Opinion

Desmañanados

Luis Javier Valero Flores/
Analista

2018-05-12

Podrá considerarse una crítica fútil, frívola, o mal intencionada; o influida por el ánimo electoral, como sostendrá más de uno. Otros considerarán que se está afectando el ámbito personal de los funcionarios públicos.
Pero lo aquí abordado es estrictamente del ámbito de lo público. Se refiere a hechos en los que, por supuesto, cada quien aportará su propia lectura, pero analizados a la luz de que ocurre en el estado de Chihuahua, cuyas consecuencias son de índole generalizado.
¿Cuál es el horario de trabajo del funcionario sobre el cual penden todas las decisiones en materia de seguridad pública, las de protección civil, las de salud, las de transporte?
Por las características del tipo de gobierno que poseemos -no solo presidencial, sino presidencialista- son los gobernadores de los estados los que tienen tales facultades y responsabilidades.
Las pueden delegar, obviamente, pero de todos modos no podrá gobernar, ninguno de los mandatarios estatales -incluso el presidente de la república- sin “estar al pendiente” de lo que ocurra diariamente en el territorio y población que gobierna.
¿A qué hora debe despertar? ¿Cuál debiera ser su rutina de trabajo? ¿A qué hora recibe el reporte de Seguridad Pública, de Protección Civil, de las emergencias médicas? ¿A qué hora recibe el recuento de la prensa, incluido el de las redes sociales, con los temas “trending topic”?
¿A qué hora el de los asuntos judiciales en marcha? ¿Y el de los dineros?
Y todo lo anterior sin contar con las necesarias reuniones con el gabinete, con los secretarios por separado, con los funcionarios que tienen responsabilidad en los asuntos prioritarios del momento y con los ciudadanos que solicitan una audiencia -y les es dada, en función de la importancia que el mandatario le conceda al asunto-, además de los dirigentes de las organizaciones sociales, empresariales, deportivas, etc. que debe atender.
¡Ah, y además, si el gobernante es como los últimos que hemos tenido, extremadamente preocupados de los procesos político-electorales, el reporte de las campañas, la selección de candidatos, el reporte de los principales candidatos, la recepción de las encuestas, las reuniones con los dirigentes del partido, de los frentes en el ámbito nacional!
¡Ufff!
¿Con todo eso, tendrá tiempo el mandatario para, tranquilamente, como cualquier otro ciudadano, recrearse en la práctica de una disciplina deportiva durante más de dos horas, por las mañanas, temprano, justamente cuando la mayoría de los ciudadanos se encaminan a sus trabajos, o ya se encuentran en ellos, si pensamos en los trabajadores de la maquila y la construcción, por mucho, los dos sectores que aglutinan la mayoría de la fuerza laboral de Chihuahua?
¿Que debe ejercitarse el gobernante, de acuerdo con sus condiciones y preferencias? Es obvia la respuesta, el problema estriba en que no es un ciudadano común y corriente, sobre sus espaldas van la mayoría de las funciones del gobierno y es el responsable casi único de la buena marcha de todas ellas.
Pero si el gobernante inicia su día con la práctica de su disciplina deportiva mal le irá a una sociedad que lo tenga por mandatario, peor si tal cosa ocurre en una entidad como Chihuahua, cuya sociedad vive un muy difícil momento, desde todos los puntos de vista.
¿A qué hora recibe el gobernador Corral el informe de Seguridad Pública? ¿A qué hora toma determinaciones sobre ello? ¿O le deja toda la responsabilidad al fiscal Peniche y al comisionado Aparicio y solo recibe los reportes de lo ya ocurrido y lo ya efectuado?
¿Podrá seguir ejercitándose si en esos momentos, como ocurrió el viernes, debió tener el reporte de los cruentos enfrentamientos presentados desde la madrugada en Jiménez, Villa López y Valle de Allende, municipios del sur de Chihuahua, y que culminaron alrededor de las 7 de la mañana en la primera ciudad? ¿Y que, además, se presentó otro enfrentamiento en Gómez Farías -con una víctima fatal- y una ejecución en Ignacio Zaragoza?
¿O, como acaeció un día antes, en el cual asesinaron a 16 personas en Juárez y por lo menos a otras tres en Chihuahua?
¿Podrá un gobernante sostener una vida “normal” bajo estas circunstancias? ¿Acaso no podría estar, por lo menos, atento, ya no tenso, sino atento a lo que está ocurriendo en el territorio que gobierna?
¿Por qué no hacer lo que le sugirió AMLO? Efectuar una reunión, muy temprano -como las conferencias de prensa realizadas por Ricardo Anaya- para recibir el reporte diario y asumir la conducción de la seguridad pública en Chihuahua.
Porque, a riesgo de las descalificaciones, no puede haber, en estos momentos, una tarea más importante para el gobernador de Chihuahua que atender la crisis de seguridad pública por la que transitamos.
Podrá desestimarse lo anterior, pero esa es la realidad, los campos de batalla de las bandas criminales se han extendido y abarcan desde el noroeste (Zaragoza, Gómez Farías, Madera, Namiquipa, Cuauhtémoc, Bachíniva, Carichí, etc.), hasta el sur de la entidad (Parral, Jiménez, Valle de Allende, Villa López) y adquirieron visos de grave preocupación en Juárez, sin que por ello pierdan importancia los hechos presentados en otras poblaciones, pero ahí se están concentrando, por el momento, las zonas más peligrosas de Chihuahua.
Además de la situación de verdadero riesgo en Parral, en la que se han presentado las desapariciones de varios jóvenes, algunos de los cuales fueron asesinados, para no recordar que el estado de Chihuahua ocupa uno de los primeros lugares en el número de personas desaparecidas.
¿Puede el gobernante de Chihuahua jugar tranquilamente golf o tenis, durante horas, sin que tal actividad -por el tiempo empleado- no concite la preocupación, además de la pésima imagen irradiada, no tanto porque no pueda jugar, sino porque denota que no tiene preocupaciones mayores, a pesar de la grave situación de la seguridad pública de Chihuahua?
¡Qué más quisiéramos que el gobernador chihuahuense fuese un destacado deportista, o por lo menos un asiduo practicante de cualquier disciplina y que, además, tuviese el tiempo necesario para hacerlo!
Por desgracia, para él y para la sociedad chihuahuense, ese no es el caso, los tiempos del Chihuahua de nuestros días son los del crecimiento geográfico de los enfrentamientos de las bandas criminales; de su fortalecimiento y en armamento, elementos y temeridad (recordemos el creciente número de policías victimados y los amenazados), y que son capaces, ya, de retar al Gobierno constituido y de intentar influir, más que antes, en el rumbo de las contiendas político-electorales.
¿Cuántos de los candidatos -de todos los niveles, pero preferentemente del ámbito municipal- están pactados -por acuerdo, o por exigencias de los criminales- con los delincuentes regionales?
¿Hasta dónde habrá llegado la fuerza del crimen organizado para convertir la lucha electoral, en algunas zonas de la entidad, en el cruento escenario de la narcopolítica?
Javier Corral, más allá de las filias y fobias, tiene tras de sí las simpatías de una buena cantidad de chihuahuenses, es, además, el responsable de la administración pública en Chihuahua y tiene la obligación de otorgarnos, no solo la certidumbre de la seguridad pública, sino, también, la de transmitir esa certeza y comunicarle el mensaje de que combatirán la crisis de inseguridad.
Pero sucede lo contrario. Durante días, el gobernante rehúye a la prensa, no responde las preguntas de los reporteros, no informa nada, no opina sobre los graves acontecimientos criminales.
A cambio, se sabe de sus luengas y divertidas actividades deportivas, de su involucramiento en la campaña presidencial de Ricardo Anaya y de su empecinamiento en mantener a Alejandro Gutiérrez en un penal de Chihuahua.
En tanto, medio Chihuahua arde. Y no es una frase literaria.
No se da cuenta que no vino a gobernar Suiza, Suecia, Costa Rica o Liechtenstein, países en los que los gobernantes pueden, tranquilamente, llevar una vida muy semejante a la de sus gobernados.
No, es Chihuahua, el número uno en deuda pública y el número 3 más violento del país, en el que una de las discusiones del momento es el de la suspensión de las elecciones en un municipio, o el de que resolvieron traer de nueva cuenta al ejército en labores de patrullaje en las tres principales ciudades del estado.
Es la entidad en la que los escolares pueden caer abatidos por las balas del fuego cruzado, o en la que nadie quiere ser policía en la Sierra y pocos se animan a serlo en Cuauhtémoc. (Nota de Juan de Dios Olivas/El Diario, 11/V/18).
O, el lugar en el que el responsable de la seguridad pública -el comandante Aparicio- declara, en el ataque a Zaragoza, que no iba a arriesgar a los 15 elementos presentes en la población, ante las condiciones de desventaja en que se encontraban, de todo tipo, número, calidad de las armas, vehículos y de terreno.
¡Nomás!

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