Opinion

Riesgos

Adela S. González/
Analista

2018-02-11

Un poco de atención a sucesos recientes, a noticias y comentarios que salen diariamente en los medios de comunicación dan cuenta de cómo el ánimo popular se está caldeando por la esquizofrenia política que se convertirá en tsunami si las autoridades y la propia gente no ponen cuidado y sentido común suficientes para contener el enojo notorio en un país con muchos millones habitándolo, donde la gravedad de problemas sin resolver es materia del discurso de políticos y candidatos en proceso electoral.
De las llamadas redes sociales, de las tribunas abiertas de radio y TV y en comentarios de periódicos y revistas, salen mensajes colmados de insultos, descalificaciones y sarcasmos, apasionadas expresiones contra partidos que han tenido el Ejecutivo federal en las manos; contra gobernadores o alcaldes que desagradan e igual contra diputados y senadores, funcionarios y otros conectados al poder. Incesante el intercambio de diatribas y acusaciones que impiden razonar fríamente sobre lo que necesitamos y ellos ofrecen.
El riesgo inmediato de confrontaciones viene de la agitación política de la que ya advirtió el candidato Meade. Es indispensable empezar una campaña de apaciguamiento e invitaciones a evaluar candidatos y propuestas sin ánimos exaltados.  Otros riesgos vendrán del resultado de las elecciones que no satisfará a todos y posteriormente, riesgo por ofrecimientos incumplidos que enfrentará cualquiera que declaren ganador.
Anima, que el unipartidismo del siglo anterior vaya eliminándose pues pareciera gesta en la conciencia ciudadana voluntad de decidir sin corporativismos o intereses que amarran el voto. Sin embargo, tan preocupante era el letargo de la hegemonía del organismo creador del asfixiante sistema corrupto, como la euforia multipartidista y de independientes que se vive a lo largo y ancho del territorio.
Particularmente se percibe ansia por entregar el poder a un candidato adelantado quien sintiéndose “el bueno” ya designó gabinete. Es el mismo que se proclamó Presidente; el mismo que desprecia las instituciones y se rodea de emigrados y desprestigiados políticos que nada abona a la posibilidad de buen gobierno.
Ante la eventualidad que plantean las encuestas revelando preferencia por este personaje, se vislumbra en el horizonte un gobierno dadivoso y protector, del que se dependerá hasta para la comida diaria sin preocupación de cómo conseguirla. La vida resuelta, pues.
La exigencia por la ganancia del voto como moneda de cambio será inmediata y sin tregua. ¿Tendrá el candidato puntero forma segura de cumplir lo prometido y cambiar estructuras de la noche al día sin suscitar protestas y bloqueos otrora por él mismo protagonizados? ¿Conocerá la fórmula de velocidad y distancia para aplicarla simultáneamente de norte a sur, costa a costa del país como tantas veces lo ha dicho? Vale para todos los candidatos.
Empezarán en breve las campañas formales vigentes hasta el 28 de junio con dos días posteriores para reflexionar sobre elegir entre “lo malo novedoso o regresar a lo malo conocido” (Ricardo Valenzuela, Asuntos Capitales).
La “Marcha por la dignidad” que de Juárez a la capital del país protagonizó el gobernador Javier Corral por justas demandas de los chihuahuenses, ha recibido críticas a favor y en contra. Medios nacionales fueron pródigos tanto en calificarlo de “verdadero triunfo” como descalificarlo por entregar el movimiento por “un plato de lentejas” (Carlos Marín, Milenio). Hicieron su aportación políticos opositores y oportunistas que lo denuestan sin cesar incluido el candidato priista en su visita a Chihuahua.
Javier Corral es el David que derrotó a Goliat, hecho que lo confronta paradójicamente a su desenvolvimiento como Ejecutivo estatal. Se le demandan acciones concretas de gobierno y más… mucha más atención a la violencia, entre otras impostergables.

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