Opinion

La Caravana o la Carabina de Ambrosio

Sixto Duarte/
Analista

2018-02-05

Hace apenas un par de semanas, el gobernador Javier Corral dio inicio a su “Caravana por la Dignidad”, es decir, una marcha hasta la capital, cuyo motivo fue la exigencia al Gobierno federal de recursos, así como la extradición del exgobernador César Duarte.
Desde un principio, esta marcha fue criticada por el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, pues señaló que las entidades federativas debían resolver sus diferencias por el cauce institucional, no por las marchas. Es curioso cómo la derecha tacha de revoltosos a los manifestantes si son de izquierda (reforma educativa, ley de seguridad interior, etc.), pero justifica otra marcha, precisamente como la de Corral.
Debo coincidir con la postura de Gobernación, en el sentido de que las instituciones deben actuar dentro de las instituciones. Corral debe entender que no es esto el “verano caliente” del 86, ni Maquío es candidato a la Presidencia. Si las exigencias hechas por el gobierno de Chihuahua, no encuentran eco en la Federación, ahí está los medios de control constitucional para hacerlas cumplir. Es muy evidente que la mencionada marcha no tenía un fin de justicia, sino un fin absolutamente político y electoral.
La marcha hizo varias escalas en nuestro país. En Gómez Palacio, la marcha fue agredida por un grupo de choque. Es reprobable el actuar de los porros que fueron a enfrentar la caravana. Sin embargo, necesariamente viene a mi mente en forma de recuerdo cuando, una vez ganada la elección, las huestes de Corral fueron a tratar de tomar Palacio de Gobierno, como la más salvaje de las turbas.
Nuevamente, una doble moralidad y un doble discurso de los defensores del gobernador. Por cierto, creo que tanto Francisco I. Madero como Gustavo Adolfo Madero se revolcaron en sus tumbas al ver cómo un descendiente de ellos, Gustavo Madero Muñoz, huía del montón de personas que le gritoneaban en una plaza de Gómez Palacio. El bisnieto no salió tan revolucionario.
Diversas voces se han manifestado respecto de la caravana. Recursos humanos y financieros se distrajeron para celebrarla. Ya sé que el argumento oficialista dirá que Duarte distrajo muchos más para el PRI. Pero entonces la pregunta es, ¿no se está convirtiendo Corral en lo que prometió combatir? Es evidente que la caravana fue un acto enteramente político-electoral. Funcionarios públicos dejando sus oficinas y labores en el Estado, para irse a pasear por todo el país. ¿No es esto también desvío de recursos? Tampoco creo que se deba ahondar mucho en el tema, pues la sanción social en México es selectiva.
Algunos de los argumentos defensores del corralismo es que hemos sido víctimas de la metrópoli, y la federación nos trata injustamente. Esto debe ser una reminiscencia de la época colonial, pues nos autocompadecemos y autovictimizamos por el malo del cuento, que es en este caso la federación. De ahí que muchos argumentan que el motivo de la marcha es parte del trabajo del gobernador. Considero que entonces no han leído ni la Constitución ni la ley orgánica. Con esos, ya ni siquiera es fértil debatir. Otros, por otro lado, celebran que la Caravana haya tenido como resultado la suscripción de un convenio entre el Estado y la Federación donde se transfieren recursos, se agilizará el pedido de extradición, y se entregará a Alejandro Gutiérrez a un penal federal. La pregunta es sincera, ¿de verdad son tan miopes? Todas esas cuestiones son de orden público, y por tanto, no están sujetas a un contrato o convenio. La ley no se negocia, simplemente se aplica.
Mientras se desarrolla la marcha, el Estado sigue bañado en sangre: siete sicarios liberados, pues para ellos no hay prisión preventiva porque no son duartistas; seis muertos en un palenque en las afueras de la capital, pero eso no importa a los apologistas de Corral, pues el gobernador está ocupado en la marcha. Bien dice un dicho que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. ¿Nos merecemos estar viviendo en este cementerio en que se ha convertido el Estado? Yo pienso que no, aunque la mayoría de la gente considere que sí, pues no tienen inconveniente con la inseguridad. Mientras el gobernador esté marchando y peleando con molinos de viento, no importa si hay más crimen. Irónicamente, la muchedumbre fúrica e irreflexiva quiere ver la sangre de la clase política correr, aunque eso nos cueste también sangre de las víctimas de la violencia, por la inacción de la autoridad. El gobernador está usando a las masas, como las usaron Hitler y Trump. A ver hasta cuándo se dan cuenta.

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