Javier Cuéllar/
Abogado
El año 2017 termina como el período más violento de los últimos tiempos después del fatídico sexenio de Felipe Calderón, registrando a nivel nacional cifras importantes de asesinatos violentos atribuibles mayormente a las purgas del crimen organizado mientras que sólo en Ciudad Juárez el número de homicidios ascendió a 772 eventos, lo cual nos coloca en una situación poco más elevada a los registrados en el año 2012 con lo que el grado de violencia crece peligrosamente.
Algunas autoridades se admiran del alto grado de violencia que se estableció en el país en la época del calderonismo pero si hacemos cuentas los índices de homicidios de ese sexenio se están restableciendo vertiginosamente sin que en la práctica hubiere una guerra declarada contra nada y sin que nuestras autoridades acierten a hacer otra cosa que no sea contabilizar las defunciones.
Ni Ciudad Juárez, ni el estado de Chihua-hua ni el país entero pueden progresar en medio de este baño de sangre que no tiene para cuando detenerse.
Eso nos obliga a concluir que el esquema de lucha contra el narcotráfico aplicado actualmente no ha dado resultados, y que por el contrario, ha desatado una violencia cada día más encarnizada que amenaza con envolverlo todo si no se decide a poner un alto a esta espiral de hemoglobina.
La nación va a entrar en un período de cambios políticos generalizados con la elección de más de tres mil nuevas autoridades pero ese evento electoral de ninguna manera significa un receso en la actuación de las actuales autoridades que tienen la obligación de restablecer la paz y el orden público en el país.
El poco respeto que se tiene por la vida humana es un síntoma de fragmentación de nuestra sociedad, que causa una peligrosa alarma porque los hombres necesitan de un clima de paz y seguridad para poder trabajar y realizar el fenómeno del progreso.
Muchas de las comunidades del país se han estado convirtiendo en zonas de guerra donde el desarrollo de la vida se ha tornado insoportable y la gente no puede vivir en un estado de zozobra. Un éxodo poblacional ya se observa en amplias zonas de la Sierra del estado de Chihuahua, donde las mafias han tomado como campo de batalla comunidades enteras en las que hacen imperar su ley de horca y cuchillo.
La impunidad ha sido un elemento que mucho ha contribuido a que este índice de violencia se eleve en el país y en nuestro estado, pues escasamente solo el dos por ciento de los homicidios dolosos terminan en una consignación ante un juez lo cual alienta a los malhechores a continuar con su mala racha.
El año electoral no da a las autoridades una tregua en espera de los nuevos gobernantes que asumirán su función hasta finales de este año, por el contrario, las actuales autoridades están obligadas a redoblar sus esfuerzos y controlar esta ola de violencia asesina para recobrar el orden constitucional aquí y ahora.
La paz es un elemento indispensable para la convivencia social, recobrarla es una obligación de toda autoridad, de hecho es su razón existencial primaria pues no se entiende el principio de autoridad sin el restablecimiento del orden y la paz pública.
El Dalai Lama nos dice que “el establecimiento de la paz comienza con la satisfacción de cada individuo”. Pero me da la impresión de que su concepción es muy limitada a la efervescencia social derivada de la miseria pero en nuestra sociedad actual las cosas son un tanto cuanto diferentes porque esta ola de violencia asesina no deviene de la miseria en que pudieran encontrarse algunas capas de la sociedad sino que es producto de la abundancia económica que genera el narcotráfico y ese es el problema que debe atenderse, buscar la forma de quitarle al trasiego de la droga su elemento de violencia.
Este nuevo año nos despertamos con la noticia de que el estado de California ha legalizado el uso dela marihuana para fines recreativos lo cual es un paso en el sentido de la legalización del uso de drogas. Tal como se observa, la guerra contra los estupefacientes se ha perdido con un saldo trágico para la sociedad. No tiene caso ya seguir por este camino empapado de sangre.
El debate nacional contra este flagelo debe acentuarse y decidir sobre las propuestas que al respecto se han realizado, es mejor decidirnos a cuidar la educación de nuestros jóvenes que limitarnos a sepultarlos en el panteón.
yatrogenia@hotmail.com