Opinion

Escote y debate

Sergio Sarmiento

2018-04-19

"Querida mía, ¿has tratado de demostrar la existencia de Dios sin tu escote?"
Brandon Sanderson

Ciudad de México.- Es triste, pero cuando la gente recuerda los debates de candidatos presidenciales de nuestro país casi inevitablemente menciona a "la edecán". Se refieren a la breve presentación en el debate del 6 de mayo de 2012 de Julia Orayen, una atractiva mujer que llevó a los candidatos las papeletas del sorteo del orden de participación y que iba enfundada en un ajustado vestido blanco de amplio escote.
Orayen declaró después que nadie le dijo cómo vestirse. La noche del debate, sin embargo, se cubrió con un abrigo o una gabardina mientras esperaba su turno para quitárselo en el último momento, ya para salir al escenario, cuando nadie podía detenerla. Enrique Peña Nieto la vio venir y clavó los ojos en su atril para no salir en fotos y videos mirando a la chica, pero Gabriel Quadri no pudo evitarlo. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. La BBC publicó al día siguiente un reportaje sobre "el escote que ganó un debate presidencial". La nota fue la edecán y no las posiciones de los candidatos. El daño ha sido duradero. Muchos comentarios en redes sociales sobre el debate del próximo 22 de abril se refieren todavía a la edecán.
Es una lástima porque los debates son importantes. En el de 1994 Diego Fernández de Cevallos sorprendió por su enérgica oratoria y se convirtió en una real amenaza para el priista Ernesto Zedillo. Los debates, y el debate sobre el debate, del 2000 le permitieron a Vicente Fox venir de atrás y lograr lo que parecía imposible, la primera derrota del PRI en una elección presidencial.
En 2006 Andrés Manuel López Obrador, quien empezó el año con 10 puntos de ventaja, llegó todavía tres puntos adelante al primer debate, pero decidió saltárselo; después estaba ya un punto abajo (entrevista con Roy Campos). En 2012 los debates ayudaron a bajar la intención del voto de Enrique Peña Nieto, aunque no borraron su ventaja, e hicieron que López Obrador rebasara a Josefina Vázquez Mota para ocupar el segundo lugar.
Este año tendremos tres debates en lugar de dos. El primero se realizará el próximo domingo con un formato nuevo, más dinámico y televisivo que en el pasado, aunque no hay formato perfecto. La idea es generar una discusión animada y, sobre todo, esclarecedora de las posiciones de los candidatos.
Este primer debate se llevará a cabo en el Palacio de Minería, un hermoso edificio de fines del siglo XVIII y principios del XIX que, sin embargo, quizá no sea el mejor escenario. Un buen estudio profesional ofrece siempre mejores condiciones de producción para lo que, al final, es un programa de televisión.  
López Obrador llega al debate en un cómodo primer lugar en las encuestas. Esto lo volverá foco de ataques y cuestionamientos. Es natural, les ocurre a todos los punteros. Andrés Manuel no es un buen polemista; habla despacio y meditado, pero tiene un lenguaje llano que alcanza a la gente del pueblo.
La mayor parte de los votantes ya decidió su voto. Sin embargo, los debates pueden definir a los indecisos, lo cual es crucial en una elección. Algunos son persuadidos por los argumentos, muchos más por quién les cae mejor. Los debates sirven para crear una relación personal entre candidatos y ciudadanos. Mucho dependerá, por supuesto, del tan odiado rating. Un debate sin público se vuelve irrelevante; también un debate que no gana un candidato sino un escote.

Sin Castros
Por primera vez desde 1959 el gobernante de Cuba no se apellida Castro. El nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel, fue ratificado por 603 de 604 votos en la Asamblea Nacional. Los diputados, a su vez, fueron electos como candidatos únicos tras ser aprobados por la Comisión Nacional de los Candidatos, o sea, por el Partido Comunista. No es un sistema precisamente democrático.   

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