Opinion

Suelta el 'hijo de puta' agobiado por estrés electoral

LA COLUMNA
de El Diario

2018-03-03

Con una carrera meteórica, que lo llevó a los 21 años a una diputación y a los 33 a la presidencia de la Cámara de Diputados, Ricardo Anaya ha sido colocado con un pie a la orilla del abismo. Es amenazado por la costra que cubre una vida privada supuestamente oceánica de millones mal habidos.
Desde el ‘hijo de puta’ entre dientes lanzado en la Procuraduría General de la República –que Diego Fernández de Cevallos se adjudica-, hasta sus pelucas en la boda de quien negó tres veces, el empresario Barreiro, y los viajes costosos a Estados Unidos mientras sus hijos estudiaban allá -125 viajes a Atlanta en 36 meses-, el candidato presidencial del PAN-PRD-MC no halla cómo respirar entre el cenagal sin espacio firme dónde colocar los pies y salir a flote.
Pero si sus enemigos, ya saben quién López Obrador, Margarita Zavala, José Antonio Meade, la PGR, el Cisen y otros más, lo inquietan, probablemente es el fuego amigo el que más debe arrebatarle el sueño.
Ahí aparece sin máscara Javier Corral haciéndole mosca con una caravana que opacó la campaña presidencial durante más de 20 días, tiempo supervalioso en una contienda que no prende en su beneficio, -estancada a varios puntos del primer lugar-, un Rafael Moreno Valle que negoció por una candidatura de su esposa, pero que se encuentra paciente, a la espera de un movimiento que le beneficie; y por supuesto, los calderonistas, algunos abiertamente apostados con Meade, otros muchos todavía pegados como amibas fatales en el estómago del propio Acción Nacional.
El problema de Anaya no sólo es legal, sino moral hacia el interior del partido. Su estancia en el mismo fue fruto de una lucha descarnada contra Gustavo Madero, y después contra Javier Corral, en una disputa de muy alto tono y lenguaje descarnado. Es una relación ríspida, de breves treguas sólo por conveniencia recíproca.
Inclusive en estos momentos en que el PAN necesita unidad, Corral rompe en el Consejo Nacional y asume posiciones balcánicas, de gran estridencia, que luego ‘disculpa’ por tratarse de asuntos internos. Todo bien medido, bien calculado.
Anaya debe convencer a los propios sobre la congruencia de su lenguaje anticorrupción. Debe trabajar la disuasión hacia la infantería azul que hace tiempo lo observa con ojos de duda aunque los bombazos mediáticos lleguen del frente enemigo.

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A los 21 años, recién incorporado al PAN, Anaya inmediatamente es designado en Querétaro por una diputación. Tres años más tarde, humildemente carga el maletín al gobernador como su secretario particular, después va al gabinete en el mismo gobierno. Luego lo hacen diputado local de nueva cuenta. Coordina la mayoría panista, y seguramente, por el gran poder acumulado, a una edad tan temprana, se siente más que gobernador. Luego fue presidente estatal del PAN. Paralelamente sus negocios florecen como lirios en la selva fértil.
De ahí brinca a una Subsecretaría de Turismo federal, a una diputación federal plurinominal, presidente nacional interino y luego presidente nacional del PAN por elección, donde derrotó a Javier Corral a punta de guerra sucia.
Un brinquito más, defenestrando al grupo Calderón, y aplastando a Moreno Valle, bajo la ficción jurídica de la coalición, se hace de la candidatura presidencial.
No tuvo ni un descanso en su meteórico ascenso. No hubo chance para la reflexión, para madurar. Para cuidar lo que hacía. Ni siquiera para someterse a un proceso interno de selección entre sus correligionarios panistas. No entendemos todavía cómo Javier Corral se siguió llamando ayer demócrata precisamente para defender a Anaya en la Ciudad de México junto con el llamado “Grupo Chihuahua” si todo Acción Nacional ha quedado infectado por los ‘dedazos’, incluido el que convirtió al queretano en abanderado presidencial.

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Los escándalos ahí están. Sus negocios, particularmente Cintla, lo persiguen.
Bajo la figura inmobiliaria constituyó una empresa para realizar operaciones en su natal Querétaro. Dónde más. La cuna de la Carta Magna.
Desde ahí se afianzó económicamente desde las posiciones de poder.
El negocio de moda, por el que se origina el video de la PGR, y antes la denuncia contra el periódico El Universal, es la venta de un terreno valuado en 54 millones de pesos.
En esa transacción, de acuerdo con el Sistema de Administración Tributaria, intervino una empresa vinculada a Manuel Barreiro, la cual es señalada como fantasma, es decir, que realiza operaciones falsas bajo la encubierta legal.
Luego entonces, la transacción fue una farsa para ocultar dinero, en beneficio del candidato presidencial panista.
La trama fue develada hace unas semanas con la declaración del SAT y las inmediatas desmentidas de Anaya. Dijo que no conocía a Barreiro. Craso error.
No terminó de negar tres veces al empresario cuando le sacaron el video donde el joven maravilla baila a sus 27 años con una peluca, en la boda de Barreiro, lo descobijan y lo exhiben. Por supuesto que lo conocía. Fueron compañeros en secundaria y preparatoria, y fue a la boda, porque su amigo Álvaro Ugalde lo invitó pues su hermana se casó con el susodicho.
Javier Lozano no se queda callado y revela: no sólo lo conoce, son compadres. ¡Gulp! Trágalo tierra.

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Por eso, el domingo, acompañado de los presidentes de los partidos coaligados, y su abogado, “El Jefe” Diego se presenta a la PGR para entregar por escrito una declaración, en la cual se deslinda de cualquier responsabilidad y conocimiento del truculento negocio.
Trató de dar un golpe de suerte mediático, presionando a la Procuraduría, pero el ‘hijo de puta’ lanzado ahí lo saca de balance.
Nunca debió pensar –hay tiburones mayores-, que la PGR se fuera a quedar de brazos cruzados, y en una decisión inédita, ¿ilegal? Difunde la dependencia por redes los 11 minutos del video que exhiben a un Anaya apocado, a un abogado que equivocó oficinas y destinatarios de oficios, donde reiteradamente se niega a declarar personalmente y lo hace bajo la seguridad del escrito. Iba a exhibir y lo exhiben. Salió chamaqueado.
Es inaudible si Anaya espetó el ‘hijo de puta’. Por lo pronto Diego lo asumió, pero el asunto causó más daño del que se trataba de evitar. Queda para el anecdotario.

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Haya dicho quien haya dicho la mexicana frase, el momento marca nueva pauta. Queda exhibida la desesperación en el equipo de Anaya.
La candidatura sigue frenada. Hay una incapacidad para aterrizar en la preferencia electoral. Despacito, pero Meade sube y “El Peje” se sostiene. Y la campaña formal aún no inicia.
La declaración de Fernández de Cevallos es escalofriante: sólo muerto quitan al queretano de en medio. El maduro abogado panista sabe de qué habla. Recuerda Lomas Taurinas.
La declaración expone el nivel en que se encuentra la situación, la guerra interna y la guerra externa, ambas de un tono mundanal que apenas es el comienzo, y que no tiene desperdicio alguno.
Material hay de sobra para ello. Nada menos es cuestión de voltear hacia Querétaro. El local del mismo Instituto Estatal Electoral de aquella entidad es propiedad de Cintla, una empresa que Ricardo Anaya reconoce como propia en su declaración 3de3.
Se trata del Conjunto Santiago, con una extensión de 3 mil 573 metros cuadrados, de los cuales el Instituto Estatal del Estado de Querétaro ocupa mil 378, y por los cuales paga una renta mensual de 197 mil pesos, que cobra en su mayoría el suegro del aspirante presidencial, Donino Ángel Martínez Diez (republica32.com).
Ni Cintla ni Ricardo Anaya aparecen en el contrato. Ni aparecerán.
Bajo esta sombra de negocios, el candidato busca repuntar con las dificultades de sostener un discurso anticorrupción que sea congruente ante las acusaciones, filtraciones y exhibidas, sometido a un intenso estrés por lo que viene, desgaste político mayúsculo, que por las vísperas, se anticipa será mucho más intenso de lo que hasta el momento ha soportado... Menos con esos compadres.

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