Sergio Conde Varela/
Abogado
Cada vez que se anuncian elecciones, los moradores de estas tierras, nos enfrentamos a una cruenta lucha interior, en la cual combaten cuerpo a cuerpo con furor, esperanzas y fracasos.
Con el solo anuncio del inicio preelectoral, la mercadotecnia empieza a rotar en la conciencia del elector, para poner en relieve la esperanza que tiene todo mexicano de alcanzar con un cambio de gobierno el mejoramiento de su vida personal, familiar y social, por los discursos en plazas, televisoras, internet, radiodifusoras, y demás medios que influyen en el ánimo ciudadano para optar por determinados candidatos para allegarse voluntades.
Sin embargo, los electores son estrujados por el lado izquierdo del cerebro que es quien controla la lógica y el cual le ordena al atribulado futuro votante “fíjate en lo que ha sucedido en la larga lista de los llamados servidores públicos cuyas promesas convertidas en palabras fueron llevadas a la zonas etéreas, sin cumplir una sola de ellas.”
Este tradicional y cansado caminar ha hecho que muchos hombres y mujeres vengan al desgano, a una repetición de más de lo mismo, el dejo, el comentario desganado, el mutis triste, rematando su estado mental en “nada nuevo bajo el sol”.
Algunos por alguna extraña vocación, llamado, dicen ellos, buscan de nuevo el puesto y sin rubor alguno dicen que lo hacen para el bien del pueblo, sin determinar qué entienden por pueblo, y como no hay órgano fiscalizador de promesas fincan su triunfo en la forma cómo sonríen, en los apretones de manos y en palabras que según dicen son inspiradas para servir, con campañas mediáticas millonarias para revivir la esperanza, convertida en fracaso total de difícil compostura.
Esto sucede de una elección a otra, muchas veces prostituyendo el voto mediante compra y sin pensar a fondo que los grandes intereses que nunca les da el sol de las campañas forzan y someten a los gobernantes que caminen como ellos desean, camino que no es otro que la defensa de los intereses y ganancias brutas que llegan de acrisoladas bóvedas de los presupuestos públicos.
Lamentablemente los incrustados en los gobiernos poco conocidos nunca han oído, lo que dice la sabiduría bíblica “vi el llanto de los oprimidos, sin tener quien los consuele; la violencia de los verdugos sin tener quien los vengue”, felicita a los muertos afirma el texto, que ya perecieron, más que a los vivos que aún viven y extiende sus casos a muchos más, pues solo tiene 2300 años de haber salido a la luz.
Desde luego que en la historia de las naciones entre otras la nuestra, han existido personajes que pese a sus errores como todos los tenemos, han podido superarlos, pero hay otros que no les importa ver en los botes de basura a cientos de hombres y mujeres buscar el pan cotidiano, producto de dirigencias gubernamentales insensibles al dolor humano.
Ejemplo de lo anterior a pesar de sus grandes fortunas y prácticamente con ingresos millonarios, los ex presidentes de México. Prácticamente en la 5ª parte del primer siglo XXI, estos ex hombres de estado, reciben su mensualidad con finas sonrisas y cuidados personales con guardianes que fluctúan entre 15 y 25 por mandatario con cargo al presupuesto federal, pagado por la gente. Este absurdo contraste nadie lo puede tocar porque se piensa que está ganado a pulso ¡Bah!.
Es de sentido común que las elecciones produzcan esperanza pero no por lo que en ellas se diga, sino por producir una nueva nación con un gobierno eficaz y justo. Debe ser profesional y entregado. Debe llevar a México a lo que le demanda su historia de ser una nación soberana entregada a la convivencia universal y al respeto mutuo. Ser el gran valor frente al futuro en que jóvenes y viejos participen con entusiasmo y sin miedo de fracasar. Con ello, el porvenir será seguro y firme. De verdad y… no hay más.
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