Opinion

Debate y otra o la misma historia para México

LA COLUMNA
de El Diario

2018-05-19

La elección presidencial apaga todos los temas mediáticos. Marca el acontecer del último y próximo mes, y, sin hacerle al pitoniso -verdad de perogrullo- será determinante para el destino del país en los años por venir.
El mal humor social lleva a una ruptura total con el modus operandi neoliberal del sistema político mexicano de los últimos cuatro sexenios. Ese que ahora es llamado PRIAN. Las encuestas así lo retratan a la mitad de mayo, sin cambios en las tendencias de voto.
Sin embargo, hay quienes ven en los indecisos, arriba o poco abajo del 20 por ciento de los encuestados, según el ejercicio de que se trate, una posibilidad de modificación en los votos que decidan al próximo tlatoani azteca.
Ya se distribuyen incluso los votos de la renunciada Margarita Zavala, esos cuatro o cinco puntos, bastante buenos con los antecedentes de diferencias cercanas al medio punto, como ocurrió con Calderón y López Obrador en 2006. Anaya y Meade corren desesperados tras ese puñado de sufragios.
Una renuncia de la única mujer en la contienda, que se tacha de incongruente y sorpresiva que si bien tiene base en las presiones para sumar al proyecto de Meade, generó severos problemas logísticos, con la mitad de las boletas impresas y un rápido ajuste al debate que se realiza hoy, y que salvo un exabrupto pejista o una genialidad de los coleros, poco cambiará las cosas, según la experiencia del encuentro anterior en la CDMX.
Los temas ayudarán solo a la estridencia, incluidos los reclamos a Trump que proferirán los aspirantes desde ese punto simbólico fronterizo que es Baja California. Se envolverán desde Tijuana en la bandera nacional para tirar cacayacas a un presidente norteamericano que no escucha ni toma en cuenta... salvo a los rusos, sus padrinos electorales.

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Solo como referencia y por tomar una casa encuestadora, acudamos a Mitofsky. A la mitad de mayo Andrés Manuel crece siete décimas de punto en relación con las preferencias electorales del mes de abril.
Anaya cae tres décimas y Meade en el lejano 14.5 por ciento. No hay cómo repunte, ni con los cambios en la dirigencia nacional ni mucho menos la llegada a Chihuahua del perdedor duranguense a la gubernatura Esteban Villegas, quien se estrena como delegado del PRI nacional.
En esta preferencia efectiva, “El Peje” llega a los 32.6 puntos, contra 20.5 de Anaya. La preferencia bruta, quitando a los indecisos, es descomunal: AMLO 44.5, Anaya 28 y Meade 19.8.
Ahí es donde aparece el detalle. La rumorología de café está distribuyendo esos indecisos con base en muy diferentes ocurrencias. Sin embargo, nada garantiza siquiera que vayan a votar con los índices de participación bajos, pero además con el ingrediente interesante del rechazo a partidos. La partidocracia pasa por una severa crisis para sostenerse.
De acuerdo con Mitofsky, el PRI tiene el mayor índice de rechazo, con el 62 por ciento, el PAN el 43 y Morena el 33. Este rechazo hará click en el elector indeciso al momento de estar frente a la boleta.
Otro elemento que tendrá el ciudadano al votar es el tipo de cambio que los mexicanos piensan debe acontecer en lo inmediato. Cambio radical o gradual. Los primeros llevan ventaja. El 58 por ciento de los mexicanos desea un cambio radical en la economía y la seguridad, por señalar los dos tópicos más importantes.
Hay hartazgo profundo porque los salarios alcanzan apenas para sobrevivir mientras se habla de corrupción y robo por miles y miles de millones de pesos al presupuesto público con el agravante de la delincuencia común desbordada, afectando patrimonios y destruyendo familias.
Ese radicalismo lo ven necesariamente en López Obrador y no en los otros aspirantes: Anaya y Meade no son vistos como agentes de cambio, sino como protectores del status quo. Mitofsky dixit.
Es cierto, hay fuerzas operando o empezando a operar que no se han visto. Los empresarios empiezan a deslizar de manera primero sutil y luego directa sus resquemores reales y oposición a un régimen pejista, que se convertirá en activismo electoral.
La Iglesia va a actuar. Desde el púlpito reaccionará contra Andrés Manuel en algunos estados del país pero en otros, particularmente por la opción preferencial por los pobres, marcará una tendencia a favor y de franco apoyo a la visión ‘progresista’ y ‘liberal’del tabasqueño.
Las universidades -el rector Fierro de la Autónoma de Chihuahua abriendo espacio a Castañeda en la Facultad de Contaduría hace unas semanas- también se pondrán en movimiento, aun con sus claras y evidentes deficiencias.
Falta la operación electoral del día D, con estructuras más robustas en el PAN y en el PRI y un partido Morena que se basa en la espontaneidad del elector, con excepción de los maestros a quienes “El Peje”, a través del PT, cedió espacios fundamentales de negociación en los primeros lugares plurinominales -obvio de toda obviedad- a cambio de operación electoral, con la expertise del gis.
Son factores, pequeños o grandes, que podrían alterar esos 10 o 15 puntos. De ahí también la importancia de los votos de Margarita y hasta los del ‘ocurrente’ Jaime Rodríguez. (Qué grotesca –por cierto- la petulancia de López Dóriga. Enfurecerse durante una entrevista contra el entrevistado no es de buenas personas, menos de buenos periodistas).

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Ya dimos cuenta de las presiones que enfrentó Margarita Zavala de parte de su marido y de las gentes cercanas, que exigían una definición a favor de José Antonio Meade. Vaya pleito familiar que agarraron.
Lógico es que los intereses seguirán insistiendo en una definición, pero ahí está el truco. Para esos dos o tres puntos que le pueda acarrear no Margarita pero sí el calderonismo metido desde la víspera en el equipo del ‘compañero’ Meade, sería quemar la pólvora en diablitos... A como van los sondeos.
Esos puntos le son útiles a Anaya. Representarían unas gotas de agua fresca en el desierto. El problema son los graves agravios proferidos tanto a ella como a su media naranja. Pero además, sería una incongruencia más de Margarita, tras su salida estruendosa del PAN.
Sigue ella en una encrucijada difícil. Anaya y los suyos confían en que habrá de ceder al final. La cuestión es cuándo y cómo, y eso podría ser demasiado tarde, como ocurrió con las boletas.

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El debate de hoy, con los temas de comercio exterior e inversión, seguridad fronteriza y combate al crimen transnacional, así como derechos de los migrantes, dará pie a confrontaciones, dimes y diretes.
Son jugosones esos rubros, no hay duda. El filete mayor son los migrantes. Esos millones de mexicanos en el extranjero, cuyo voto es atractivo, y seguramente será antisistema.
López Obrador difícilmente cambiará su estrategia. No se va a arriesgar. Continuará con sus clichés y responderá uno que otro golpe. Desesperados, Anaya y Meade deberán sacarlo de sus casillas. A eso jugarán con ayuda del mochamanos broncudo.
El debate tendrá su propia pelea de rating, con la final del futbol nacional poco antes y la teleserie de don Luis Miguel.

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En todo este entramado, Peña Nieto se divierte jugando en Twitter a contestar preguntas simplonas. Pero en el fondo se entiende que está tendiendo lazos de negociación.
El lenguaje de Andrés Manuel, con sus amnistías en política y crimen, su vocación “republicana y democrática” -presidente de partido por dedazo, candidato por dedazo-, parece tratar de acercarse al régimen. Es lógico que busca una tersa elección. Sabe que aún se pueden despertar los miedos de las últimas elecciones y perder en el último tirón. No desea dejar cabos sueltos.
No es de extrañarse que el sistema se acoja anticipadamente a la amnistía ofrecida graciosamente por el de Macuspana.
Arriesgado, el sistema podría -¿está negociando?- con Anaya. Sería más lógico desde la explicación de la mafia del poder. El interés económico y político presiona para evitar la ruptura que significa un cambio drástico como el que propone Andrés Manuel apoyado en el mal humor social.
Sea como sea, Peña tiene contados los días. Tiene poco tiempo para negociar una rendición política y mantener a flote el barco de Meade sin que haga agua antes de la jornada electoral solo para sostener gubernaturas, congresos locales, diputaciones federales y senadurías, que le den oxígeno al PRI por tres a seis años más.

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