Alma A. Rodríguez/
Académica
El efecto NIMBY, por sus siglas en inglés “Not in my backyard”, cuya traducción al español es el título para este texto, se refiere a un efecto muy común en la población de cualquier ciudad, cuando ve muy cerca la realización de una obra de infraestructura o proyecto de gran magnitud, que, a su forma de ver, podría afectarle de algún modo.
Se llama así a este fenómeno, porque, aunque el ciudadano puede estar de acuerdo con ciertos temas en la teoría, como por ejemplo: la mejora de la calidad del aire, la reducción de la desigualdad, la movilidad sustentable, la seguridad vial, la calidad de vida urbana, entre otras; en la práctica, cuando alguna estrategia para avanzar en dichos temas, le hacen pensar o sentir que pudiera generarse algún tipo de afectación a su bienestar individual, la simpatía con el tema se convierte en total oposición. Es decir, que se realicen obras para avanzar en los temas está bien, pero que no lo hagan “en su patio trasero”.
Algunos ejemplos de este fenómeno son muy frecuentes en el tema de la movilidad urbana. Tres de ellos son muy actuales en nuestra localidad: el primero, es la reducción de velocidades en algunas vialidades, lo cual, al modo de ver de algunos, afecta su eficiencia en los traslados, aunque esté demostrado científicamente que esto disminuye drásticamente el número de víctimas por siniestros de tránsito, aumentando la seguridad vial, y en cambio, solo aumenta los desplazamientos pocos minutos.
El segundo, son las obras de los primeros kilómetros de ciclorruta que contempla el Plan de Movilidad Ciclista desarrollado por el IMIP, instaladas en el centro de la ciudad, y que desataron algunas quejas e inconformidades de parte de algunos vecinos por la cuestión del estacionamiento y de automovilistas incomodados por la infraestructura. Situaciones inevitables cuando se está en proceso de un cambio de modelo en la movilidad de una ciudad.
Por último, las noticias del próximo inicio de las obras de la segunda línea troncal del ViveBús, ha sido de las que más ha generado este efecto NIMBY, pues la obra es de gran magnitud y abarca una arteria principal de la ciudad, por lo cual existen muchos actores involucrados: comerciantes, vecinos, empresarios y automovilistas. Algunos han comenzado una campaña y trabajo organizado para evitar que se lleva a cabo la obra, pues temen las consecuencias. Sin embargo, el lunes pasado en un foro realizado en la UACJ, sobre el tema de este proyecto, dos expertos recomendaron, mostrando datos y experiencias anteriores, que el proyecto del BRT, tal como está planteando con carriles confinados al centro, es la opción más viable para dar servicio a la demanda existente en Ciudad Juárez, independientemente de los sentires individuales, quedando claro que la ejecución sería definitoria.
Existen, además, dos temas que competen a la autoridad, que refuerzan el efecto NIMBY en la población. La primera, es que pocas administraciones se han encargado de los problemas mas agudos de la ciudad, precisamente por que generan este efecto de oposición, y por lo cual, han preferido atender problemas secundarios o superficiales, que no enojan a nadie, pero tampoco solucionan las necesidades de la gente.
Y el segundo, es que el efecto NIMBY y las oposiciones con las que se topan, son producto de una ausencia de transparencia y cercanía con la gente. Es común ver que, para estos grandes proyectos, haya una ausencia de trabajo con la comunidad desde el inicio de los planes, principalmente con aquellos que se pueden ver afectados o que habrá que hacer negociaciones posteriormente. Existe poca transparencia en cómo se van desarrollando y tomando las decisiones, y en última instancia, cuando están por empezar las obras, solo se termina avisando a la gente lo que va a suceder. Por ello, urge una forma de trabajo distinta por parte de la autoridad, más abierta y cercana con las comunidades.
Como conclusión, me parece importante preguntarnos: ¿Qué tanto debería de sacrificarse el estatus quo de algunos para obtener un beneficio colectivo mayor? ¿Y cómo debe hacerse? ¿Cómo se debe manejar la información respecto a los grandes proyectos para la ciudad? ¿Y cómo podemos la sociedad civil impulsar que esto se realice?
En un entorno de desigualdad y de injusticia, por una parte, pero también en una cultura de exceso de derechos y pocas obligaciones, el bien común tiene como característica ser muy complejo de alcanzar, debido a los intereses, beneficios y comodidades que es necesario a veces sacudir, pero sobre todo negociar, dialogar, consensar, para así poder conseguir una mejor ciudad para todos, sin distinción.