Opinion

Socialización del miedo

Sergio Pacheco González/
Analista

2018-05-07

La violencia se ha expresado en los últimos 12 años a lo largo y ancho del país. En el período reciente y particularmente en 2017 y lo que va de 2018, la violencia en contra de representantes populares, dirigentes de partidos políticos y candidatos a cargos de elección popular también. Como señalaba el periodista Marcos Muedano en El Universal (13 de marzo de 2018), “el proceso electoral que inició el 8 de septiembre de 2017 se ha teñido de rojo, por el asesinato de 63 candidatos a puestos de elección, así como alcaldes, exalcaldes, regidores e integrantes de partidos políticos en diferentes entidades del país”.
La pérdida de vidas entre los actores políticos no ha dejado de suceder. De hecho, este domingo 6 de mayo, fueron asesinados en el estado de Chihuahua, la candidata perredista a regidora en el municipio de Ignacio Zaragoza, Liliana García y el dirigente municipal del Partido Encuentro Social (PES) en la capital del estado, Eduardo Aragón Caraveo. En este contexto y ante el posicionamiento alcanzado por el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, se pueden encontrar algunos argumentos para las medidas tomadas por Televisa y Canal 11, al cancelar los programas del periodista Ricardo Alemán, quien posteó en Twitter: “A John Lennon lo mató un fan. A Versace lo mató un fan. A Selena la mató un fan. A ver a qué hora, chairos”, éstos últimos señalados como fanáticos seguidores de López Obrador en las redes sociales.
Estos hechos deben tomarse en cuenta en un momento de la contienda política, en el que se privilegia la difusión de mensajes que pretenden magnificar la percepción de miedo en la ciudadanía, antes que las propuestas para contener y revertir la violencia, la desigualdad social y mejorar las condiciones de vida de todas y de todos. Quienes promueven la configuración de un escenario de violencia social, deben tomar consciencia de la responsabilidad que les atañe en la materialización de un posible y no deseable desenlace donde se confronten no ideas, sino cuerpos; donde se descalifique y no se argumente; donde el diálogo se cancele y se imponga el autoritarismo.
Así, si se toma en cuenta lo que señala Blanca González Gavaldón (1999, p. 79), cuando indica que la actitud comprende “tres componentes: cognitivo (lo que sé del asunto), afectivo (las emociones que me suscita) y conductual (la conducta que, como consecuencia, desarrollo)”, sin duda la actitud que ciudadanas y ciudadanos adopten frente al proceso electoral y los cargos en disputa puede ser influenciado, por el discurso del miedo. Lo que se tiene que distinguir es cuáles son los argumentos que sirven de base al mismo.
Y esa es la labor que debe realizar cada persona a partir de sus propios procesos de socialización, en tanto, como señala Rossana Reguillo (2000, s.p.):
Mediante la socialización, el individuo debe aprender a [i.e. aprender a] identificar y a discriminar las fuentes de peligro, debe aprender a utilizar y a controlar sus propias reacciones y especialmente, debe incorporar un conjunto de saberes, de procedimientos y de alternativas de respuesta, ante las distintas amenazas percibidas. Así, lo que para una persona puede representar una amenaza, para otra puede pasar desapercibido.
Así, el discurso que promueve el miedo a un incierto futuro, sustentando en imágenes que proceden de actores y momentos distintos a quienes encabezan la opción política, así como de experiencias de otros países, se contrasta con el miedo que está en el presente, no solo en el discurso sino en la vida cotidiana, y se sustenta en la pérdida de miles de mujeres y hombres asesinados, en los cientos de personas desaparecidas y en los miles de robos con violencia. En ese posible contraste se encuentra el juicio que la ciudadanía haga del discurso de la violencia.
En la elección federal de 1994, cuando se presenta la violencia política y surge el Movimiento Zapatista, votó 77.1 por ciento del padrón electoral, 25.1 por ciento más que en la elección anterior. En el municipio de Juárez, votaron en 2007 solo 28 de cada 100 personas registradas. En 2010 y 2013, votaron 29.3 por ciento y 29.6 por ciento respectivamente. La elección de 2016 fue distinta (41.6 por ciento de participación), no obstante que los indicadores de violencia y delito habían disminuido. ¿Dónde está la amenaza?
Referencias
http://www.excelsior.com.mx/nacional/2018/03/13/1226009
González Gavaldón, B. (marzo, 1999). Los estereotipos como factor de socialización en el género. Comunicar, 12, 79-88.
Reguillo, Rossana. (2000). Los laberintos del miedo. Un recorrido para fin de siglo. Revista de Estudios Sociales, 5, 63-72.

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