Opinion

Contratando a Walt Disney

Vianey Esquinca/
Analista

2018-04-08

Ciudad de México.- En medio del hartazgo ciudadano, el pasado 30 de marzo requeteiniciaron las campañas electorales. Los pobres ciudadanos, que serán sometidos a una espotiza de 22.9 millones de spots durante 90 días, tenían la esperanza de que los aspirantes, en un ataque de compasión y misericordia, produjeran spots más entretenidos y menos acartonados. Algo que les hiciera más soportable la interrupción de sus programas favoritos por estos anuncios. Sin embargo, evidentemente no sucedió, lo que pinta un panorama aún más negro y deprimente.
Los candidatos recurrieron a lugares comunes, incluso parece que se utilizaron las mismas casas productoras. Respecto a la forma, ninguno se arriesgó. Todos ocuparon trajes oscuros y camisas blancas. Andrés Manuel López Obrador recurrió a la corbata, mientras que Ricardo Anaya y José Antonio Meade no. Lo más destacado fue que la independiente Margarita Zavala ¡dejó a un lado el rebozo! (Aleluya, aleluya), pero decidió utilizar un traje aburrido, al igual que sus colegas.
Anaya, López Obrador y Zavala coincidieron en el set de filmación. Los tres seleccionaron grabar sus spots en despachos. El panista escogió una sofisticada oficina a media luz, que perfectamente podría estar en Santa Fe o Polanco. El morenista, por su parte, repitió la fórmula de varios spots de 2012. Utilizó un lugar claro, con libros en el fondo y con una ventana que daba a un lugar boscoso (¿Los Pinos?). Zavala seguramente grabó desde su oficina particular, donde se puede ver una especie de biblioteca (yo sí leo, no como otros). Para hacerlo natural, la expanista le incluyó un toque de desorden y descuido (¿o así es todos los días?). Los tres, por cierto, ahorraron significativamente en la producción, pues su única propuesta visual es el cambio de planos de los candidatos.
El único que se salió de los despachos fue Meade. En uno de sus spots parece que sale del más allá, solo le faltó hielo seco para crear un ambiente aún más tenebroso. En los otros dos anuncios con los que inició oficialmente la campaña, el exsecretario de Hacienda sí tuvo interacción con la gente, incluso en estos primeros spots fue el único candidato que presentó más personas que a sí mismo. En uno de éstos se le observa reunido con jóvenes estudiantes a los que les habla de su vitiligo y la corrupción, pero a juicio de los encargados de la campaña de Meade, lo único que le interesa a los millennials es saber si habla inglés y si lee libros. En cuyo caso Anaya sería un candidato igualmente apto.
Respecto al fondo, López Obrador fue el único candidato que tuvo no uno, no dos ni tres spots, sino ¡cinco!: los de Morena y los de Zavala y Anaya, que lo mencionaron como el candidato a vencer. Publicidad gratis que habrá que ver si luego no quieren contabilizarlos ante el INE.
Meade abanderó el tema de la corrupción y Zavala, el de seguridad. Anaya prefirió irse por la tecnología, mientras que López Obrador decidió recordar que a) no pagaría la pensión de los expresidentes, b) que vendería el avión presidencial que no tiene ni Donald Trump y c) que él no era chavista ni trumpista, pero sí juarista, maderista y cardenista. Es decir, nada que no hubieran dicho antes los candidatos.
Después de ver los primeros spots, se solicita, se urge, se requiere, se suplica a todos los candidatos que, por favor, en nombre de la humanidad, le pongan más ganitas a los spots, que generen recordación, emoción, algo, lo que sea, que sean memorables. Pueden contratar a Walt Disney, Pixar, Dreamworks, Netflix o por lo menos Blim, pero hagan algo pronto.

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