plazo, son elementos fundamentales para avanzar hacia una sociedad más justa, democrática y sustentable. Sería importante comenzar a escuchar algunas propuestas concretas al respecto, pues la visión de ciudad que tenga quién pretende gobernar o legislar, será determinante para la calidad de vida de todos los juarenses.

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