Opinion

Hacer ciudades "a mano"

Alma A. Rodríguez/
Académica

2018-05-21

La calle siempre desempeñó un papel muy importante en la historia de las ciudades, era el gran espacio público por excelencia en donde se daban intercambios de todo tipo: social, político, económico. La vida diaria se desarrollaba en gran medida en el espacio público, a diferencia de en el privado. Algunos expertos de finales del siglo XX y principios del XXI, plantean que los encuentros cara a cara son el ingrediente más importante de una ciudad y de su espacio público, pues son ellos los que desencadenan los procesos de identidad y de solidaridad, es decir, parece que la fórmula no ha cambiado.
Sin embargo, entre estos dos momentos, la ciudad histórica y los planteamientos de estos expertos contemporáneos, hay una gran brecha de tiempo, en la cual, el último siglo fue predominado por un paradigma de planificación de las ciudades, el cual, sin quererlo, acabó con la vida social en el espacio público. Se trata de la planificación orientada al automóvil, gran invento del siglo XIX, y positivo en ciertos aspectos, pero que, al voltear a ver más de 100 años de su predominio, permite dar cuenta de que provocó una transformación dramática de las ciudades, de las calles y de la vida social, la cual nunca se previó.
Las calles, se convirtieron prácticamente en carreteras, la proporción de espacio para el flujo vehicular se sobrepuso a cualquier otro. Si observamos una imagen aérea de las ciudades y de sus calles, podemos ver que más del 80 por ciento del espacio público es asfalto, y los espacios de estancia y de esparcimiento son mínimos. Contamos con calles de cinco a ocho carriles para el flujo vehicular que abarcan entre 20 y 40 metros, contrastando con banquetas de 1 a 1.5 metros en el mejor de los casos. Esta ilógica forma de utilización del espacio es una de las lecciones que aprendimos -o estamos aprendiendo- a partir del siglo pasado: podemos y debemos utilizar de mejor forma el espacio en nuestras ciudades.
Esta lección aprendida, se ha visto reflejada en distintas partes del mundo con transformaciones importantes en cómo se utiliza el espacio de las calles. Unas antes que otras, por ejemplo, Ámsterdam, hoy capital del ciclismo urbano no fue siempre así. Ellos también tuvieron que sufrir las consecuencias del modelo auto centrista, hasta la década de los setentas, cuando movimientos ciudadanos exigieron la construcción de ciclovías, además de la reducción de muertes infantiles en siniestros de tráfico, y lo consiguieron. En el continente americano, este proceso ha sido más lento, pero el mismo Estados Unidos, ha tenido avances importantes en algunas ciudades, como en Nueva York.
Esta ciudad americana, hasta hace pocos años, era considerada un caos en términos de movilidad, la imagen cinematográfica de sus calles atestadas de carros y taxis mostraba mucho de su realidad. Sin embargo, en 2007 con la entrada de una nueva comisionada de transporte que entendía lo obsoleto del modelo autocentrista, la ciudad empezó a tener algunos cambios graduales, utilizando una estrategia de transformación de los espacios muertos de asfalto, en pequeñas plazas improvisadas con algo de pintura, algunas plantas y sillas plegables; cerrando partes de algunas calles para convertirlas por cierto tiempo en espacios de estancia y esparcimiento, para probar cómo funcionaría, hasta ir convirtiendo estas intervenciones temporales en algo permanente debido a su éxito. La gran transformación de Nueva York, no acabada aún, tiene que ver con la capacidad de imaginar que las calles pueden usarse de forma distinta. Esta capacidad, es la que ahora permite ver lo impensable hace unos años, ver a Times Square convertido realmente en una plaza.
Estas transformaciones del espacio en la ciudad no han sido solamente a gran escala. Hay muchas iniciativas ciudadanas en cientos de ciudades del mundo, transformando la ciudad “a mano”, metro cuadrado a metro cuadrado, con intervenciones de “Urbanismo Táctico” y de “Urbanismo hazlo tú mismo”, transformando camellones, esquinas, estacionamientos y calles con muy poco recurso, pero gran creatividad. Estas intervenciones, aunque pequeñas, pueden llegar a solucionar problemas graves, como un cruce peatonal, una esquina insegura, un espacio en mal estado, y también a modificar las dinámicas sociales para bien, fomentar el encuentro entre vecinos, el trabajo comunitario, el aumento de la seguridad de una zona, entre otras.
Esta ciudad hecha a mano por la misma comunidad es la que define en mucha medida cómo se vive la vida cotidiana. Si se ha perdido incluso el valor de barrer una banqueta, por que la basura la tira otra persona, estas iniciativas buscan, al contrario, involucrar a las personas a participar en la solución de problemas concretos, para beneficio de otros. Incentiva la imaginación de los que la ven, acerca de cómo podría ser el espacio si se diseñara distinto, y puede también, como se ha dado en varios casos, motivar a la autoridad a hacer la transformación de forma permanente.

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