Opinion

Bicicletas en las calles

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-01-17

Probablemente usted conozca o haya oído hablar sobre la calle Lombard de San Francisco, California, cuya imagen es mundialmente famosa. Se trata de una pendiente donde se hacen tremendas filas para circular en automóvil por un sinuoso tramo de un sentido con ocho vueltas. Haga de cuenta el Puente Libre. Sólo que la Lombard está rodeada de jardines en vez de agentes malencarados.
Lo digo a propósito de los bordos pompeyanos construidos en la Bellavista para obligar a los conductores a bajar la velocidad. Originalmente, el diseño de la calle californiana se hizo para reducir la cuesta a efecto de poder ser transitada por los vehículos. Los bordos previstos para la céntrica colonia juarense se pensaron a fin de facilitar la circulación de los ciclistas, pero el resultado es similar: en ambos casos se obliga a los automovilistas a reducir la velocidad y zigzaguear.
Hasta ahí llegan las similitudes. En San Francisco, supongo, se sienten orgullosos de la emblemática arteria mientras que, informó El Diario, algunos vecinos y locatarios del Centro de Ciudad Juárez se mostraron en desacuerdo por el proyecto de 6.5 kilómetros autorizado meses antes por el Instituto Municipal de Investigación y Planeación.
Se entiende que implementar cambios en una zona tan concurrida sea recibido con recelo, sobre todo si no se tomaron medidas destinadas a amortiguar el impacto en los afectados o a vender, simplemente, el lado bueno de la idea. A nadie le gusta enterarse de que ya no podrá estacionarse frente a su casa, está claro. Pero quizá a todos nos agrade la posibilidad de un entorno menos ruidoso y más seguro para quienes no se trasladen en vehículos motorizados. Si en el proyecto se toma en cuenta la estética, mejor.
Más allá de el método, el plazo y la promoción empleados para establecer una ciclovía permanente en la ciudad, resulta crucial fomentar el uso la bicicleta. De acuerdo con el informe 2017 Así Estamos Juárez, sólo el 0.7 por ciento de la población se traslada con regularidad en bicicleta mientras que casi el 24 por ciento de los hogares juarenses cuentan con por lo menos uno de dichos vehículos. Sin embargo, sólo hizo falta circular la presente semana en las calles fronterizas para advertir la necesidad de medios de transporte más sostenibles.
Lograrlo implica desarrollar una cultura ciclista, aun entre quienes no sepamos ni andar en bicicleta. Hemos avanzado, aparentemente, a decir del ranking Ciclociudades elaborado por el Instituto para el Transporte y el Desarrollo México. Del 2014 al 2015 subimos de la posición 23 a la 18 de 30 zonas metropolitanas nacionales analizadas, empatando en 10 parámetros con ciudades como Chihuahua y Acapulco. 
Se ha notado, creo. De alguna manera los grupos recreativos que han tomado las calles en bicicleta y las ciclorrutas dominicales organizadas por el Ayuntamiento han dado una mayor visibilidad a los ciclistas y contribuido a reivindicar su derecho a circular en condiciones seguras.
Pero aún nos falta mucho: infraestructura, educación, respeto. Ayer veía a una automovilista pitando desesperada a un vendedor que se desplazaba en un carrito con bicicleta. En el 2016 Ciudad Juárez fue una de las ciudades latinoamericanas —la 77— con mayor número de víctimas fatales en accidentes viales con 4.9 decesos por cada 100 mil habitantes, dice el centro LA Network; datos del INEGI indican que más de 0.5 de esas víctimas iban en bicicleta. Según información de El Diario, la primera muerte vial del presente año fue un ciclista.
En lo personal, no me gustaría participar en otra plática como la que sostuve hace unos días caminando por la Triunfo de la República. Cuando por fin crucé rodeando una laguna después de esperar en una isla a que algún automovilista de los que iban a dar vuelta a la derecha provenientes del Pronaf nos diera el paso a una señora y a mí, comenté, “no nos vayan a mojar”. “Deje usted a mojar, a pegar”, dijo ella. “Yo voy al Hospital General. Ayer me atropellaron a mi papá. Le quebraron unas costillas, tiene un golpe en el hombro y en la cara… No se aguanta, le gusta mucho andar en bicicleta”. “¿Iba en bici?”, pregunté. “No”, me aseguró, “ayer no. Pero hace tres meses sí lo atropellaron en la bicicleta. Esa vez se fracturó las dos piernas”.

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