Opinion

Discursos, mujeres e igualdad

Clara Scherer/
Analista

2018-05-11

Ciudad de México.- Cuando alguien está, efectivamente, a favor de la igualdad de derechos entre los géneros, hablamos de un proceso que se produjo en el interior de quien lo afirma, proceso por el que adquiere conciencia de que cualquier persona tiene la capacidad, habilidad y facultad para ejercer sus derechos. Esto se refleja en la forma de hablar.
Hemos visto las enormes resistencias a la inclusión hasta en el lenguaje. La polémica por el lenguaje inclusivo es la polémica por usar un lenguaje más justo, menos violento, un lenguaje que no sea utilizado contra nadie. Es decir, utilizar el lenguaje desde la lógica de los derechos humanos, de los que por supuesto son signatarias las mujeres.
Andrés Manuel López Obrador: “El gobierno va a representar a: campesinos, obreros, maestros, integrantes de las clases medias, comerciantes y empresarios, ahora el gobierno es como un comité al servicio de un pequeño grupo, de una mafia del poder que se cree amo y señor de México.
“Pero que no confundan, no es con los empresarios, aquí en este movimiento hay de todas las clases sociales, hay comerciantes, hay empresarios y con los empresarios respeto, amor y paz, con la mafia del poder, la ley, la aplicación del Estado de derecho, que dejen de robar, que dejen de saquear”. El patriarcado es el reino de los cielos en la tierra. Con que a los hombres les vaya bien, ya no hay nada más que obedecerlos. De las mujeres ni siquiera sospecha que pueden ser parte de la llamada “mafia del poder”. Para él, la única experiencia válida es la de los hombres y desconoce y/u oculta la experiencia de las mujeres.
José Antonio Meade, usando (y abusando) de metáforas: “No le apostemos a una alternativa que piensa que lo que se está haciendo es poner popotes en la tierra. Apostemos a una alternativa que sabe que para sacar petróleo y darle energía al país, se entrega una vida de servicio”. Desde una cierta mirada, sexista y machista, intentaría descalificar a un hombre competidor. Por supuesto, las mujeres, cual madre tierra, ¿avasalladas?
Los procesos de producción e interpretación del lenguaje están restringidos por las estructuras sociales efectivamente interiorizadas (normas y convenciones) y por la práctica, siempre creativa, como son los cambios resultantes de la práctica discursiva. Normas que invisibilizan a las mujeres, popotes que apelan a la fragilidad de algunos hombres.
Ricardo Anaya, con frases reiterativas, afirma la igualdad entre mujeres y hombres, pero no hace explícito uno de los derechos que apuntalan la autonomía femenina, el derecho a elegir, el derecho a decidir sobre su cuerpo. “Esas luchas históricas del PRD, a favor de la igualdad, de la justicia social, en contra de la discriminación, por la igualdad de las mujeres y los hombres”. La manera en que nombramos tiene un rol central en la construcción de nuestra cosmovisión. “La igualdad de las mujeres y los hombres” sin clarificar en qué. Puede ser, como ha sido, solamente formal y en la ley se estableció desde 1974.
Con las frases de los discursos como escaparate, se pone en evidencia algo de ese pacto cínico político que, según Elena Simón Rodríguez, define a nuestras democracias: “Los discursos hegemónicos actuales son avasalladores. Prometen todas las dádivas a quienes los acaten y se confunden con ellos. Lo relegado y periférico es irrelevante, imperfecto, incompleto, sin matices, idéntico en suma. Se premia a quienes ayuden a desdibujarlo. Todo el mundo está dispuesto a conceder derechos a las mujeres para que no los ejerzan como mujeres”.

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