Opinion

Trincheras

Gerardo Galarza/
Analista

2018-04-22

Ciudad de México.- El ejercicio de su oficio, el de a de veras, pone a los reporteros casi siempre ante situaciones excepcionales. Por lo menos así ha ocurrido a este escribidor.
Una de muchas fue en el despacho de una residencia de la colonia Chapultepec, en Culiacán, Sinaloa, el miércoles 4 de octubre de 1989.
Dos días antes, a unos cuantos metros de ahí, en la iglesia de la Sagrada Familia, miles de sinaloenses y muchos otros venidos de lejos habían desfilado frente al féretro que contenía el cadáver de Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, conocido como El Maquío, muerto la mañana del domingo 1º de octubre en un accidente automovilístico, junto con su correligionario Javier Calvo, cuando se dirigían a Mazatlán al cierre de la campaña de Humberto Rice, candidato del PAN a la alcaldía de aquel puerto.
Bajo ese mismo techo, a las 9:15 horas locales del lunes 2 de octubre, coincidieron representantes del gobierno federal (Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación), del PAN (Luis H. Álvarez y Fernando Canales Clariond) y del PRD (Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo) para expresar sus respetos y su pésame.
La tarde-noche de ese miércoles 4 en ese mismo despacho, el reportero tuvo enfrente a cuatro de las hijas de El Maquío: Leticia, Tatiana, Lorena y Lucía. Dos de sus hermanos (Manuel y Eric) aceptarían la entrevista al día siguiente en la empresa de su padre, la arrocera El Palmito.
Ninguno de los hermanos Clouthier Carrillo llegaba entonces a los 30 años edad. Doña Leticia Carrillo, la viuda, prefirió no hablar. Apenas habían pasado poco más de 24 horas de que habían enterrado al excandidato presidencial panista en el panteón Jardines del Humaya, acompañadas por una multitud.
Ya entonces las Clouthier eran vehementes. Se arrebataban las palabras, gesticulaban, hablaban con emoción. Leticia, la mayor, informaba y dejaba claro: En su familia, “la democracia no era una abstracción o algo del cielo. Siempre fue practicada en la casa”. Y “así fue desde que éramos unos plebes”, completaría Eric.
Los habitantes de Culiacán saben que la colonia Chapultepec es de las más exclusivas, en ese tiempo la más exclusiva de la ciudad. Sin embargo, los niños Clouthier Carrillo fueron enviados a la primaria pública General Ángel Flores. Sus amigos les decían que su papá era muy codo o que no tenía dinero para pagarles el Colegio Chapultepec (del Opus Dei), y sus compañeros de la escuela oficial les decían “latifundistas” y “burguesas”. Las plebes se quejaban y el padre les decía que tenían que aprender a convivir con todos, “que viéramos que había gente diferente, que nosotros éramos privilegiados y que la clase privilegiada es así de chiquitita, que no todos tenían oportunidades y que eran la mayoría; que teníamos una obligación moral por haber nacido en la cuna que habíamos nacido”.
Emocionadas contaron (la entrevista original fue publicada en el número 675 de la revista Proceso, del 9 de octubre de 1989, bajo el título Los hijos de Maquío: Cómo nos politizó papá) cómo ganaron, convenciendo a los hermanos menores, la votación en contra de la candidatura presidencial de su padre, en una elección familiar celebrada en la playa El Tambor, que se efectuó para “ir tanteando el vado”. Seis a cuatro fue el resultado. Todas las mujeres votaron en contra; estaban muy resentidas y enojadas por el resultado y formas de la campaña por la gubernatura de Sinaloa contra el priista Francisco Labastida Ochoa, en la que involucró a toda la familia.
Ellas contaron también que armaron “un complot” para evitar que su padre fuera el candidato del PAN. El complot consistió en buscar a los mejores amigos de su papá y pedirles que hablaran con él y lo disuadieran. Les resultó contraproducente.
El Maquío fue el candidato del PAN a la Presidencia de la República en 1988, cuatro años después de haber ingresado formalmente a ese partido, invitado por Carlos Castillo Peraza y azuzado por Jorge del Rincón, su tío y compadre, panista de toda la vida, y luego de que el líder empresarial se sintió traicionado por el presidente José López Portillo por la estatización de la banca, a quien intentó ayudar.
Hace 27 años, siete de diez hijos de Manuel Clouthier militaban en el PAN; uno se declaraba sin militancia política y dos eran menores de edad. Cuando el reportero preguntó a las mujeres Clouthier Carrillo si iban a seguir en la política luego de haber enterrado a su padre, casi al unísono gritaron: “¡Claro que seguiremos. Ésa es una pregunta sin sentido!”.
Hoy, cuatro de los diez hermanos están en otra campaña presidencial: Tatiana, coordinadora de la campaña de Andrés Manuel López Obrador; Manuel, candidato independiente al Senado; Rebeca, candidata del PAN a la alcaldía de San Pedro Garza García, Nuevo León, y Lorena, apoyando la candidatura presidencial de Margarita Zavala.
En aquella entrevista, Lucía Clouthier Carrillo, quien entonces apenas tenía 20 años, explicó que para su familia la “Política, con mayúscula, es luchar por el respeto a los derechos, a los valores y a la dignidad humana. Los partidos, las agrupaciones, las asociaciones son medios, trincheras”.

X