Opinion

Pascua sin parques

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-03-31

Es triste que el Parque Central Poniente continúe cerrado este Domingo de Pascua, pero más triste, me parece, resulta el hecho de tratarse apenas de otro ejemplo sobre la escasa prioridad otorgada a los espacios verdes juarenses.
Las familias fronterizas no dispondrán de ese emblemático centro de esparcimiento para una de las principales fechas del año celebradas en comunión con la naturaleza. No habrá niños saludando a la jirafa Modesto, ni observando a los patos nadar, ni quebrando cascarones de huevo, ni disfrutando un día de campo con olor a carne asada, ni viendo retoñar los árboles, conociendo las plantas del desierto o descubriendo el vertiginoso aleteo de algún colibrí. Tampoco se podrá correr por los puentes mirando a los pies el agua ni ver la serenidad del lago o el chorro de la fuente caer. No, me temo, este año ha constituido un serio retroceso en lo relativo a espacios verdes en Ciudad Juárez.
Porque los tres meses que se anunció permanecería cerrado por rehabilitación el Parque Central ya se convirtieron en cinco y, según informó El Diario, el Gobierno del Estado apenas entregó a mediados de este marzo el anticipo a la constructora encargada de la obra. O sea, aún no hay fecha previsible de reapertura.
¿Dónde pasarán entonces el domingo las cerca de 45 mil personas que, de acuerdo con este medio, se reportó oficialmente visitaron en Pascua de 2017 el Parque Central? Al momento de escribir el presente artículo, el subsecretario del Gobierno del Estado en Ciudad Juárez, Ramón Galindo Noriega, se había retractado de declaraciones previas al informar que sí se estaba contemplando abrir al público en general la sección oriente -de uso exclusivo para los policías- a fin de recibir a las familias que hubieran acudido al Parque Central Poniente, dijo El Diario.
Ojalá, porque es difícil creer que El Chamizal resulte suficiente para dar cabida a decenas de miles de personas adicionales si se toma en cuenta que, de nuevo citando información de este medio, el año pasado más de 300 mil juarenses celebraron ahí la Pascua y varias familias apartaban la presente temporada desde tres noches antes un espacio en el histórico parque que en unos meses cumplirá medio siglo de vida.
¿Tres noches para asegurar un lugar en una zona arbolada donde convivir un domingo en familia? Este dato, creo, indica por sí mismo la magnitud del déficit de espacios verdes a nivel local. No en balde durante los últimos cinco años el rubro de “disponibilidad de áreas verdes y espacios públicos” ha ocupado consistentemente uno de los tres últimos lugares de satisfacción ciudadana en el capítulo sobre servicios públicos de la encuesta Así Estamos Juárez. En cuanto al “número de árboles”, en la edición 2017 del mencionado sistema de indicadores, los juarenses dan una calificación reprobatoria de 5.13, prácticamente la misma que a la calidad del aire, 5.12.
Está claro, deseamos más zonas verdes y estamos conscientes de la relación de éstas con un aire limpio. Y no se trata de una apreciación meramente subjetiva.
Según el Atlas de Riesgos 2016 del Instituto Municipal de Investigación y Planeación, Ciudad Juárez registra un déficit de 4.34 metros cuadrados respecto al mínimo de nueve metros cuadrados de áreas verdes que determina la Organización Mundial de la Salud -eso es casi la mitad de la superficie necesaria estipulada-. Sin embargo, de acuerdo con la misma fuente, entre las zonas verdes locales contabilizadas se incluyen plazas cívicas, instalaciones deportivas, espacios para actividades culturales y hasta estacionamientos, mientras que muchos parques se encuentran en condiciones deficientes. Por si fuera poco, se indica en el atlas, la mayoría de las áreas verdes juarenses se concentran en las zonas oriente y suroriente. Ah sí, también se señala la tendencia a la disminución de los ecosistemas vegetales en el municipio.
En conclusión, en términos reales contamos con menos de la mitad de los espacios verdes urbanos “mínimos” establecidos por la OMS -el organismo internacional recomienda entre 10 y 15 metros cuadrados por persona-. Y la situación no da indicios de mejoras.
Me temo que no estamos haciendo mucho al respecto. Por ejemplo, informó El Diario, más de cuatro mil árboles plantados durante el 2012 en terrenos de lo que fuera el Galgódromo de Juárez se secaron al abandonarse tres años después el proyecto de un bosque de convivencia en dicho predio. Y sigue habiendo planes de construcciones en El Chamizal. (Al menos no se ha concretado el megacentro comunitario proyectado en El Punto -sí, entre la nueva Central de Bomberos y el Estadio Olímpico Benito Juárez, antes también terrenos del parque fronterizo-).
Pero resulta que las áreas verdes no sirven únicamente para propósitos de estética o recreación. La vegetación, dicen científicos, captura el carbono y el nitrógeno de la atmósfera, contribuyendo a reducir la contaminación del aire. Asimismo, ayuda en forma substancial a mitigar el calor. Y esto no solo se debe a lo refrescante de poder descansar a la sombra de un árbol. Las plantas, señalan expertos, disminuyen la temperatura absorbiendo el calor del suelo y transpirando agua que se evapora en la atmósfera. Son unidades de enfriamiento por evaporación autónomas.
Sí, funcionan con agua. Pero gastan mucho menos que los aparatos eléctricos. Y hasta ese consumo del líquido por parte de la vegetación tiene ventajas a nivel local. Evidentemente, en Ciudad Juárez conocemos los desastrosos efectos de que el agua de lluvia tenga vía libre hasta las superficies bajas. Pues una de las razones de las serias inundaciones registradas periódicamente aquí es la falta de plantas. La vegetación contribuye a absorber las precipitaciones, impidiendo que se abran paso hasta los lechos de las calles. Perdónenme, pero regar árboles también es más fácil que modernizar una red de drenaje obsoleta desde hace décadas y reponer el pavimento.
Afortunadamente para los parques situados en las ciudades, la captura y la administración de agua de lluvia están volviendo a tomarse en cuenta a nivel mundial con el fin, entre otras cosas, de disminuir el escurrimiento del líquido. Parte de la denominada “infraestructura verde”, dichas técnicas contribuyen a mitigar la erosión del suelo, la pérdida de la biodiversidad, los problemas respiratorios… y las islas de calor urbanas.
Las islas de calor se generan en las superficies carentes de suelo natural, con concentración de actividad humana y alto uso de energía, de acuerdo con especialistas. No debemos de sorprendernos, entonces, por las temperaturas que estamos experimentando cuando apenas comenzó la primavera si ni siquiera hay vegetación en muchos de los escasos parques juarenses, ¿verdad?
Pero sí debemos luchar por nuestros parques. Visitémoslos, respetémoslos, monitoreemos sus condiciones y exijamos su mantenimiento adecuado. No permitamos que nos despojen poco a poco de esos indispensables espacios de vida, ni que sean relegados por motivos políticos o económicos.
Y no estaría nada mal si también cuidáramos nuestros jardines particulares.

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