Opinion

Llegar a viejo

Javier Cuéllar/
Abogado

2018-03-20

De acuerdo a cierta información histórica el promedio de vida del mexicano en 1910 era de 18 años, lo cual obedecía a muchas circunstancias entre las que podemos mencionar una alta tasa de mortalidad infantil, una deficiente atención a la salud y una mala alimentación. Muchas de esas cosas han cambiado para mejorar, entre ellas los avances de la ciencia médica observados en el último siglo de tal manera que el promedio de vida del mexicano en el siglo XXI es de aproximadamente 73 años. La población de México y de casi todo el mundo está envejeciendo.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud: “El envejecimiento de la población puede considerarse un éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico, pero también constituye un reto para la sociedad, que debe adaptarse a ello para mejorar al máximo la salud y la capacidad funcional de las personas mayores, así como su participación social y su seguridad”. El bienestar de nuestras personas adultas mayores se produce con una combinación de políticas públicas adecuadas y un mejoramiento de los hábitos y costumbres de higiene y cuidado personal que reflejan una mayor cultura, pero aún quedan muchas cosas por hacer.
Los que llegamos a viejos y comparamos nuestro actual estatus de vida con el que teníamos hace algunos años, tal vez bastantes años, concluimos con facilidad que llegar a viejos es sencillamente horrible pero hay algo aún peor, no haber llegado. Y sin embargo el novelista y ensayista francés André Maurois nos dice: “El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza”. Y si ya estamos aquí pues debemos de predisponer nuestro ánimo para pasarla lo mejor que se pueda, tal vez lo que sí es posible es vivir el resto de nuestras vidas con cierta dignidad y esto solamente podrá darse si los que hoy son jóvenes ayudan a los que hoy son viejos a alcanzar ese estatus de dignidad de vida recordando como dijo Joan Manuel Serrat: “Que todos llevamos un viejo encima”. Por muy jóvenes que ahora seamos y que los jóvenes “a lo más que pueden aspirar es a llegar a viejos algún día”.
Estamos en las vísperas de unas campañas políticas que nos llevarán a renovar la mayoría de nuestros liderazgos políticos y sería muy positivo que los diversos candidatos diseñaran planes de trabajo ejecutivos y legislativos para mejorar la atención que ahora se les da a nuestros adultos mayores, de tal manera que se superen en teoría las políticas contenidas en la Ley de los derechos de las personas adultas mayores, que en su tiempo promulgara el presidente Vicente Fox Quezada, y que de entrada no fuera letra muerta, una declaración de principios que nadie atiende y pocos conocen aunque sea de orden público y de aplicación general en toda la República Mexicana.
Creo que el abandono social en que mantenemos a nuestros viejos comienza en el seno de las propias familias que han desatendido o nunca adquirieron un sentido de solidaridad doméstica o familiar intergeneracional. Tal parece que a nuestros viejos, después de haberles sacado todo el jugo, los abandonamos en el desván de las cosas inservibles cual si fueran “fantasmas con memoria” que nos causan más molestias que cualquier otra cosa, no digamos ya si la salud de estos seres humanos se encuentra muy desmejorada.
El envejecimiento es un proceso natural, gradual, continuo e irreversible de cambios a través del tiempo. Estos cambios se dan en el nivel biológico, psicológico y social, y están determinados por la historia, la cultura y las condiciones socioeconómicas de los grupos y las personas. Por ello, la forma de envejecer de cada persona es diferente y, en muchos de los casos, bastante precaria.
En el caso de que la voluntad popular dé el triunfo a los candidatos que hoy se están postulando a los diversos puestos de elección popular en juego, es muy interesante saber ¿qué se proponen realizar en favor de las personas adultas mayores para resolver en la medida de lo posible su lamentable situación? El panorama está lleno de necesidades, pero esto debe verse como valiosas oportunidades de servicio.
Deberían de considerar nuestros políticos que toda persona mayor de 60 años es considerada adulto mayor y que técnicamente todos tienen credencial de elector vigente, razón por la cual constituyen un universo de votantes nada despreciable que inexplicablemente ha sido olvidado sistemáticamente por la mayoría de las fuerzas sociales y familiares. Debemos dar solución a ese olvido y reflexionar sobre el pensamiento de Fernando de Rojas que nos dice: “Nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan joven que hoy no pueda morir”.

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