Opinion

Maternidad en evolución

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-05-09

Definitivamente la maternidad está cambiando.
Conozco una mujer que decidió recurrir a un banco de semen para ser madre soltera, a una pareja que está considerando un vientre subrogado, a madres de hijos adoptados, a matrimonios sin hijos. Yo misma, después de mucho dudarlo, fui mamá primeriza a los 40 años. Una catedrática universitaria me cuenta no ser raro tener alumnas que no aspiran a la maternidad. La candidata presidencial independiente Margarita Zavala -quien tiene tres hijos-, se disculpó vía Twitter por haber rechazado en noviembre pasado tomarse un video con una pareja de madres lesbianas.
Y en los últimos años a nivel local la tasa de natalidad ha ido a la baja al tiempo que se ha elevado el número de hogares con jefatura femenina, según el informe Así Estamos Juárez 2018 presentado recientemente por Plan Estratégico de Juárez, AC.
Al parecer han quedado atrás los tiempos cuando ser mujer era sinónimo a ser madre. Tiene lógica. No es lo mismo la necesidad de mano de obra en las comunidades primitivas con altas tasas de mortalidad que más de siete mil millones de seres humanos en un momento durante el cual se encuentran en peligro los recursos naturales del planeta. Tampoco es igual ser madre tras el desarrollo de métodos anticonceptivos. Ni son las mismas condiciones si la mujer participa activamente en la economía, como es el caso en Ciudad Juárez.
Por otra parte, decía una amiga mía, la ciencia ha dado a las mujeres ocho años más para ser madres. Las técnicas de reproducción asistida como la inseminación artificial y la fertilización in vitro hacen hoy posible el sueño de dar a luz de muchas mujeres con problemas de fertilidad sin necesitar trasladarse a las grandes capitales para someterse a tratamiento -en enero del 2000 dos niñas fueron los primeros bebés juarenses nacidos in vitro, informó El Diario-.
Pero tales avances exigen asimismo a parejas y mujeres por igual cuestionar hasta dónde vale la pena buscar un embarazo propio, si los hijos son indispensables y si la maternidad implica necesariamente el engendramiento tradicional o inclusive los genes de quienes criarán al bebé. ¿Son fecundación, transmisión de genes, embarazo y crianza sinónimo de maternidad? ¿Es tener hijos un objetivo central de contraer matrimonio? ¿Es el control de la natalidad optativo u obligatorio? ¿Hace falta ser madre para la realización de una mujer? ¿Se vale traer intencionalmente hijos al mundo sin contar con una figura paterna para ellos?
Conozco mujeres cuyo sueño es tener una familia numerosa, profesionistas exitosas que han decidido ser madres debido a creer no ir a casarse nunca. Sé de algunas mujeres, casadas, con problemas para concebir que sugieren a su esposo tener hijos con alguien más. Además, recuerdo las numerosas indirectas -o bastante directas- sobre cuándo nos animaríamos a ser padres mi marido y yo. 
Desde que nacen, en general seguimos dando a las niñas el mensaje de convertirse ante todo en madres. Es hora de cuestionar si constituye la formación correcta en una ciudad donde, según el DIF, la omisión de cuidados es la principal forma de maltrato infantil. Una cosa es dar a luz. Otra, muy distinta, es contar con las herramientas a fin de criar de la manera adecuada a los hijos: empleo, vivienda, atención, un hogar estable, servicios de salud, educación, seguridad, aptitud para transmitir confianza y sentido de comunidad.
Hoy en día ser madre presenta nuevos retos, algunos inesperados. Recientemente la exgolfista Lorena Ochoa declaró a CNN sentirse muy contenta por haber tomado la decisión de abandonar su carrera en el 2010 -cuando era la número uno en el mundo- a tiempo para formar una familia. “Ahora puedo disfrutar al 100 por ciento esta segunda etapa de mi vida”, dice la tapatía.
La definición de ser madre está cambiando. Pero hay cosas inalterables: la maternidad es de primordial importancia, es pesada y requiere la colaboración de la comunidad entera.
Cuando leemos que a nivel local los niños continúan creciendo en un entorno de violencia, escasean los programas de cuidado infantil, abundan las drogas y muchas madres deben lidiar solas con las cicatrices que años de inseguridad han dejado en sus familias, es evidente que no estamos haciendo nuestra parte.

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