Cecilia Ester Castañeda/
Escritora
Un marzo más y la violencia contra las mujeres sigue siendo una realidad en Ciudad Juárez. No, ya no ocupamos el deshonroso primer lugar -en el 2017 esa posición correspondió a Acapulco, según fuentes informativas-, pero basta mantenerse atento a las noticias para darse cuenta de que aún nos falta mucho camino por recorrer.
De acuerdo con datos de El Diario, no había terminado enero y ya se habían registrado cinco mujeres asesinadas en el mes, el año pasado fuimos el tercer municipio del país donde se denunciaron más violaciones por cada 100 mil habitantes; Chihuahua es líder nacional en llamadas de mujeres pidiendo auxilio por violencia de género, Ciudad Juárez encabeza en el Estado en feminicidios y desde hace tres años ha repuntado el número local de homicidios de mujeres.
Se trata de un problema muy serio. Evidentemente, también es un problema añejo que no hemos abordado en forma eficaz e inmerso en un marco de violencia generalizada al alza. Sin embargo, las agresiones contra las personas del sexo femenino al mismo tiempo poseen características especiales y alcanzan de algún modo a todos. Porque cuando la mitad de la población es objeto frecuente de ataques como discriminación, gritos, insultos, golpes, hostigamiento, oportunidades laborales restringidas, violaciones y asesinatos, la comunidad entera tarde o temprano sufre las consecuencias.
A la llegada de la primavera la antecede la celebración el 8 de marzo del Día Internacional de la Mujer. Es una buena oportunidad para reflexionar sobre el significado del género en la sociedad y la relación entre hombres y mujeres. ¿En el 2018? Preguntará alguien, ¿cuando las mujeres trabajan fuera de casa, votan, tienen acceso a anticonceptivos, boxean y hasta son candidatas a la Presidencia de la República?
Pues sí, porque en una ciudad que ha sido punta de lanza en la incorporación de la mujer a las actividades económicas siguen dándose casos, como uno reportado hace poco por El Diario a raíz de una vinculación a proceso. Además de golpearla en repetidas ocasiones, un hombre presuntamente agredió sexualmente a su esposa ante el hijo de dos años del matrimonio a fin de que el menor “viera cómo se trata a una mujer”, se informó.
El trato a las mujeres es algo que enseñamos a diario de muchas maneras. Se perpetúa tanto en el hogar como en la calle, en el trabajo, en las instituciones, en los medios de comunicación. Cada uno de nosotros lo hacemos en forma cotidiana a través de comentarios, actitudes, gestos, comportamientos, usos, leyes o costumbres validados con la práctica y la aprobación tácita de los demás.
Curiosamente, las agresiones de género más comunes son sutiles, señaló un experto a El Diario. “El tipo de violencia más frecuente y el que menos se expone es el de la violencia sicológica o el de la institucional y simbólica, que está inmersa en la cultura y legitima otros tipos de violencia como la física, lo que no permite estar generando estos procesos de concientización y denuncia”, dijo en noviembre durante la Conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia Mujeres y Niñas, el representante del Departamento de Desarrollo Humano e Inclusión adscrito a la Subsecretaría de Desarrollo Social en la Frontera Norte, Alejando Anguiano.
Por ello resulta importante concientizar. Más allá de misóginos declarados, adolescentes reafirmando su identidad o grupos totalitarios, no creo que haya mucha gente intentando someter en forma intencional a las mujeres. No, el peligro serio son los desapercibidos gestos habituales o incluso ‘por juego’ con los cuales en forma cotidiana se trata como ser humano de segunda a la mujer.
Por ejemplo, existe la práctica de brindar más educación a los hijos varones que a las hijas. También son muy comunes las expresiones como ‘no seas niña’ o ‘está en sus días’. En las películas, basta con contar a los protagonistas y personajes principales para darse cuenta quiénes ‘son’ los importantes. Y ha sido legendaria la parsimonia de las autoridades en la atención de los crímenes contra mujeres. Bueno, en México hasta los acosos sexuales han tardado en salir a la luz a pesar del movimiento #YoTambién surgido a nivel internacional desde el año pasado.
Las declaraciones de la actriz Karla Souza, en particular, muestran un aspecto poco mencionado sobre las relaciones entre mujeres y hombres. Souza aseguró en entrevista haber sido violada por un director al principio de su carrera. Cuando Televisa cortó nexos con el presunto culpable tras las declaraciones de la actriz, el cineasta negó haber actuado en forma indebida. “Que haya tenido una relación sentimental con Karla no me hace un violador”, aseguró, según los medios.
Más allá del grado de intimidad que haya habido entre ambos y de si efectivamente se trata del hombre al cual se refería la protagonista de “Nosotros los Nobles” esto me remite a las llamadas “violaciones en citas”.
Al parecer existe un problema cultural de comunicación entre hombres y mujeres. En parte, en él influye una serie de mitos sobre la sexualidad de las personas de ambos géneros o lo que constituye una violación. Dichos mitos, creo yo, se propagan a través de varios canales de mensajes basados en ideas erróneas -no fue violación si ella no dijo “no” y el chiste de la monja que quiere ser violada, por ejemplo-. Difundir los datos basados en hechos reales contribuye a mejorar la comunicación así como a evitar abusos.
No depende solo de datos, desde luego. El sexo se ha usado asimismo como herramienta de control desde tiempos inmemoriales. En una cultura machista, donde el poder y la fuerza suelen ser vistos como prueba de hombría, donde abunda el consumo de drogas -legales o no-, no es de extrañar que se victimice a la mujer.
Michael Ian Black sostiene en un artículo de opinión acerca de los asesinos masivos publicado en el New York Times, que las nuevas generaciones de varones estadounidenses están atrapados en un obsoleto modelo de masculinidad, llegando a sentirse confundidos o incluso aterrados ante las expectativas en evolución.
“El hombre que se siente perdido pero desea conservar su identidad masculina por completo solo tiene dos opciones: aislarse o sentir furia”, dice Black. “Hemos visto el potencial que el aislamiento y la furia tienen y lo que pueden provocar. Los tiroteos en las escuelas son las tragedias más públicas. Otros, en una escala menor, tienen lugar a diario alrededor del país; otro rasgo común entre los tiradores es su historial de abuso contra las mujeres”.
Sí, en cualquier rincón del mundo están relacionados todos los tipos de violencia. Por eso al solucionar las raíces de fondo de uno contribuimos a disminuir los demás.
Y cuando el problema se combina con factores institucionales reportados en Ciudad Juárez como la impunidad, falta de voluntad política, fondos insuficientes en las instancias de procuración de justicia y estadísticas incompletas, entendemos cómo se ha llegado a este generalizado grado de violencia de género.
La solución solo se alcanzará si afrontamos la herida abierta dándole la atención que requiere. En serio, en todos los ámbitos.