Opinion

Un país liberal

Sergio Sarmiento

2018-01-21

Ámsterdam, Países Bajos.- Con una población de apenas 17 millones de habitantes, los Países Bajos (que llamamos erróneamente Holanda por el nombre de una de sus provincias) han prosperado a pesar de carecer en buena medida de recursos naturales. El país fue una de las cunas del liberalismo. Aquí surgió el pensamiento de gigantes como Erasmo de Rotterdam y Baruch Spinoza. Desde el siglo XVII se convirtió en una de las grandes naciones comerciantes de Europa. Este pequeño país del norte de Europa, que ha sobrevivido a ambiciones y agresiones de vecinos mucho más poderosos, es uno los puntos de origen del sistema de libre empresa.
El país que por un lado nos dio a Rembrandt pero también a Vicent van Gogh, sigue teniendo un marcado talante liberal. Quizá lo explican sus puertos, Ámsterdam y Rotterdam, siempre abiertos al mundo y a marinos de mil lugares.
Los Países Bajos son uno de los mayores defensores de la Unión Europea, cuyos mercados abiertos son indispensables para su prosperidad. Sus autoridades toleran el uso personal de la marihuana en pequeños cafés de Ámsterdam. Fue éste el primer país del mundo en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. La prostitución es legal y, de hecho, las prostitutas se exhiben en pequeñas ventanas o vitrinas en la zona roja de Ámsterdam antes de llegar a acuerdos con sus clientes. El aborto fue legalizado en 1984. La eutanasia también se permite desde 2002.
Los Países Bajos deben su nombre al hecho de que buena parte de su territorio está en una planicie a nivel del mar o incluso por debajo de él. Los neerlandeses han tenido que construir diques e infraestructura para sobrevivir e incluso le han ganado terreno al mar. Quizá esto explica su laboriosidad. Quedarse cruzado de brazos, añorando los viejos tiempos, habría significado la inundación de este reino.
Por su vocación comercial, los Países Bajos han logrado convertirse en una de las economías más prósperas del mundo, la 12ª en términos nominales per cápita según cifras del FMI, si hacemos a un lado a Macao y a San Marino. Se encuentran, por otra parte, en el séptimo lugar del índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas. A pesar de su pequeño tamaño, el reino ha dado al mundo grandes grupos empresariales. Shell, hoy anglo-neerlandesa, tuvo su origen en los Países Bajos. Philips, Unilever e ING son firmas multinacionales que se ampliaron desde su base original en el país. Heineken es la segunda empresa cervecera más importante del mundo, apoyada por una participación de la mexicana Femsa. KLM, la aerolínea más antigua del mundo que mantiene su nombre original, ha convertido a Ámsterdam en un hub, un centro de conexión, muy importante y rentable, a pesar de que pocos pasajeros se quedan realmente en la ciudad. Elsevier es una de las mayores editoras de textos científicos del mundo.
Quizá la apertura y el liberalismo son inevitables en un país pequeño que carece de recursos naturales. Los mercados nacionales han sido insuficientes y las empresas han tenido que buscar fusiones para prosperar en un mundo hostil. Por eso vemos a una Shell aliada con británicos o a una Heineken con mexicanos. Pero para los neerlandeses, el liberalismo y la globalización vienen de una tradición muy arraigada. No en balde éste es el país de Erasmo y de Spinoza, dos pensadores que abandonaron los dogmas de la filosofía y las religiones tradicionales para enseñarnos que la tolerancia es la mayor virtud de todas.

Trump en Davos
Hoy llegaré al Foro Económico Mundial que contará este año con la presencia de Donald Trump, el presidente estadounidense que el año pasado se negó incluso a mandar a un representante. No hay nada más opuesto a Trump que el espíritu abierto y globalizador de Davos.

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