Opinion

La hazaña de caminar en Ciudad Juárez

Alma A. Rodríguez/
Académica

2018-03-11

“Ha de ser de hule”, “¿para qué cree que están las banquetas?”, “y luego si lo atropellan le van a echar la culpa al conductor”, son expresiones de molestia que comúnmente se dicen o se piensan al ver a alguna persona caminando por la vialidad. Cualquiera de ellas tiene su origen en una idea: quien no camina por la banqueta lo hace por gusto, por rebeldía o por la sola intención de invadir el espacio del otro. Esta idea no tiene fundamento, sin embargo, surge y se propaga debido a la ausencia de lo que en psicología se denomina como empatía, es decir, la capacidad de ponerse en los zapatos del otro.
Esta capacidad, se facilita enormemente cuando se tiene la posibilidad de vivir, aunque sea momentáneamente lo que el otro vive, por ello, se puede entender lo difícil que es que los automovilistas de tiempo completo supongamos si quiera lo que implica desplazarse caminando en una ciudad que no está diseñada para ello. Ese molesto peatón, que camina por el espacio vehicular, que cruza la calle por cualquier punto, que se atraviesa corriendo cuando uno va conduciendo a alta velocidad, y que no utiliza el puente peatonal, es al mismo al que el Reglamento de Tránsito obliga a realizar su actividad bajo algunas normas que en la práctica son imposibles.
Una de las hazañas que el reglamento solicita al peatón, en el artículo 106, es circular únicamente por la banqueta; según datos del Inegi, en ciudades mexicanas sólo el 35 por ciento de las manzanas tienen banqueta en todos sus lados, y en Ciudad Juárez, en específico, un 30 por ciento de las vialidades no cuentan con ella. Si consideramos además que de las banquetas existentes gran parte de ellas no son transitables debido a su mínima dimensión, a la mala condición del concreto, a los obstáculos existentes como botes de basura, árboles mal ubicados, postes, basura, escombro y automóviles estacionados sobre ella, nos encontramos con que una mínima parte de las banquetas son realmente transitables.
Una segunda hazaña que se le solicita a quien camina en esta ciudad es cruzar por las “zonas establecidas”. Usar los puentes peatonales es literalmente una hazaña, pues por el esfuerzo que implica usar la mayoría de ellos, quedan automáticamente excluidos los adultos mayores, las personas con problemas de movilidad en sus piernas, las familias con niños en carriola, y cualquiera que utilice algún dispositivo como muletas, bastón o silla de ruedas. Por otra parte, en los cruces en esquinas con 4 altos, la hazaña consiste en cruzar cuando no existe un espacio de tiempo entre los vehículos que vienen de frente, y los que dan vuelta, el reglamento marca que el automovilista que va a girar en un alto debe ceder el paso al peatón, pero esto rara vez sucede. Por último, tenemos los cruces en esquina con semáforo, sobre todo en avenidas como Las Torres, donde los semáforos, y por tanto los cruces se encuentran a distancias enormes uno del otro, esto duplica o triplica tanto la distancia como el tiempo que se debe invertir en cruzar la calle. Es de resaltar, que Avenida de Las Torres es una de las que tienen índices más altos de atropellamientos.
Estudios de antropología urbana y de movilidad peatonal han constatado que las condiciones adversas recurrentes a las que se enfrenta el peatón en su actividad han generado comportamientos de ajuste o “supervivencia”, muchos de los cuales se traducen en estas acciones que nos molestan, o que interpretamos como falta de educación. Ciertos comportamientos de ajuste, al ser necesarios a lo largo del tiempo, pueden llegar a convertirse ya en comportamientos automáticos o no reflexionados, es decir que, si durante repetidas ocasiones alguien se ha visto obligado a caminar por la vialidad por la mala condición de la banqueta, cuando haya una banqueta en buen estado, igual seguirá caminando por la vialidad. Esto, lamentablemente se convierte en un círculo vicioso que nos lleva a una convivencia vial desordenada, y lo más preocupante, insegura.
Este círculo vicioso en la convivencia vial debe romperse con mejores condiciones en la infraestructura peatonal y con educación vial, pero mientras las condiciones del entorno no mejoren, será difícil que se pueda aspirar a que los comportamientos en la movilidad se modifiquen. Se dice que hay una relación entre el ancho de las banquetas y el nivel de democracia de un país, algo para reflexionar.

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