Opinion

¿Qué hacemos con el suroriente?

Elvira Maycotte/
Escritora

2018-04-10

Como un sueño que en algún momento ha dibujado una sonrisa en su rostro ¿a poco no ha pensado ganarse una casa en una rifa? ¿Verdad que sí? Estoy segura de que no lo sabe, pero déjeme decirle que usted ya está emboletado.
Le cuento y le doy algunos detalles. En 2010, Inegi nos dijo a los juarenses que de las poco más de 450 mil viviendas que había en Juárez, aproximadamente 111 mil estaban desocupadas. ¡Una barbaridad! ¡Imagínese! Esto equivale a que una de cada cuatro viviendas estaba sola. También esto significaría, de manera muy simple, que si en promedio en Ciudad Juárez en ese año vivían 3.7 personas en cada casa, podríamos invitar a unas 415 mil personas a que se vinieran a vivir a nuestra ciudad pues ya tendrían dónde alojarse ellas y sus familias. Solo para que tenga una idea, ello equivale a cerca de la mitad de la población de la ciudad de Chihuahua, o bien, si las cifras oficiales nos dicen que Parral tiene una población de 109 mil 510 habitantes… ¡podríamos alojar casi a cuatro Parrales en esta frontera!
A lo que voy es lo siguiente: noticias como con la que amanecimos no hace más de dos semanas sobre la violación de una joven que se atrevió a caminar sola entre casas solas y lotes baldíos de esa zona no son poco frecuentes. ¡Es sumamente injusto! Quisiera idear no mil, sino solo dos o tres soluciones viables que ayudaran a menguar esta situación. Con todo esto quiero decirle que el problema no es menor y que en una mala noche de desvelo se nos pueden venir a la cabeza mil ocurrencias cuando nos asalta la pregunta ¿qué hacemos con el suroriente? Pensé, por ejemplo, que si es mejor que esas viviendas estén habitadas para que no sigan siendo un nido de ratas -de las que guste imaginar-, deberíamos promover entre las autoridades que organicen una rifa entre los juarenses para que, de esta forma, una de cada tres familias tuviera la oportunidad de incrementar su patrimonio con una casa. Vea usted ¡brillante idea! ¡Nunca en ninguna rifa tendríamos mayor oportunidad de sacarnos el premio mayor! O bien, que nos regalen una a mí y a otros dos vecinos y cada uno con su familia podría pasar una semana cada tres meses en ella ¡como si fuera tiempo compartido! Pero recordé que ahí no hay mar, solo arena… y horizonte. Volví a la realidad.
Luego se me vino la flamante idea de invitar a la mitad de los habitantes de Chihuahua a tener su casa cerca de la frontera, para facilitar sus fines de semana de compras del otro lado del río. Hasta pensé cómo se pudiera promocionar este gran botín inmobiliario ya que, por nombres rimbombantes, no paramos: Villas del Sur, Hacienda de las Torres… Tendría entonces que anunciar sus ventajas como: escuelas a 500 metros de tu casa, cercanía a servicios de salud de calidad, transporte público seguro y con horarios regulares casi en la esquina de tu casa, SEGURIDAD. Y recordé que desde años atrás hay niños que toman clases en aulas móviles, que las escuelas están lejanas a tu casa y que, además, no hay lugar para tu hijo; que las calles hechas apenas hace unos años ya desaparecieron y que las que aún sobreviven están llenas de baches: que las guarniciones de desquebrajaron, que las banquetas se desnivelaron, que del área verde, solo queda el área… polvorienta. Si sales de tu casa no sabes si alguna ruta te traerá de regreso, aunque sea derretido por el calor; que hasta el cableado o las puertas de tu casa pueden un día desaparecer; que un día puedes tú o tu hija -o hijo- regresar violada, o quizá, ya no regresar. Pero volví a la realidad nuevamente… no hay manera: nadie en su sano juicio desea vivir ahí. Solo aquellos que no tienen de otra, aquellos que un día pensaron en haber ganado una oportunidad.
Con esto deseo decirle: han pasado ya más de ocho años y la situación no se mejora, gobierno y sociedad hemos fallado. Los programas de recuperación de vivienda han sido por demás insuficientes, a grado tal que la situación ha empeorado y ahora se tienen nuevas problemáticas que se deben atender pues se han diversificado volviéndose más complejas; en la sociedad hemos perdido hasta los valores más básicos de respeto. Y si, con una alta posibilidad de ganar, después de que ha leído mis palabras poco cuerdas yo le preguntara ¿le entra a la rifa de una casita por allá? ¿Usted qué me contestaría? No lo culpo.

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