Opinion

¿Cuánta democracia aguantan?

Luis Javier Valero Flores/
Analista

2018-02-21

¿Cuánta democracia aguantan los políticos mexicanos?
No se trata de plantear este tema solamente a quienes hoy dirigen la administración estatal en Chihuahua, es un asunto del total de la clase política.
La respuesta es contundentemente contraria a los deseos de la sociedad, o de una parte mayoritaria de ella, la que generalmente participa en los procesos electorales -normalmente más de la mitad, cercana al 60 por ciento en elecciones de gobernador y un poquito más en elecciones presidenciales- que discute, se informa, opina predominantemente en las redes sociales, más otra parte, inmersa en la problemática social y que, sumados a otros segmentos han ido conformando una extensa red de ciudadanos cada vez más interesados en la “cosa pública”, los que, paradójicamente, se desencantan a pasos agigantados del mundo de la política, pero la partidista y la que tiene que ver, casi exclusivamente, en la lucha político-electoral y que, obviamente, se informa acerca de las actividades de los partidos políticos.
Los políticos mexicanos no aguantan nada de democracia.
Para evidencias de ello démosle un repaso a las elecciones de los candidatos a los puestos de elección popular en el país, de todos los partidos, pero de absolutamente todos ¡cero democracia!
Al contrario, en todos ellos la mejor prueba son el creciente número de políticos “chapulines”; son tantos, que parecen palomitas -las usadas preferentemente para comer en el cine- en la parte final de la cocción.
Tan extensa aproximación al tema tiene un indignante episodio.
No sólo por el afecto al Dr. Arturo Limón, sino por el reconocimiento realizado, no por el escribiente, sino por la comunidad de la Universidad Pedagógica del Estado de Chihuahua (UPNECh), delegación Chihuahua (capital) cuya mayoría de académicos, trabajadores administrativos y alumnos le hicieron a principios del año pasado al elegirlo, por mayoría, director de esa dependencia, en un ejercicio inédito, pletórico de enseñanzas de carácter democrático y cívico al resto de la sociedad chihuahuense y, especialmente, a su clase política.
Maestro de más de tres décadas, Limón, sin dejar de lado su espacio periodístico en el que, a menudo, es crítico ríspido del nuevo gobierno, trató de hacer valer el espíritu de la legislación que le permitió llegar a esa posición, es decir, impulsar, alentar la participación colectiva de la comunidad por él dirigida en los procesos de enseñanza-aprendizaje de quienes son los maestros titulados en busca de post grados en su materia, la enseñanza.
Parte fundamental de tal gestión es la de imbuir una cultura democrática en los maestros para que éstos, de manera natural, y como está contemplado en la legislación mexicana, la educación esté impregnada de esa cultura.
Todo lo anterior choca frontalmente con las concepciones de quienes hoy dirigen la educación en Chihuahua, interesados en la promoción de la educación privada y en la perpetuación de las formas y métodos autoritarios para educar, para gobernar, para relacionarse en la sociedad.
Pero no es lo único, tienen un verdadero problema con las normas legales y el respeto a los derechos de la gente, particularmente con la que tienen diferencias o pretenden hacer a un lado.
En el caso del Dr. Limón estuvo peor el asunto. El viernes anterior -día 16 de febrero-  en una reunión de la Junta Directiva se nombró al director de la Unidad Chihuahua, de la que era titular Limón, pero a éste se le notifica ¡hasta el lunes 19 de su remoción, cuando ya había nombramiento para otro!
Pero a Limón no se le había notificado, no sólo de su remoción, sino de las razones de su destitución, las cuales sólo hicieron públicas hasta el miércoles 21 de febrero, luego de que las protestas crecieron en varios de las unidades y que la petición había escalado a la exigencia de la renuncia de la rectora Victoria Chavira.
Y es esta funcionaria la que revela la esencia del diferendo: “Fue un error permitir que los estudiantes votaran” para elegir al director.
Está fuera de la ley, dijo el miércoles.
Pues se tardó poquito, más de un año, para impugnar tal hecho, tan contrario a las concepciones, modos y ritmos de quienes ahora gobiernan Chihuahua y que ahora llega al extremo de calumniar para justificar la destitución, que no se ha hecho efectiva por la oposición de la mayoría de la comunidad de la UPN.
La desgracia es que los gobernantes de Chihuahua no son los únicos.

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