Opinion

La tragicomedia del transporte en Chihuahua

Carlos Murillo/
Analista

2018-03-03

Entre semana, por ahí de las tres de la tarde comienza la hora pico del tráfico. Andar en las calles de Juárez a esa hora es un auténtico viacrucis, porque coinciden las salidas de dos grupos de trabajadores: los operadores del maquilón y los burócratas de las oficinas de gobierno, eso hace insufrible el paso por las principales avenidas.
Aunque el tráfico no tiene lógica, dependiendo de la hora, casi siempre se carga en el rumbo de las colonias populares. Y, por alguna extraña razón, el viernes hay más tráfico y en quincena peor.
La gente se vuelve loca a esas horas. Salen disparados de sus trabajos como si no hubiese mañana, miles se detienen en las tiendas de autoservicio para comprar un caguamón o un seis de la cerveza más barata, no por nada somos el primer lugar nacional a nivel nacional en esa liga, ya que en Chihuahua se consume 20 por ciento más alcohol que en otras entidades, según datos que expuso en su visita al estado Manuel Mondragón, comisionado Nacional Contra las Adicciones.
Antes de hacer esa escala etílica, hay que resignarse a ir a vuelta de rueda hasta llegar a la casa. Según el Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP), el 28 por ciento de la población tarda entre 30 minutos y una hora en llegar a su casa y el 38 por ciento usa un automóvil, el resto usa el transporte público y apenas un 0.81 por ciento usa bicicleta (El Diario de Juárez, 23/VIII/2017). Nada que ver con Ámsterdam, la capital mundial del “bikefriendly”, donde el 75 por ciento tiene una bicicleta y un 50 por ciento de la población la usa a diario. En Juárez ser ciclista es un deporte de alto riesgo.
Regresando al tráfico, así es como la espera nos recuerda que el destino tiene las riendas de nuestra vida; aunque creamos lo contrario, son pocas las cosas que podemos controlar.
Por otro lado, el tráfico es democrático porque no importa quién seas, todos se tienen que esperar. No hay que perder de vista que “todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros”, como decía George Orwell en “La rebelión de la granja”, porque no es lo mismo esperar el verde del semáforo en una Lincoln Navigator 2018 que casi se maneja sola, que estar atascado en el tráfico en un Ford Fiesta 1986 con un motor reconstruido por el mecánico del barrio, a quien por cierto apodan “El Tuercas” y fracasa en sus trabajos una vez sí y otra también, como dice Kafka en la novela “Metamorfosis”.
En la calle, la gente se resigna al tráfico, pero nunca falta el que explota y avienta una mentada de madre, un claxonazo o acelera el motor para demostrar su frustración haciendo bufar el carburador, mientras, el diablo sale a pasear porque el conductor enojón ni avanza, ni se beneficia en nada, al contrario, se queda con los nervios peor de lo que estaban y con un litro de gasolina de 13.03 pesos menos en el tanque.
En fin, caer en el laberinto del tráfico parece mala suerte, pero tener un accidente en hora pico es peor. Eso demuestra que esta vida es un barril sin fondo, cuando parece que las cosas no podrían estar peor caemos otro escalón, esa es la Ley de Murphy. La mayoría de los accidentes viales en Juárez suceden por que los conductores textean mientras manejan, es tan grave el asunto que a nivel nacional ya se propuso que se tipifique como delito y se le sancione con hasta tres años de prisión, mientras que en Juárez se aumentó en 650 por ciento la multa por textear, que actualmente llega a dos mil 600 pesotes.
Por otro lado, en Juárez el parque vehicular se hace cada vez más viejo y tiende a circular ilegalmente; por la calle se ven miles con un pequeño cartón que trae letras rojas impresas en serigrafía, esos vehículos comprados en Estados Unidos como chatarra, casi siempre son modelos que no se pueden importar legalmente por el modelo antiguo y, además, fueron considerados basura para venderse por partes y aquí le acomodaron las piezas para hacerlos rodar aunque los títulos dicen “salvage”, por lo que no pueden circular en Estados Unidos porque son considerados inseguros. Ni hablar de la licencia de conducir, el engomado ecológico o del seguro contra terceros, esos son mitos del pasado para quienes traen un auto chocolate.
En ese sentido, es incomprensible ver a una persona quejarse de la corrupción y la impunidad con vehemencia y después subirse a un auto chocolate. Pero esas incongruencias son posibles porque las autoridades lo permiten y según los chismes hasta lo fomentan. Mucho más contradictorio cuando observamos que los autos ilegales están en los estacionamientos de los cuarteles policíacos o en la Fiscalía, ahí podemos ver a policías, agentes de Tránsito, ministeriales o funcionarios públicos subirse a sus autos ilegales. Es el Juárez mágico, donde la realidad supera la ficción.
Además de ilegal, el parque vehicular envejece en Juárez, según datos de la recaudación de rentas hay alrededor de 500 mil autos, de los cuales un 53 por ciento, alrededor de 250 mil autos son del año 1990 o anteriores, un 28 por ciento de 2000 a 2006 y un 18 por ciento de autos son del año 2007 al 2017, según reporta Cinthya Ávila en un reportaje publicado en El Diario en el 2017.
Para quienes van en un auto, ver por la ventana a 70 personas amontonadas en un viejo camión hace que el tráfico parezca un paraíso. Como dice la filosofía popular: “es peor andar a pie”. Así que tener un auto, -aunque circule ilegalmente- es mejor que andar en el ruterón, porque nuestro transporte público es pésimo e indigno.
Si hubiera un ranking de la mala calidad de los camiones, estoy seguro que tendríamos el primer lugar, con esto lograríamos otra medalla en el muro de la vergüenza. Por cierto, esta semana Chihuahua fue tristemente galardonada como la entidad con más asesinatos, 139 en los primeros dos meses del 2018, según lo registra el periódico Milenio, mientras que el gobernador Javier Corral se la pasa haciendo grilla en la Ciudad de México.
Entiendo que el transporte público es un negocio, pero para todo hay límites; de perdida que le den una limpiadita a los camiones, mantenimiento, algo. El transporte público está de mal en peor mientras que el director deTtransporte del Gobierno del Estado, Víctor Estala, fue cesado temporalmente por la Secretaría de la Función Pública hace unos días; hasta ahora no se sabe nada oficialmente, solamente que hay una investigación por irregularidades. El caso es que ni siquiera entre ellos se controlan, mucho menos van a controlar a los transportistas.
En Alemania, esta semana se anunció que el transporte público será gratuito para todos, en un intento por bajar los altos índices de contaminación de las grandes ciudades. Mientras que, en Chihuahua, el gobernador Javier Corral después de 15 meses el único cambio que ha logrado es que se deje de llamar ViveBús y ahora se llamará Metrobús Chihuahua (para que se parezca a la Ciudad de México), pero eso no sirve de nada para disminuir el tráfico, para llegar a otras rutas o para brindar un mejor servicio a los ciudadanos.
Ahora que vienen las campañas electorales a ver quién le entra al tema. Mientras hay que aguantarse la risa.

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