Opinion

No perdamos el enfoque

Elvira Maycotte/
Escritora

2018-02-13

Siempre y para todo, el ser humano, su vida y su integridad deben ser privilegiados por sobre cualquier tendencia, moda e interés.
Si volteamos a nuestro alrededor encontraremos que las máquinas, aditamentos, edificios, infraestructura y una interminable lista de productos fueron creados por el hombre, ciertamente, para facilitar la vida del hombre. Sin embargo, debemos reconocer que para todo hay límites y para el caso de la dinámica urbana que vivimos también aplica: cuando el hombre empieza a ser esclavo de aquello que se ideó para facilitarnos la vida, las cosas están al revés.
Es una realidad que al estar inmersos en ambientes urbanos, poco a poco empezamos sentir lo antinatural, como natural. Y digo antinatural porque todo lo que está hecho en una ciudad, no estuvo ahí desde el principio, sino que fue producido por el hombre porque en algún momento lo consideró útil. Y entonces resulta que las calles, los vehículos, los edificios, el ruido, forman parte de una vorágine de elementos artificiales que nos envuelve y, sin darnos cuenta, empezamos a despreciar aquello que en lo fundamental está en armonía con nuestro ser. Créanme, no estamos hechos para el cemento y el asfalto, ni para respirar humo, ni para insensibilizarnos cada vez más ante el llanto de un niño, la violencia hacia una madre, el pobre pago a una jornada de trabajo. La ciudad nos va haciendo, sin sentirlo, insensibles.
De pronto se nos hace normal desplazar a familias enteras de lo que ha sido su hogar por décadas sin siquiera darles la justa retribución, sólo porque la ciudad o mejores opciones de inversión en ese suelo alcanzaron sus propiedades: gentrificación y especulación del suelo. O poco importa mandar a vivir al pleno desierto a quienes no tienen voz, porque el tiempo y andares que ello les provoca diariamente lo sufren de forma tal que pareciera que su tiempo y vida valen menos que las nuestras: marginación social. Si de recreación se trata, la práctica de imponer precio alto y estrategias de consumo para permitir el acceso a espacios que debieran ser públicos para borrar de ahí a la gente que no lo “merece”, se llama exclusión social. Estos son sólo algunos de “juegos urbanos” actuales, practicados legalmente que han mermado nuestra naturaleza y nos han vuelto una sociedad cada vez más polarizada, más indolente.
Quizá para algunos pensar en una ciudad caminable, diversa y accesible, con espacios diseñados con calidad en la que su voz sea tomada en cuenta, y atractores urbanos para todos, desde los niños hasta los adultos, que facilite la movilidad amable para llegar a donde se requiera y se pueda acceder a los servicios que necesitamos con realmente un mínimo de esfuerzo y recursos, en la que podemos encontrar oportunidades de desarrollo en mi calle y aún en mi propia colonia. Incluyente y segura, en donde igual puedan encontrar respeto los ciclistas como automovilistas, el peatón como las personas con discapacidades, puedan considerarlo absurdo y hasta llamarla utopía, pero no, no es así. Puede ser una utopía, pero nunca un absurdo y menos aún retroceso…  muy lejos está de serlo. Si así fuera, muero de envidia por soñar con un Ciudad Juárez que algún día pudiera llegar a ser tan “retrógradas” como Barcelona, como París, o Roma, que sin dejar de ser metrópolis mundiales con toda la competitividad y estilos de vida que ello significa, han encontrado la vía para detener la inercia del urbanismo enajenador para repensar cómo se quiere vivir, hacia dónde se desea ir. Los modelos urbanos actuales han erradicado nuestra sensibilidad a grado tal que se ha enterrado en lo más profundo de nuestro ser la conexión con lo natural.
Mas a toda acción, corresponde una reacción: sea usted más antinatural y siembre más calles: lo que lógicamente cosechará son carros, contaminación y frenetismo; olvide que el bien común forma parte del bienestar propio y recogerá más desconfianza entre unos y otros; valore más su tiempo y genere más resentimiento. Pero si usted, y yo, y muchos más llegamos un día a atrevernos a respetar y conceder un espacio, sea amable y seguro, a los ciclistas y peatones, seguramente se nos quitarán de encima algunos de esos malestares que día a día, lejos de facilitarnos, nos hacen la vida más difícil… Créame, el límite ya está rebasado, la ciudad, uno de los inventos más complejos del hombre, ya lo está convirtiendo en un esclavo. No perdamos el enfoque.

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