Opinion

El caudal ausente

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-02-28

¡Qué tristeza! El lecho del Río Bravo ya se convirtió en pista de carreras ilegales de vehículos todo terreno, informó recientemente El Diario. Es un uso lamentable del cauce emblemático en la historia de dos países y una penosa consecuencia de la situación actual.
Porque el Río Bravo se cuenta entre los ejemplos más claros de deterioro ambiental en todo el continente americano. Es también, quizá, la evidencia geográfica más palpable sobre dos siglos de relaciones bilaterales entre Estados Unidos y México. Y precisamente en Ciudad Juárez hoy está seco.
Claro que el cuarto río más largo de Norteamérica, el número 20 en el mundo, no se encuentra así a lo largo de sus aproximadamente tres mil kilómetros de extensión. No, el cauce nacido en las montañas de Colorado que desciende cruzando Nuevo México hasta delimitar la frontera binacional a partir de Ciudad Juárez no fue bautizado pensando en la futura temeridad de pilotos inconscientes de “buggies”, sino por su propio carácter indomable que año con año convertía en fértil suelo una extensa zona de la presente región fronteriza al inundarla.
Así como las condiciones imperantes hace milenios permitieron que las crecidas del legendario Nilo dieran paso a una de las primeras civilizaciones de la humanidad, nuestro tiempo marcó al Bravo. El Nilo forjó un imperio; el Bravo fue motivo de disputas territoriales, entre entidades de un mismo país y entre naciones. Al final, ambos terminaron sometidos conforme los asentamientos urbanos se extendían y el dominio sobre la Naturaleza se interpretaba como progreso.
Hoy resulta increíble creer que en el siglo XIX el ejército de Estados Unidos contemplara llegar a navegar por nuestro tramo del Río Bravo, como se asegura en Wikipedia, o que poco antes de 1900 hubiera temporadas cuando no se alcanzara a distinguir una orilla desde la otra, como decían los habitantes del entonces Paso del Norte. Ciertamente en la actualidad existen zonas más caudalosas del afluente. Pero, aquí, en la primera ciudad construida sobre su ribera -a lo largo de cualquier lado de la actual frontera entre Estados Unidos y México, por cierto-, en la que sigue siendo la población más grande junto al Bravo, el impacto de los conflictos binacionales por el agua ha sido mayor.
Víctima de urbanización, agricultura, líneas limítrofes, tratados internacionales, canalizaciones y cambiantes tiempos políticos, ahora el río fronterizo se cuenta entre los 10 en mayor peligro, de acuerdo con el Fondo Mundial para la Vida Silvestre. ¿Quién negaría que precisamente a la altura de Ciudad Juárez y El Paso el cauce es emblemático de las relaciones internacionales a nivel mundial, del desprecio hacia la Naturaleza?
No son sólo los “freeways” elevados sobrevolando casi el lecho del río, ni las presas, ni las paredes de cemento, ni las vallas reminiscentes de la amenaza de un elevado muro, ni las compuertas cerradas lo que está matando al Bravo. Es también, creo yo, el aparente olvido institucional y ciudadano sobre la relevancia del afluente para la frontera.
Es como si hubiera desaparecido del consciente colectivo. Ya casi nadie camina a la orilla del río, no se puede bañar en él ni verlo siquiera. En la mente de muchos habitantes locales se ha transformado en un obstáculo cultural en vez de la fuente de vida que es. Con razón tantos juarenses usan las vías fluviales como basureros.
Necesitamos acercarnos al Bravo, literal y metafóricamente hablando. Hace falta ampliar nuestra imagen del cauce más allá de cruces fronterizos e inmigración ilegal, el destino del agua no debe interesar solo a los agricultores, el monitoreo anual de la calidad del líquido puede ser un encuentro multitudinario y la limpieza del río debe ser cosa de todos.
Para ello es necesario difundir las bondades del Río Bravo. Dar a conocer su historia, su esencia -su riqueza- es parte indispensable para fomentar su cuidado y apreciación.
BBC News informó sobre una cantante egipcia sentenciada hace poco a seis meses de cárcel por bromear que beber agua del Nilo provocaba amibas. No pretendo llegar a tanto en Ciudad Juárez. Pero, definitivamente, las autoridades deben tener claro a quién corresponde intervenir en el caso de faltas como la pista improvisada de carreras.

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