Opinion

Del Toro, la vida y la muerte

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2018-01-10

Nadie valora más la vida que los mexicanos porque estamos muy conscientes de la muerte, dijo más o menos Guillermo del Toro en la sala de prensa después de recibir un Globo de Oro como director de su película “La forma del agua”. De tener razón el cineasta tapatío, los juarenses agradecemos como pocos cada aliento.
El Diario informó que en Ciudad Juárez ha habido casi mil asesinatos en el transcurso de las actuales administraciones estatal y municipal. De acuerdo con datos de la Fiscalía General del Estado, se han perpetrado aquí 12 mil 798 homicidios en los últimos 10 años y 27 en los primeros cinco días de enero.
Ciertamente no se puede negar el efecto del repunte de presuntas ejecuciones en el estado anímico de los habitantes fronterizos. Como escuché recientemente decir a un asustado hombre a quien había acabado de llamar por teléfono su “hijo” secuestrado, ahora no son nada más los muertos, son los ataques contra niñas en las casas, son las extorsiones. 
Sin embargo la ciudad bulle de actividad. No han regresado las calles vacías de años pasados cuando parecía incierto el futuro de zonas habitacionales enteras y de las fuentes de empleo —esta misma semana, El Diario reportó un déficit de 15 mil trabajadores en las industrias maquiladora y de la construcción mientras que, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el porcentaje de pobreza bajó del 38.8 en el 2010 al 26.4 por ciento en el 2015 en Ciudad Juárez—. Algo debemos de estar haciendo bien.
¿Y cómo abordamos la vida?
Este domingo le preguntaron a Del Toro la clave para equilibrar el lado oscuro de la naturaleza humana con el carácter jovial y cariñoso del cineasta. “La preciosidad de la vida se mantiene pegadita a este lugar al que todos vamos irremediablemente”, señaló. “Todos en este planeta estamos subidos en un tren con destino a la muerte, así que vamos a tener belleza, amor y libertad. Creo que cuando se elimina uno de los dos lados de la ecuación, eso es falso. Cuando tomas en cuenta la oscuridad para narrar la luz, eso es realidad”. Lo dice un hombre que ha sufrido el secuestro de su padre y la desaparición de un pariente político.
Lo entendemos, creo. Los juarenses hemos seguido al pie del cañón reconstruyendo nuestra ciudad. Con suerte, de manera similar a Del Toro, quizá nosotros hemos aprendido a valorar este espacio de inmigrantes, fugas de agua, cielo abierto y crimen organizado.
Quienes recordamos con detalles los últimos 10 años, ahora gozamos al máximo el tráfico pesado, el ruido, las esperas para que nos asignen asientos en algún restaurant, las muchedumbres. Ya no renegamos —casi— por las responsabilidades familiares, ni las condiciones de nuestro trabajo, ni los vecinos latosos o los baches. Hasta el clima nos parece maravilloso: cuando cala el sol porque nos ilumina, cuando baja la temperatura porque sentimos el frío, cuando hace calor porque sudamos, cuando llueve porque nos mojamos, cuando hay tolvaneras porque se llevan el smog. Lo sabemos parte de estar vivos, vivos de verdad.
Dicen que quien se ha encontrado en peligro de muerte cambia su perspectiva sobre la vida. La ve cual un regalo, como ese milagro manifestado en cada detalle cotidiano que a veces da la impresión de ser positivo o negativo. Bueno, si algo hemos aprendido los juarenses a lo largo de la última década es que ese milagro nunca es seguro. No podemos darlo por sentado. Puede esfumarse de repente como la tranquilidad, el bullicio, la salud o el empleo.
Tal vez, entonces, hayamos aprendido la lección y aprovechemos más el tiempo. Justamente tanta muerte nos recuerda que no disponemos para siempre. Nos obliga a reflexionar sobre lo importante, cuestionándonos cómo gastamos nuestra energía y hasta dónde somos responsables del destino de nuestro hogar común.
Alguna vez Del Toro se refirió a la inseguridad que cimbró a su familia: “una cosa así te cambia la vida y te destruye todas las estructuras que tienes, pero te da nuevas”.
A los juarenses nos toca mantener nuestro equilibrio con todo y monstruos que son, como los de sus películas para Del Toro, “parte de nuestra imperfección y nuestros fracasos”.

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