Opinion

Tapas y salud

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-03-14

Yo he ido abriendo los ojos paulatinamente… muy paulatinamente. Por ejemplo, de niña creía que las ciudades podían crecer y crecer sin menoscabo alguno para el aire limpio o el cielo azul. Ya adulta imaginaba el cáncer una rara enfermedad de personas mayores. Ninguna de esas cosas es verdad, me temo.
Un día me di cuenta de que seguir construyendo edificios en áreas antes despobladas implicaba eliminar poco a poco esos paisajes en los cuales me perdía soñando al viajar por carretera, que los sembradíos se convertían en fraccionamientos, que tener vehículo -o vehículos- en cada familia era también despedirse de jugar en las calles y acostumbrarse convivir con el tráfico, el ruido y el smog.
El cáncer, supe luego, es una de las principales causas de muerte a nivel mundial, según la OMS. En México y el Municipio de Juárez es el tercer motivo de decesos, dicen datos de la Secretaría de Salud. Peor aún, en nuestro país constituye la segunda causa de muerte de menores de los cuatro a los 15 años, de acuerdo con la Facultad de Medicina de la UNAM.
Sí, el cáncer también puede atacar a niños de edad pequeña. Eso me lo dijo hace tiempo para sorpresa mía uno de los primeros presidentes de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer local. Me contó, también, que una vez curado su hijo él había decidido seguir colaborando en la organización tras darse cuenta de las difíciles situaciones de algunas de las familias de los enfermos. Había incluso quienes venían de fuera de la ciudad, agregó, a fin de poder tener acceso a un tratamiento prolongado y caro para sus hijos: eran familias sin servicio médico, de bajos recursos económicos y educativos.
Veinte años después, la actual Asociación de Padres de Niños con Cáncer y Leucemia (Apanical) sigue adelante en su labor de servicio, mientras que yo me he ido sensibilizando sobre las necesidades de nuestra comunidad y las consecuencias de un estilo de vida consumista.
Los tres temas coinciden, curiosamente. Apanical brinda apoyo a familias de menores con cáncer, la contaminación generada por tanto producto procesado está aumentando los índices de enfermedades y yo –espero- me he vuelto más humilde respecto a las vicisitudes de la vida.
Probablemente por eso valoro tanto el trabajo sostenido de la organización.
Obtener el dinero necesario para las operaciones sin fines de lucro es siempre complicado. Sin embargo, a nivel internacional, los padres de niños enfermos de cáncer han sabido reinventar sus estrategias de recaudación de fondos, contribuyendo al mismo tiempo a reciclar.
De acuerdo con El Diario, en Ciudad Juárez actualmente la campaña de recolección de tapas de plástico puede significar hasta cinco mil pesos mensuales destinados al tratamiento oncológico de más de 20 menores.
No se trata solo de respaldar a niños enfermos. Juntar esas tapitas de colores permite darnos cuenta de la cantidad de los productos desechables que tiramos a diario y hacer algo al respecto. En especial, los objetos tan pequeños como las tapas son difíciles de recoger una vez dispersos en la naturaleza. De ahí que impedir su acumulación como basura resulte todavía más crucial.
Una tapa limpia de agua, refrescos, lácteos o jugos -las tapas de productos químicos fuertes son difíciles de limpiar- es como una moneda, una moneda válida para contribuir a la salud de un niño y la limpieza de nuestro entorno. Juntar las tapas por color, además, incrementa su valor cuando Apanical las vende por kilo.
Las donaciones se reciben en las oficinas de la asociación, en los centros comunitarios y en algunos negocios, escuelas y dependencias municipales. Pero donar tapas debería ser una práctica mucho más generalizada, me parece. Su tamaño las vuelve manejables, livianas, fáciles de transportar. Hasta bonitas se ven.
Podrían juntarse en las instituciones educativas de todo nivel o en cuanto espacio público alcancen a visitar regularmente los voluntarios de Apanical, sirviéndonos para fomentar una urgente cultura de reciclaje. El reciclaje, a su vez, es uno de los primeros pasos a fin de tener una ciudad más limpia.
Esas tapitas nos enseñan el poder que tenemos para contribuir en la lucha contra una enfermedad seria y nuestra responsabilidad en la conservación del medio ambiente. Están al alcance de todos.

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