Opinion

Patrullas y semáforos

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-04-25

No es de extrañar que los semáforos, ese cotidiano punto tan emblemático de una ciudad de movilidad preponderantemente vehicular como la nuestra, se hayan convertido en un microcosmos de la manera como nos relacionamos.
El verde, amarillo y rojo brindan orden a las continuas interacciones de habitantes fronterizos circulando por las calles. Por eso, me preocupa cuando veo a las autoridades hacer caso omiso de esas señales diseñadas, instaladas y mantenidas para seguridad de los ciudadanos. Porque si algo deseamos en este momento los juarenses es la certeza de un gobierno comprometido con nuestra seguridad. Lo dicen las estadísticas, lo dicen las encuestas, lo dicen los políticos en campaña y lo dice el sentido común.
Encontrarse esperando el verde del semáforo en el interior de un vehículo -o peor aún, de pie en la banqueta- puede llegar a ser frustrante, por decir lo menos. El tráfico, la temperatura y las distancias se conjugan para complicar traslados de todos los días. Ahí está uno, poniendo a prueba su civilidad, acosado sin falta por conductores apresurados o de plano ansiosos que consideran eso de hacer fila algo indigno para ellos, mientras los peatones casi siempre luchan por avanzar a través de esa carrera de obstáculos llamada generosamente en Ciudad Juárez banquetas.
Entonces llega a suceder: una patrulla con flamante logo oficial se abre paso encendiendo la sirena hasta lograr evadir la congestión y seguir tranquilamente su camino. Suena a prepotencia.
Yo entiendo que pasar horas en las calles debe de ser muy pesado. Portar en estos tiempos el uniforme de alguna corporación en el estado, lo sé, es peligroso -la presente semana se han registrado varios atentados contra policías a nivel local-. El trabajo es mucho, la presión y el estrés son muy altos, pero las condiciones laborales distan de ser las óptimas. Además nadie parece quedar conforme nunca con las fuerzas de seguridad.
De acuerdo con el informe realizado por el Observatorio de Seguridad y Convivencia Ciudadanas de la UACJ, en el 2017 en el municipio de Juárez disminuyó la percepción de seguridad mientras que la mayoría de las personas se dicen muy poco dispuestas a colaborar con la Policía. En efecto, según los indicadores de Así Estamos Juárez recopilados por Plan Estratégico de Juárez, AC, localmente en el 2016 más del 50 por ciento de la población no confiaba en las corporaciones policiacas -55.1, 57.1 y 58.5 por ciento según se trate de la Municipal, la Ministerial o la Federal-.
A nivel nacional, dice la encuesta de Semáforo Delictivo, en el 2017 el 53 por ciento de los ciudadanos no llamó a la Policía cuando correspondía, la mayoría por creer que no haría nada o por desconfianza.
Definitivamente existe una crisis de credibilidad en las corporaciones. Si consideramos que la inseguridad/violencia es el problema número uno para los juarenses de acuerdo con Así Estamos Juárez y que, según Semáforo Delictivo, los mexicanos atribuyen la inseguridad sobre todo a la corrupción y a la ineficacia de las autoridades, entenderemos mejor la urgencia de que los elementos dedicados a combatir dicho problema respeten las señales de tránsito.
Bastante inquietante es ver policías ocultando su rostro detrás de pasamontañas o enormes anteojos. Si la idea es protegerse, los agentes se blindan también de la responsabilidad. Estudios indican lo peligroso del anonimato brindado por uniformes de ese tipo y las armas: se llama impunidad.
Ciertamente hay ocasiones cuando los vehículos oficiales necesitan paso libre. Pero ¿cuál es el mensaje que dan los policías -y los tránsitos- al no detenerse en los semáforos en rojo nada más por poder hacerlo, por ceder a la tentación de darse un “merecido” gusto entre tanto estrés? A mi entender, con esa actitud en un detalle tan sencillo hacen gala de privilegios y de no interesarse en acatar las reglas ni en formar parte del resto de la comunidad.
Respetar los semáforos no es solo cuestión de imagen. La seguridad difícilmente se logra sin la colaboración de todos los miembros de una sociedad. Para conseguirla, también cuentan gestos como la convivencia, las oportunidades de conectar con la ciudadanía.
Son los momentos que se dejan ir al pasarse un semáforo en rojo, aunque no haya fila.

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