Opinion

Cortinas de humo en primavera

Elvira Maycotte/
Escritora

2018-04-24

Realmente, estoy muy confundida. Lo que mis ojos vieron este fin de semana en un ejercicio en aras de informar, sinceramente, me desinformó: mientras un personaje se empeñaba en enseñarme cómo barrer escaleras y vender aviones, otro más insistía en dejar mancos a buena parte de los mexicanos; se escuchó también cómo uno más, con excelente memoria, refrescaba las posiciones ideológicas de otro que, obviamente, ya olvidó. Siguiendo con el espectáculo, hay quien poco llamó la atención, pero, eso sí, logró dos buenas propiedades que vinieron a aumentar su nutrido –creo yo– patrimonio. No faltó por ahí una voz, perdida entre los dimes y diretes, que hablaba directamente de la situación de las mujeres en nuestro país, pero que a la vez, afirmó que la seguridad en Ciudad Juárez había mejorado notablemente gracias a la presencia del Gobierno federal. Eso llamó mi atención, pues caló precisamente en una herida que todavía no cicatriza y de la cual cada uno de nosotros tiene su versión: yo tengo la mía y pienso que seguramente tendremos algunas coincidencias.
Es de todos sabido y del mundo conocido que a partir del año 2008 y hasta 2012 vivimos una dinámica de violencia e inseguridad sin precedente que, al conjugarse con una grave crisis económica en Estados Unidos, como todas y como siempre, repercutió de manera catastrófica en Ciudad Juárez dada nuestra dependencia económica con el sector maquilador.
Las vivencias que enfrentamos nos dejaron irremediablemente marcados. Fueron cuatro años durante los cuales los niños de antes, que son jóvenes de hoy, convivieron con una realidad de película, ciertamente de violencia, en la que no se trataba de ver escenas de sangre en una pantalla... podían palparla y hasta olerla en sus calles. Los estruendos de las balas y los llantos de las víctimas fueron reales y ellos, muchas veces, los protagonistas en el centro del fuego.
Los más afortunados solo cambiaron estilos de vida, cosas tan sencillas como cerrar puertas, instalar cámaras de vigilancia y cerrar calles, pero a otros les significó un cambio radical en su vida: han crecido sin su padre y hermanos, quizá sin su madre; perdieron al amigo, padres dejaron de oír la respiración de sus hijos cargándolos en sus propias manos: ante la impunidad se sembró la indolencia. El respeto a la vida se esfumó de su conciencia y hoy jóvenes y aún niños deambulan por las calles valorando más un momento de escape hacia la irrealidad, que la vida de un ser humano.
No es cierto que la violencia se ha ido; es falso que la presencia de fuerzas federales la erradicaran. No lo sé, pero aun si otorgáramos un voto de confianza a la buena intención del Gobierno, la percepción general de los juarenses es que la presencia de cuerpos de seguridad federales nos causaba temor, más que confianza, y más aún, que la situación mejoró, relativamente, cuando ellos al fin se retiraron para darnos un poco de alivio. No queremos que vuelvan.
Ahora ya no hablamos mucho de la violencia salvo ocasionalmente, cuando nos vuelve a raspar de cerca. Se me ocurre que pueden estar sucediendo dos cosas, ninguna de ellas buena: o ya nos acostumbramos a vivir en zozobra con buen nivel de estrés, o bien, ya se nos resbala todo. ¡Bonita sociedad somos que para sobrevivir hemos aprendido a desconfiar unos de los otros!
El pasado domingo todos hablaron de la seguridad y de devolvernos la tranquilidad… Todos le apuestan a esa bandera pero, quizá, hemos “desaprendido” tanto que ya no sabemos vivir tranquilos. Pocas, por no decir nulas, propuestas se hicieron y las que se hicieron, no me convencieron, pero peor y más inaceptable aún me parece la actitud del Gobierno actual que, a pesar de haber rebasado los números del sexenio anterior, permanece inmóvil y guarda un silencio sepulcral. Me dueles, México. El domingo cinco personajes nos dijeron lo que queríamos escuchar, que nuestros azotes: corrupción, pobreza e inseguridad se iban a acabar, pero no dijeron cómo lo iban a lograr. Otra vez, como cada seis años en primavera, nos lanzan llamativas cortinas de humo, ahora color esperanza o de múltiples tonalidades aliadas solo por la coyuntura del momento. En fin, todo esto me confunde y si ya lo estoy suficientemente ante lo que le espera a mi país, probablemente, ante el futuro de mi ciudad, mi desorientación no será menor.

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