Javier Cuéllar/
Abogado
El proditorio asesinato del tesorero municipal de Ignacio Zaragoza, el señor Guadalupe Payán Villalobos, a quien un comando de facinerosos sacó a la fuerza de su oficina a las dos de la tarde para después ejecutarlo ante la presencia de todos, acusa un modus operandi que denota un violento descaro que causa terrible escalofrío en la población entera, y rebasa un alto grado de violencia que no ha podido ser contenida por las fuerzas del orden en la entidad. Se observa un preocupante vacío del poder público que está siendo ocupado por las fuerzas del mal y que atiza el desconcierto entre una ciudadanía impávida que no puede creer que las cosas se hayan desbocado a este grado. Todos esperamos respuestas. Este crimen, aunado al de un alto dirigente empresarial cometido hace unos días, nos marca un índice delictivo difícil de superar, aunque uno ya nunca sabe cuál será la próxima estación, las cosas no habían estado nunca así.
Al mismo tiempo todos los partidos y agrupaciones políticas han realizado ya la selección de sus candidatos y se aprestan a participar en una de las más intensas campañas electorales de los últimos tiempos, y la verdad es que la ciudadanía espera planes y respuestas para hacer frente a la ola de violencia que nos está ahogando en los últimos tiempos. Al mismo tiempo Encuentro Social mantiene un promocional en el que pide que nuestros políticos se callen y que ahora escuchen a la ciudadanía, lo cual parece contradictorio.
Si estamos al arranque de una campaña política lo que se espera es que todos nuestros candidatos hablen, hagan sus propuestas y expongan sus planes de gobierno para que nos digan qué proyectan hacer para componer el estado de cosas existente. Es el tiempo de que hablen los candidatos para que la comunidad conozca sus intenciones de gobierno y pueda sopesar sus proyectos para el caso en que el voto popular los lleve a su pretenso puesto o escaño político.
Si los candidatos callan será muy difícil conocer sus intenciones. La población se encuentra azorada, aterrada, no encuentra ninguna salida ni mucho menos una explicación a tanta violencia desbordada, descarada y descarnada. ¿Qué vamos a hacer? Esa es la pregunta que todos nos hacemos y no encuentra respuesta en nuestros dirigentes. Las mismas fuerzas del orden y del desorden se encuentran desconcertadas y asustadas. Temen por sus propias vidas al igual que todos nosotros. Las respuestas deben venir de nuestras dirigencias y sólo el silencio nos responde.
El tema de la seguridad deberá ser unívoco en estas campañas electorales, a la comunidad le urge encontrar el camino de la paz y el orden. Las promesas de más progreso económico serán inconducentes mientras nuestra sociedad no recupere la tranquilidad, mientras la ola de asesinatos no sea detenida. De nada sirve una casa color de rosa que esté coronada por los crespones del luto que nos deja la crecida de violencia asesina que estamos padeciendo en todos los hogares de nuestra comunidad.
Nuestra problemática pública deberá de ordenarse en prioridades y por ahora lo primordial es detener la violencia criminal que nos asedia. El pronóstico es sombrío aun para las propias fuerzas del mal que están promoviendo o practicando esta violencia, porque bien lo dijo Gandhi: “Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. Y en esta perspectiva la racha de crímenes violentos tiende a empeorar, de una banda a otra o entre ellos mismos. Es indispensable el surgimiento de una voluntad pacificadora que introduzca en nuestra comunidad un principio de orden que debe venir del cielo, del infinito, tal vez del más allá o del inframundo para que traiga consuelo y reconforte a esta sociedad azorada que ya no encuentra reposo en nada. Nadie está seguro en ninguna parte, tal parece que el brazo del maligno es demasiado largo y puede alcanzarnos donde estemos, con quien estemos y como estemos, cualquiera que sea nuestra investidura o nuestro soporte de seguridad personal.
Juan Luis Vives nos dice: “La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla”. Y esta voluntad debe ser la voluntad política porque sin ella seguiremos precipitándonos al vacío de la violencia y la criminalidad, Sin la paz ni los malos pueden disfrutar de la tranquilidad necesaria para gozar de sus fortunas. Por eso Amado Nervo nos dijo: “Hay algo tan necesario como el pan de cada día y es la paz de cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo”.