Opinion

Cambiar actitudes, parte del cambio

Samuel F. Velarde/
Académico

2018-01-08

Los que venimos de formaciones académicas en ciencias sociales, sobre todo de la generación setentera, estuvimos influidos por corrientes marxistas de diversa índole.
Aún recuerdo a mis profesores sudamericanos (exiliados políticos) que se habían formado en Paris, en Santiago, Montevideo,  incluso en la Ciudad de México en la UNAM concretamente. Todos ellos nos hablaban de los cambios que las masas lograban a través de liderazgos centralizados, pero también de una lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Eran tiempos de la Guerra Fría aparte, donde la historia y el mundo se veían de hecho en blanco y negro.
Con el tiempo desde mi visión personal, en México, las masas, el pueblo o la sociedad civil como gusten llamarle, ha estado muy fuera del cambio como actor social preponderante –al menos en número-. Por diversas razones no ha tenido un protagonismo en incidir en transformaciones sociales profundas, benéficas para la construcción de un país más equitativo y democrático.
Hoy en día, cuando el país se debate en una crisis moral profunda, donde la incredulidad permea en los jóvenes y adolescentes mexicanos –ahí está el análisis de Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS por sus siglas en inglés) 2016. Se desprende de ahí que los adolescentes desconfían de los partidos políticos y no consideran que el ser buen ciudadano tenga que ver con la obediencia a la ley-. Nos hace pensar que se necesita una gran dosis de civilidad en el país en este sentido; porqué no decirlo, de cambio de actitudes, de una formación de valores desde el hogar.
En estos días de Navidad y año nuevo, donde la mercadotecnia influye en demasía y el afecto se ve transformado en objetos, tradición que si bien no es mala sí puede convertirse en mecánica y frívola, debemos hacer la reflexión de la necesidad de que la formación cívica a través del hogar es indispensable para los cambios sustanciales del país. Y lo anterior tendría que ver con cosas tan sencillas, aunque para muchos esto sea muy subjetivo.
Siempre pregunto a mis alumnos qué tanto en sus familias se les ha enseñado el valor de la limpieza comunitaria; es decir, cuestionar el espacio público en el sentido ambiental. Barrer el frente de la casa, no tirar basura, no ser un indolente en ese sentido. Pero también el valor de saludar, de entender que en un espacio urbano que se comparte, un saludo significa cohesión social, solidaridad con el otro, la posibilidad de entablar una comunicación que nos una, no que nos desuna.
O la capacidad de darle preferencia al peatón, ser civilizados con el que no posee un automóvil, tener sensibilidad para entender a la persona que transita por la banqueta y desea cruzar una avenida peligrosa.
Son muchas las actitudes tan sencillas que pudiéramos asumir socialmente para ser mejores, esto nos daría mucha capacidad moral para ejercer acciones más profundas y organizadas.
Debemos identificar qué situaciones son culpa de los gobernantes pero también asumir qué acciones cotidianas son culpa nuestra, pues con ellas lo único que hacemos es alimentar el caos y la deshumanización cotidiana. Alguien pudiera afirmar que somos engendro de un sistema, tal vez puede ser, pero de ser así, con más razón debemos cambiar actitudes como la única vía de comenzar un cambio en la base social y así, tener más elementos para el cambio en la cúspide social. En Ciudad Juárez, necesitamos mucho cambiar de actitudes.

samuelfvelarde@gmail.com

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