Opinion

¿Y si en lugar de la amnistía...?

Yuriria Sierra/
Analista

2017-12-08

Ciudad de México.– La historia es aterradora. Un pueblo en Portugal fue en busca de un tesoro. Un navío naufragó en la costa, cargaba con el equivalente a 40 millones de euros en cocaína, una media tonelada. Los habitantes se volvieron locos. No estaban listos. El consumo se elevó, el tráfico también. La policía tenía dos misiones: controlar ese mercado que se multiplicaba rápidamente y buscar la droga y a sus responsables. La gente, entre la ignorancia y la novedad, aseguran testimonios, llegó a utilizar la cocaína para empanizar los alimentos. No es literatura. Lo narran Macarena Lozano y Rebeca Queimaliños en El País. Preparan un documental al respecto. Esto ocurrió en 2001. El mismo año en que Portugal despenalizó el consumo de todas, absolutamente todas, las drogas.
Aunque la legalización no fue a raíz de lo ocurrido en aquella localidad de apenas unos siete mil 500 habitantes, la anécdota es una versión a escala de lo que ocurrió con el país años antes, luego de que saliera el régimen de 1974. Según cuenta Susana Ferreira en The Guardian, en aquel entonces la Coca-Cola estaba prohibida; con la apertura del gobierno apareció la otra coca, la cocaína, que frente a potenciales consumidores que no estaban listos ni conocían a precisión las implicaciones de su adicción, se hizo de un nicho. Pero no fue la única droga, también la heroína, rápidamente, se posicionó como una de las favoritas de los portugueses. Para finales de la década de los 80, el país tenía la tasa más elevada en infección de VIH. La cultura del uso de jeringas era nula. Una de cada 100 personas era adicta a la heroína. Fuera de Portugal no había un solo precedente de una batalla ganada frente al narcotráfico, menos aún sobre las adicciones. En Estados Unidos, en Colombia, en México, las políticas de combate estaban, están, enfocadas al debilitamiento de los grupos criminales. Una detención cada tanto tiempo, decomisos millonarios, campañas de prevención. Intentos que, para este momento, son vanos y resultan superfluos. Aunque al gobierno de Portugal le parecieron vanos en 2001, su política de despenalización dio impensables resultados: el consumo de heroína pasó de 100 mil a 25 mil personas en 16 años. Lo que hicieron fue comenzar a tratar la problemática de las drogas como una enfermedad: a los consumidores de heroína más aferrados les proporcionan diariamente metadona, un opioide sintético que los ayuda a mantenerse estables. Pasaron de los opioides ilegales a los sintéticos y medicinales. Eso ayudó a que las infecciones de VIH disminuyeran en 90%, porque los consumidores dejaron de inyectarse. Y, aunque a los traficantes se les sigue abriendo procesos penales y se les envía a la cárcel, el gobierno tiene ahora control de lo que entra y de la manera en cómo se consume. Es una política redonda.
Aquí escribimos que fue irresponsable —porque sí lo fue— la propuesta de Andrés Manuel López Obrador de ofrecer amnistía a los grupos criminales. Sin embargo, reconozco la capacidad del tabasqueño de poner temas en la agenda. No hubo actor político que no emitiera una reacción al respecto. Aunque, de entre todas las descalificaciones que escuchamos y leímos a lo dicho por AMLO, me faltó la propuesta. Si algo podemos sacar de ese derrape del aspirante presidencial es que, sin duda, lo que esperamos para la campaña electoral, es una o varias contrapropuestas. Es claro que a los grupos criminales no los estamos venciendo. También es evidente, y doloroso, que la problemática de la adicción está fuera de control: en los últimos cinco años se duplicó el consumo de cualquier droga en jóvenes de entre 12 y 17 años, informó hace un par de días el Consejo Nacional contra las Adicciones.
A nuestra coyuntura, además, tenemos que sumarle la de Estados Unidos. El consumo de heroína ya fue declarado como un problema de salud pública. Y mientras el gobierno estadunidense no esté dispuesto a implementar políticas que tengan efectos significativos en la industria del narcotráfico —no sólo dejando de aportar consumidores, también armas— no veremos disminución ni en los números de consumo ni en los de la violencia generada por el narcotráfico en nuestro país.
La amnistía es una puerta a la impunidad, como lo escribí aquí; pero hablar de ella es la puerta a un verdadero debate, en el que no se tenga miedo a hablar de la legalización. La campaña electoral está por comenzar, ¿quién de los aspirantes está dispuesto a lanzar la segunda carta?, ¿quién será el que voltee a revisar el ejemplo portugués?

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