Opinion

James y Nohemí

Juan Carlos Loera de la Rosa/
Empresario

2018-03-04

La Convención sobre los Derechos del Niño aprobada en 1989 por las Naciones Unidas (avalada por México en 1990) es el tratado sobre derechos humanos más ratificado en la historia, 195 países lo respaldan y tiene carácter de ley. Tiene como antecedentes la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño en 1924 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada en 1948 que implícitamente reconocía a los niños, pero fue hasta 1959 cuando de manera unánime se aprobó la Declaración de los Derechos del Niño. La diferencia sustancial entre Declaración y Convención estriba en que la segunda tiene un carácter vinculante y su cumplimiento es obligatorio.
En 2011, en nuestro país se elevó a rango constitucional el principio del interés superior de la niñez que obliga a que todas las decisiones y actuaciones del Estado garanticen plenamente los derechos de la niñez.
Hace casi cuatro años Nohemí Álvarez Quillay, una niña migrante sin compañía de tan solo 12 años murió cuando se encontraba bajo el resguardo del Estado mexicano. Nohemí con la vida rota había viajado desde Ecuador, aún le faltaban 3500 kilómetros para lograr reencontrarse con sus padres en la ciudad de Nueva York; durante su periplo Nohemí fue violada. En Ciudad Juárez estuvo en manos de un traficante de migrantes que casualmente fue descubierto por la autoridad quien canalizó a la niña a un albergue privado subrogado por el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Ninguno de los funcionarios incluido el Ministerio Público alertó sobre la delgada línea que separaba la vida y la muerte de la menor. Una grave negligencia del aparato burocrático de todos los nivele. El Instituto Nacional de Migración (INM), la Dirección Municipal del Migrante y la Fiscalía del Estado en su momento fueron responsables por omisión en el cuidado de Nohemí, además de graves violaciones a sus derechos humanos.
La estancia del pequeño James Martin Camacho (también migrante) de apenas siete años en esta ciudad corrió con la misma suerte que Nohemí, una coincidencia trágica e infortunada que finalmente lo condujo a su muerte. De nada sirvieron las numerosas dependencias que están obligadas a velar por la seguridad e integridad física y emocional de niños y personas desaparecidas. DIF, INM, la Procuraduría de Protección Niñas, Niños y Adolescentes, la Unidad de Investigación de Personas Ausentes o Desaparecidas de la Fiscalía General del Estado y el Gobierno municipal simple y llanamente actuaron con pasividad e inaceptable negligencia. James duró 33 días desaparecido, de los cuales al menos veinte estuvo con vida según la necropsia, misma que arrojó que la causa de su muerte fue por hipotermia. El campo algodonero donde fue encontrado James está relativamente cerca de la colonia donde se extravió. No fue encontrado oportunamente porque las técnicas de investigación y los protocolos para este tipo de casos no son aplicados con el rigor obligado, a pesar de tratarse de la vida de un ser humano.
La responsabilidad de los cuerpos investigadores y de la Policía Municipal dejan mucho qué desear, no obstante, la culpa no se les puede achacar a ellos pues son únicamente la punta del iceberg por la deficiente aplicación de políticas públicas que han resultado ser un fracaso rotundo en el cumplimiento al principio del interés superior de la niñez.
Si Riberas del Bravo fuera un municipio (en función del número de habitantes), estaría entre los diez más poblados del estado, equiparable a ciudades como Jiménez, Guachochi y Meoqui. Sin embargo, la atención oficial otorgada no es acorde al tamaño del núcleo poblacional, mucho menos a la precariedad a la que están condenadas la mayoría de las familias. El olvido y la marginación ha sido tal que el treinta por ciento de las casas están abandonadas, un canal de aguas residuales atraviesa las diez etapas del complejo habitacional, las calles son una cueva de lobos por su oscuridad, el transporte público es escaso e impredecible, un centro comunitario casi en desuso hace las veces de paliativo al desorden social, los espacios públicos están convertidos en un muladar y los funcionarios públicos aparecen por ahí cuando se trata de pedir firmas para la reelección o alguna otra coyuntura electoral.
El interés superior de la niñez no solo no se ha cumplido de acuerdo a las normas establecidas, ha sido ignorado y violado reiteradamente por las propias autoridades. La pobreza y todos los males que de ella se derivan son la consecuencia de un gobierno insensible y negligente ante esta problemática. Los niños además de vivir en una casa pobre, salen a jugar a una calle pobre, a un parque pobre y asisten a escuelas pobres. ¡Pobres en todos los sentidos!
Las deplorables condiciones urbanísticas de la zona abonaron en mucho al extravío de James, es ahí donde empiezan las violaciones a los derechos de la niñez, Riberas del Bravo fue planeado, autorizado y desarrollado con la complacencia de la autoridad, se engañó a miles de familias de trabajadores con la promesa de un patrimonio digno que hoy se ha convertido en una pesadilla.
Exigimos que el Estado mexicano brinde protección y seguridad a nuestros niños. ¡Jamás deberán ser soslayados en sus derechos!
Nohemí y James son parte del saldo ignominioso de un gobierno fallido.
"El futuro de los niños es siempre hoy, mañana será tarde". Gabriela Mistral.

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