Opinion

Adaptarse, recuperarse, reinventarse

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-02-03

La resiliencia es uno de esos términos de creación relativamente reciente que parecen estar poniéndose de moda.
De súbito se escucha en los ámbitos más diversos: desde la ecología hasta los deportes; de la economía a la historia; de la sicología al urbanismo; de la fisiología a las instituciones. Y en el actual torbellino de cambios a todo nivel, en el 2015 Ciudad Juárez resultó seleccionada por la Fundación Rockefeller para subvencionarla como una de 100 ciudades resilientes en el mundo y el año pasado fue nombrada la ciudad más resiliente de México por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. Esta semana, informó El Diario, organizaciones de la sociedad civil, universidades y autoridades empezaron a diseñar la estrategia para fortalecer la resiliencia local. Esto va en serio.
Qué bueno. Si algo hace falta aquí es involucrar en forma proactiva a los diferentes sectores de la comunidad. Además concentrarse en el desarrollo de aptitudes que faciliten afrontar los desafíos de estos tiempos inciertos sirve de refuerzo a la participación ciudadana, factor generador de, bueno, mayor grado de resiliencia.
La resiliencia es definida de distintas maneras. Básicamente, se refiere a la capacidad de resistir impactos conservando un nivel elemental de funcionamiento. Los impactos, dicen investigadores, varían en sus manifestaciones y son provocados por elementos novedosos, interacciones dinámicas, inestabilidad o cambios. Pareciera la descripción de un mes cualquiera en Ciudad Juárez, ¿no es así?
Algo hay de eso. Precisamente, agregan expertos, al hallarse en un contacto tan estrecho con dos sistemas —y alejadas al mismo tiempo del gobierno central de ambos—, las fronteras suelen desarrollar en forma constante mecanismos de respuesta. Se adaptan, se recuperan, se reinventan. Son resilientes.
¿Cómo lo logran? De acuerdo con El Diario, la comisión de resiliencia presentará el mes próximo a consulta pública 44 propuestas de acciones concretas correspondientes a temas como espacios públicos, participación ciudadana, economía y turismo. 
No obstante, una de las características de la resiliencia es su variedad de fuentes, formas y tiempos. Esto significa que no hay nada escrito. Como las tensiones o turbulencias surgen a niveles diversos, también pueden tomarse medidas en varias esferas. Además es universal: de alguna manera todos la experimentamos en cierto momento. Cada uno de nosotros, entonces, podemos trabajar a fin de desarrollar herramientas que nos permitan estar mejor preparados para afrontar los impactos. Al movernos en varias esferas afectamos la resiliencia de los grupos que tocamos y la reflejamos. Saberlo, creo, empodera.
Hace unos años, cuando empecé a documentarme sobre medios para seguir adelante a pesar del entorno violento, descubrí el concepto de resiliencia sicológica. Ese enfoque me ayudó a dejar atrás la impotencia al concentrarme en acciones a mi alcance. Pero algunos de esos principios pueden aplicarse a la comunidad. Por eso incluiré varios de ellos en una lista de consideraciones con la esperanza de que sirvan de inspiración para generar mayores medidas a favor de una ciudad más resiliente.
Por ejemplo, tener presentes logros o momentos felices pasados permite mantener la perspectiva y el optimismo en tiempos difíciles. Es una de las razones por las cuales conviene conocer la historia de Ciudad Juárez. Nos ha tocado protagonizar muchos episodios cruciales a nivel nacional e internacional, por siglos hemos pasado de un momento de zozobra a otro. Saberlo cambia las cosas cuando llega una nueva crisis. Como dijo un concesionario de minisúper que con regularidad fue asaltado a punta de violencia durante los recientes años álgidos de la violencia, “si ya sobrevivimos a eso podemos sobrevivir a cualquier cosa”.
No se trata, claro, de vivir en el pasado. Poner atención a los triunfos de cada día no sólo es reconfortante, resulta básico para la salud mental y la claridad indispensable a fin de decidir en forma adecuada —por cierto, durante la última semana la selección femenil mexicana de futbol encabezada por una portera fronteriza ganó el campeonato mundial sub-20 y un catedrático de la UACJ obtuvo en España el premio Fray Luis de León por un ensayo sobre la literatura juarense—. Siempre hay noticias buenas y malas, pero cuando por momentos parecen dispararse los desafíos es más importante aun tener presente el otro lado de la moneda.
A veces ni siquiera es necesario que nadie haga nada. Al contrario, desconectar a veces el bombardeo de estímulos favorece un estado de serenidad. O basta con voltear alrededor —espero que haya usted visto la superluna y el eclipse que nos acaba de obsequiar la Naturaleza— para extasiarse sin necesidad de drogas. Sí, mantener algo tan elemental como la Naturaleza en el concepto de ciudad hace falta en más de un sentido. Recarga energía, contribuye a la salud, nos recuerda que formamos parte de un todo. Por eso, cuidemos los espacios verdes y fomentemos las actividades al aire libre.
Todo tiene que ver con sentirnos unidos: con el Universo, con la sociedad, con las personas cercanas. El vínculo que tenemos aun antes de nacer sigue siendo una de las principales fuentes de resiliencia a lo largo de toda la vida. El cordón umbilical se transforma en un lazo estrecho con nuestra familia y luego en las relaciones que llevamos con los demás. Ya sea en forma de arraigo, convivencia, empatía o recursos sociales, mantener los vínculos con la comunidad genera resiliencia. Aislarse, por el contrario, reduce ese escudo de protección. Procuremos aumentar las esferas de nuestras redes sociales —y no me refiero nada más a las de internet—. Apoyémonos unos a otros: informalmente, por medio de organizaciones e instituciones. Busquemos oportunidades de reafirmar nuestros nexos.
Otra forma de elevar la resiliencia es a través de objetivos. La fijación de metas no sólo permite la realización de obras y actividades que encaminan hacia un rumbo específico a la ciudad, cambia el punto de vista hacia la capacidad de sus habitantes y la sensación de logro. Cuando la energía se dedica a proyectos y a experiencias positivas, dicen los sicólogos, se mantiene un sentido de propósito. Si esto es importante en cualquier momento, no exagero al decir que durante las dificultades resulta crucial. Es la diferencia entre la impotencia y el control de la situación, entre ser actor con capacidad de respuesta o víctima y entre sentirse rebasado por las condiciones difíciles o ponerlas en una perspectiva más realista.
Todos formamos parte de la comunidad. De una u otra manera, las acciones de cada uno se reflejan en ella. Tenerlo en cuenta permite asumir con convicción nuestro papel de ciudadanos con el incentivo de saber que marcamos la diferencia a la hora de afrontar los desafíos.
Porque para una persona o una ciudad resiliente, las adversidades son eso: desafíos.

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