Opinion

Para frenar baño de sangre no hay caravana

LA COLUMNA
de El Diario

2018-02-03

El ambiente de confrontación que se vive en el país no presagia nada bueno. Son tantas y tan hondas las disputas planteadas desde Chihua-hua con el régimen; es tan alto el decibel prosaico de reyerta, que las razones no se escuchan.
Se van desdibujando los objetivos iniciales hasta convertirse en un simple pretexto para pelear, en una riña campal donde no hay vencedores, sino sólo vencidos: la caravana que culminaba el cuatro de febrero amenaza con una ampliación en tiempo y territorio: podría ir más hacia el sur.
El gobernador Javier Corral debería saberlo, y si lo sabe –como seguramente ocurre– no debe ignorarlo. Los frentes que ha abierto han rebasado el nivel del pleito político para avanzar en acciones de amenaza y atentado a la integridad de las personas, dejando de lado las instituciones y la ley, o más bien dicho, utilizándolas a conveniencia y cayendo en lo que tanto ha criticado.
Ahí están los casos de la “operación justicia para Chihuahua”, el enfrentamiento contra “la aristocracia hacendaria itemista” – donde hasta el exrector de la UNAM, José Narro, debió soportar la andanada de discurso rijoso y nada diplomático utilizado en el primer informe– y ahora, el resurgimiento del enfrentamiento con gobernadores, de su partido y de otros, tratando de llevar su lenguaje incendiario a otros escenarios, como ocurrió en Jalisco.
Todo ello, mientras Chihuahua se baña en sangre en hechos de harta violencia e impunidad, en medio de pifias graves, muy graves, como la de los siete sicarios de Namiquipa liberados; más de dos mil 400 muertos en lo que va de la administración, y un discurso de intolerancia al de enfrente, pero de suma complacencia e indulgencia con los errores propios, que se tratan de convertir –con una facilidad que da miedo– en complots de prensa amarillista, Maclovio dixit vulgaris.
Se le olvida a Corral que si él tiene a la fiscalía, el Gobierno federal tiene a la PGR, y que ésta, sin chistar, ya impuso las primeras multas a los responsables de la “operación Chihuahua”, como una llamada de atención, que puede escalar hasta convertirse en órdenes de aprehensión.
El primer frente abierto es el de César Duarte. Ganado a pulso desde el Senado, ambos personajes cayeron en una posición de ataque directo y sin matices. Se hizo personal el pleito y eso no es nada bueno para nadie. No buscaban vencerse políticamente, buscaban aniquilarse. La escena de ambos en riña campal en el Senado durante una comparecencia con motivo de la seguridad, aún está presente en el imaginario colectivo.
Ahí ambos tenían fuero. Ahora sólo lo tiene Javier Corral, porque Duarte ha tenido que huir, escondiéndose del poder que él mismo exacerbó y fortaleció en la discrecionalidad que al hoy gobernador le sienta bien, y que no desaprovecha espacio alguno para ejercer con toda la fuerza, no sólo de la ley, sino también del discurso y de las instituciones. Así en un exceso mandó colocar espectaculares que bajó poco después por una flagrante violación al derecho de presunción de inocencia y hoy viaja por aire todas las tardes para sumarse a la caravana y regresar por la noche a Chihuahua, con cargo al erario público.
No busca justicia, busca más poder, incluso a costa de la ingobernabilidad de su estado. Entendemos ahora porqué como senador nunca se paró en Chihuahua para cumplir con su papel de representante popular. La gubernatura es un medio, no un fin.

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Corral encerró a gentes cercanas, muy cercanas a Duarte y a mandones de la política nacional, que manejan cientos de millones de dólares, y que han amasado un alto nivel de operación en todos los frentes, financiero y político.
Es tanto el poder económico que Alejandro Gutiérrez de un día para otro tenía modo de afianzar su libertad garantizando los 250 millones de pesos que se le atribuyen como malversación.
Igual se dice que ocurrió con Ricardo Yáñez que presumía de un manejo económico de alto nivel proveniente de su padrinazgo con la maestra Elba Esther Gordillo y después con César Duarte.
Corral y su gente han caído en la personalización del pleito, trasladándolo a las familias, como ocurrió recientemente con el caso de las esposas de Antonio Tarín y Gerardo Villegas, éste último casado con una sobrina de Duarte: en el exceso, el nuevo amanecer traslada los pecados de Duarte a una sobrina, insistimos, personalizando y agudizando la disputa.
Luego llega el pleito con Hacienda, por los 700 millones, que muy pronto ascendieron a 780 y ahora el gobernador lleva la cuenta de 900 millones de pesos. Un recurso estrictamente discrecional que el Gobierno federal pauta sujeto a disponibilidad presupuestal, y por supuesto al factor político. Ni modo que no lo supiera Javier Corral, porque desde su escaño legislativo conoció de esas prácticas de los gobiernos de Calderón y Fox, con el famoso Ramo 23, que hoy se rasga vestiduras y critica con denodado énfasis grandilocuente, y extasiado, que lo impulsó a la caravana –primero se dijo marcha- hacia la ciudad de México.
Se dirige hacia Hacienda y la totalidad de funcionarios federales, presidente y ex presidentes, Conago, gobernadores de signo propio y distinto, con un lenguaje de enfrentamiento que olvida formas de política y conciliación: no deja puerta alguna de escape a la presión. La muestra es su lenguaje en el primer informe, con un José Narro impávido, en primera fila y un Anaya convertido en invitado de papel y oropel.
No hay tregua en discurso ni pauta en la confrontación, que no tiene límite. Se ha personalizado tanto, que extraña no haya ocurrido un desenlace fatal, o varios, de alto nivel. Sólo muertos le hacen falta a este pleito.
La última es la confrontación con los gobernadores que “lo han dejado solo”. Se introduce a las entidades y critica por igual corrupciones sin distingo. Aristóteles Sandoval, de Jalisco, se molesta y le espeta por Twister que necesita clases de administración gubernamental, y lo reta a comparar resultados: ¿Cómo reaccionaría Corral si un gobernador de otro estado le realiza un mitin en plaza principal sin ser invitado y lo acusa de ser parte de la mafia del poder?.
No somos ave de mal agüero, pero en un ánimo tan caldeado, poco falta para que ocurra algo trágico, dado el nivel de crispación existente.
En este contexto, Chihuahua olvidado. La calificación crediticia ha caído. La salud por los suelos, sin inversión significativa. La educación en el olvido y la demagogia en colegiaturas con fines electorales. La seguridad de miedo: dos horas antes del informe de Corral, en el Centro de Convenciones de la ciudad de Chihuahua, había ejecutados a un par de kilómetros de dicho lugar; y horas más tarde, otra vez ejecuciones, tanto en la capital del estado como aquí.
Los crímenes suceden con descaro en escuelas y frente a los niños, como ocurrió este viernes en Chihuahua, en la colonia Cerocahui.
Una violencia exacerbada que no tiene atención gubernamental, porque el gobernador se encuentra de cruzada político-electoral, mientras los chihuahuenses son asesinados. La excusa discursiva de no somos los más violentos choca con la realidad: más de dos mil 400 asesinatos de octubre de 2016 a la fecha y un diciembre verdaderamente de escándalo con 153 homicidios, el más alto en 2017.
Menos que un cacahuate le preocupa eso a Corral Jurado.

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