Opinion

Aranceles de Trump sacuden suelo azteca... menos a 'El Peje'

LA COLUMNA
de El Diario

2018-06-03

Las ocurrencias de Donald Trump no tienen límite en su juego político y diplomático como negociador barato, estridente e incongruente: lo mismo amenaza un día y meloso acude al siguiente, tropezándose con elogios y maldiciones.
Imperialista clásico, asume decisiones sumamente delicadas como imponer aranceles injustificados al acero y al aluminio, claves en la integración económica de su propia industria y en la de sus socios México, Canadá y la Unión Europea, todo ello para presionar la negociación por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), joya de la corona salinista para el caso azteca.
La cuestión es que dichas medidas, adicional al impacto económico -el peso cayó en promedio 1.83 por ciento, aunque luego se recuperó- tienen un efecto boomerang en la política interna de México, donde se plantea en el fondo un cambio de régimen -ojo, no es un cambio de presidente-, dándole la razón a los nacionalismos exacerbados, el populismo y la economía cerrada.
Los contra aranceles aplicados en la reacción mexicana, sirven de pivote a las campañas, con un Meade apoyador del Peña inusualmente pugilista; un Anaya distante y pusilánime -¿acudir al multilateralismo, esto con qué se come?- y un Andrés Manuel en contra de la guerra comercial y muy conciliador, con firmeza, pero pacificador. Un asunto que dejará votos, sin duda, y que sirve de acicate en la recta final electoral, con un debate a modo de “El Peje”, con atril, sin movilidad y acotamiento a moderadores, con un tema central delicioso: la pobreza.
Todo ello trasladémoslo a Chihuahua en paréntesis obligado, con un gobernador de cuarto tiempo -ni siquiera de medio-, con bancos y minas que han expresado su decisión de cerrar por falta de seguridad en varios puntos de la región serrana.
Tenemos un gobernador veleidoso y frívolo, ligero e incapaz en la administración pública. Pasa su tiempo acudiendo a mítines de entidades ajenas, ocupando las primeras filas del palenque con sus aplaudidores. Planta en reuniones previamente pactadas a empresarios que buscan seguridad. De ahí su penúltimo lugar entre los peores gobernadores del país. No tiene remedio. No busca remedio.
Con el maremágnum de acontecimientos, los pronósticos de Chihuahua son tormentosos: con una violencia inusitada, y lo que pueda ocurrir con la guerra comercial, en un estado netamente exportador, paradójicamente no se alcanza a ver el sol, pese a que nos estamos achicharrando con los termómetros arriba de los 40 grados. Cuestiona a Trump pero en su cómoda posición de siempre, retórica, no acciones.
Aun con toda esa realidad aplastante, inobjetable, no se mide el titular del Ejecutivo al asegurar que es ‘sensible’.

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Es conocido que desde hace semanas se habla de medidas arancelarias de Estados Unidos para presionar la negociación del Tratado de Libre Comercio. Ya lo había hecho con otras naciones, como China. Era lógico esperar que con México ocurriera lo mismo.
Lo impactante es que para el caso México, se trata de un balazo en el pie por parte del gobierno estadunidense. Allá necesitan el acero y lo necesitan barato porque no tienen capacidad de producción. Requieren importar algo así como 34 millones de toneladas anuales.
México les envía tres millones y los Estados Unidos nos venden 3.8 millones. Hay un superávit que hace ilógico el arancel. Solo se explica como una medida de un peleador callejero que saca raja para presionar a su contrincante en otras materias. Es pendenciero, juega rudo a las cartas, aunque ponga en severos aprietos a su industria y presione el mercado interno, porque los perjudicados, en principio, serán ellos. Deberán pagar acero caro, con repercusión en su economía.
Apenas ocurrió el anuncio Enrique Peña corrió presuroso al teléfono y le marcó a Justin Trudeau, para -¿acordar?- intercambiar opiniones contrarias al arancel y tomar la decisión de imponer sobretasas a distintos productos: México va contra embutidos, chuletas y salchichas; Canadá, contra yogur, salsa de soya, whisky y papel higiénico.
La guerra de los embutidos está en marcha, en paralelo a los mecanismos de consulta iniciados, no por México ni Canadá, sino por la Unión Europea ante la Organización Mundial del Comercio.
Todo ello, con la incertidumbre y zozobra en la industria y el comercio mexicano, las inversiones y los negocios centrados en la exportación e importación.
Incertidumbre peligrosa y dañina, adviento de la especulación corrosiva que nos tiró al piso en el no tan lejano 1994.
Con una relación rota entre Peña y Trump, desde la suspendida cumbre de enero y el famoso mensaje nacionalista-electoral de nuestro presidente, la estridencia y el oportunismo electoral, hay un coctel peligroso, muy peligroso, preparándose en los siguientes treinta días de campaña.

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A las reacciones del golpanazo norteamericano y la respuesta del lado mexicano, las opiniones fueron coincidentes: apoyo a las medidas contra arancelarias anunciadas lacónicamente por Peña Nieto.
Allá, en la posición solitaria, López Obrador olfateó caza de votos y le fue a las contras al presidente y a todos los sectores que lo apoyaron: “El Peje” se fue contra la guerra comercial y va por una negociación directa y personal, de presidente a presidente. Que se sienten Peña y Trump a resolver diferendo. Inteligente, AMLO quiere y hace diferencia en el discurso, señalando de paso la debilidad de un presidente en declive, que solo reacciona y no anticipa. Le da su repasada a Peña y por supuesto a Meade, quien se sumó al discurso presidencial sin cortapisas -con México no se juega...no nos vamos a dejar-. Contrario a ello, “El Peje” conciliador, promete “responder con firmeza pero sin guerra comercial”.
Anaya regateó el apoyo al presidente en su decisión arancelaria; y abúlico, abandonó este campo de batalla electoral. De “El Bronco” ni hablar -propone aranceles en la importación de maíz-.
Aquí es política, irresponsable si se quiere, pero política. Andrés Manuel sabe que en el fondo no había de otra que reaccionar de inmediato. No hay nadie que opine en contrario, incluso sus fans en el Senado, PT-Morena, apoyaron la acción presidencial sin condición alguna. Mexicanos al grito de guerra.
Agudo, AMLO trató y se diferenció en el discurso. Sabe que está en campaña, y que su ventaja, con acciones tan simples como esta, se acrecienta en los sectores más conservadores que quieren llevar la fiesta en paz con los Estados Unidos. Él va por votos, no por la congruencia. Él no gobierna, que quien gobierna pague los platos rotos. Aritmética política simple.

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El escenario se complica más en lo local, con un titular del Ejecutivo que ha abandonado sus funciones por andar en la grilla nacional; preocupado porque le reserven primera fila en el Palenque mientras asesinan a los chihuahuenses, mientras se quema el bosque en la sierra, las empresas cierran operaciones por la violencia y la banca funciona bajo temor en Madera.
No conforme con ello, utiliza el poco recurso que tiene en comprar pantallones de cuatro millones de pesos, dilapida el dinero de los chihuahuenses en editar un mamotreto propagandístico y prepara un dispendioso gasto de 28 millones para el Festival Internacional Chihuahua.
Todo este escándalo, mientras en los hospitales la cosa sigue de miedo: en el quirófano hay que iluminar con celulares porque no hay mantenimiento a las equipos eléctricos de emergencia, obvio es un lujo pensar en gasas o medicamentos, queja constante y diaria. Abandono total.
En ese entorno llega esta guerra comercial que necesariamente pegará en la economía de los chihuahuenses, no se diga en las inversiones y las empresas dedicadas a la importación y exportación. Una desgracia más para la que tampoco hay gobernador.

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