Carlos Murillo/
Analista
Esta es la historia para quien quiera leerla. Juárez es del PRI y en el 2018 volverá a confirmarse esta regla.
Cuando digo PRI, me refiero a la plataforma político-electoral que creó la única forma mexicana de hacer política; que utiliza una organización funcional con base en la estructura jerarquizada y que promueve consensos entre los grupos para acceder o mantener el poder político.
Los últimos ochenta años, el PRI ha tomado formas diversas, a veces como un partido de demócratas y tecnócratas de derecha; como un partido autoritario de centro; como la vanguardia de izquierda socialdemócrata o de plano sin forma como los independientes. De ahí que la principal característica del PRI es la capacidad de adaptación; el PRI, como lo explicaría Bauman, es un partido líquido capaz de adaptarse a cualquier envase.
Ahora sí, revisemos los antecedentes locales. La sociedad juarense se caracteriza por una alta participación política. La historia lo demuestra; aquí se libraron batallas históricas durante la Revolución Mexicana, que fueron clave para el triunfo de las fuerzas insurgentes y no se pueden comprender estos hechos históricos sin una sociedad participativa.
Décadas después, a mediados del siglo XX, con el nacimiento del Partido Revolucionario Institucional, aquí en Juárez se fraguó la incorporación del sector popular -integrado por profesionistas, prestadores de servicios y comerciantes principalmente-, para darle un espacio a la entonces recién confeccionada clase media en lo que se llamó la Liga Organizaciones Populares -hoy Confederación-, que además de abrirle las puertas a estos nuevos grupos sirvió como un contrapeso con los sectores obrero y campesino que, junto a los militares, habían monopolizado las posiciones del poder político.
También en Juárez, el profesor Fernando Pacheco Parra, inventó la organización geográfica de los comités seccionales, lo que permitió consolidar a una estructura política territorial que no solamente se usa el PRI; el mismo esquema operativo es usado por todos los partidos políticos mexicanos.
Esta transformación en la organización interna del PRI permitió una respuesta de largo aliento para adaptarse a la creciente clase media. Como suele pasar, las soluciones no son eternas, así que la fórmula comenzó a perder vigencia tres décadas después.
No todos querían competir adentro del PRI, así que se formaron otras expresiones políticas en la izquierda y en la derecha mexicana que no tuvieron mucho éxito en sus primeras incursiones, hasta que el mismo Estado se encargó de impulsarlos.
Después de los primeros cincuenta años en el monopolio del poder, el PRI comenzó a impulsar a su oposición para mantener el discurso de la pluralidad y competencia democrática. La oposición, por tanto, era necesaria para el Estado, los nuevos partidos políticos evitarían las penurias con candidatos únicos, como José López Portillo (1976), quien obtuvo el 92 por ciento de la votación total emitida, con una participación de casi el 70 por ciento del padrón. Contrario a lo que se pudiera pensar, este resultado no era halagador para un país que se dice democrático, mucho menos cuando sus antecesores inmediatos, Díaz Ordaz y Echeverría, habían dejado un legado de autoritarismo. Cierto o no, en el imaginario colectivo este periodo fue considerado el peor de la historia del PRI.
Los grupos de poder en el PRI coincidieron en que necesitaba oposición, el Sistema Político Mexicano no podía seguir con un monopolio electoral de corte presidencialista que le estorbaba para entrar a competir en un proceso de globalización. La época posrevolucionaria había quedado atrás y el discurso del México moderno se estaba agotando. Había que comenzar a abrir espacios para otras expresiones políticas.
Sin embargo, los partidos políticos -como todas las organizaciones de personas-, atienden a una estructura jerarquizada y ciertos principios que unen a los miembros, así que el referente mexicano de esto es el Partido Revolucionario Institucional.
Es por esa razón que el mismo modelo de partido fue copiado por las organizaciones políticas que se fundaron durante este período; en todos hay un comité ejecutivo, un consejo y una liturgia para la participación muy parecida, donde una persona suele decidir todo. Aunque lo nieguen, todos los partidos usaron el andamiaje del PRI para fundarse. Ejercer el poder tiene sus encantos y los líderes opositores no renunciarían a ellos cuando fundaron los otros partidos.
En México, pertenecer al PAN, al PRD, a Morena, al PT o al Verde, es igual a pertenecer al PRI pero con otras siglas. Y no se diga los independientes, ser independiente es ser más priista que Plutarco Elias Calles, porque significa el poder absoluto en una persona, sin ninguna contención ideológica, sin rendirle cuentas a nadie y sin ningún pudor político.
Regresando a Juárez, quizá por su vocación empresarial y por ser una región altamente productiva, en la frontera la izquierda no despierta interés, así que la mejor alternativa para una oposición legítima fue el Partido Acción Nacional, que impulsó un proceso de alternancia en el poder, donde Juárez volvió a ser protagonista a nivel nacional, cuando en 1983 ganó Pancho Barrio en Juárez, activista social ligado íntimamente al PRI que tres años después protagonizó el verano caliente del 86 y en 1992 logró la gubernatura a través de una famosa “concertacesión” con Carlos Salinas de Gortari, en esa negociación el chihuahuense Luis H. Álvarez fue protagonista por su cercanía con Los Pinos, el PRI fue entregando gubernaturas para comenzar el nuevo juego democrático.
En el centro del país, otra corriente política, la izquierda, fue la beneficiaria de esta iniciativa del Estado, donde Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, ambos expriistas, fundaron un nuevo partido que después derivaría en lo que hoy es Morena.
El norte con el PAN y el centro con el PRD, se reconfiguró el Sistema Político Mexicano en la década de los noventa. Pero nadie sabe para quién trabaja, en el año 2000 el ganón fue Vicente Fox, quien logró la anhelada alternancia en el poder y de poco sirvió.
Cosas de la vida, hoy la mezcla de corrientes ya es normal, Morena se puede aliar con los ultra conservadores del Partido Encuentro Social, el PAN con el PRD, Cárdenas anda con los independientes en CDMX y es amigo de Javier Corral; Fernando Baeza y Patricio Martínez, antes enemigos de Pancho Barrio ahora son amigos también de Corral, Manuel Espino ya le dio vuelta a todos, Fox anda con Meade, Calderón ahora es independiente, dicen que Salinas está detrás de Anaya y AMLO trae a más expriistas que todos juntos. En quince años vamos a ver a Corral y a Duarte como amigos.
Entre los candidatos a la presidencia, AMLO y Anaya son más autoritarios que Díaz Ordaz, Margarita Zavala y “El Bronco” son más priistas que Colosio y Meade es más tecnócrata que Zedillo. En resumen, todos son priistas, pero de distintas épocas y corrientes. Gane quien gane, gobernará el PRI.
En Ciudad Juárez está más claro este fenómeno, Cabada y González Mocken son más priistas que el “Teto” Murguía; Ramón Galindo, por su trayectoria podemos decir que es más priista que Chago Nieto y, finalmente, quien tiene la candidatura del PRI, Adriana Terrazas, ahora tiene la oportunidad de volver al origen del PRI del consenso social.
Cuando hay una elección así (de PRI contra PRI), la única diferencia que puede traducirse en ventaja será para quien logre ganar la legitimidad en las calles y en las colonias. En eso, Adriana Terrazas tendrá las circunstancias a su favor, así, volverá a ganar el PRI en Juárez, esta vez con las siglas del PRI y no las de un candidato independiente.