Opinion

20 años

Pascal Beltrán del Río/
Analista

2017-12-05

Se han cumplido dos décadas de que tomó posesión el primer gobernante elegido por el voto popular y directo en la capital del país, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Parece increíble, pero hasta antes del 5 de diciembre de 1997, los habitantes de una de las metrópolis más grandes del mundo no sabían lo que era tener un mandatario que emanara de las urnas.
Hoy se llama Ciudad de México y ya cuenta incluso con Constitución propia. Pero en los años previos a la reforma que le dio capacidad de decisión a los chilangos se le denominó Departamento del Distrito Federal.
Aquella reforma no fue una concesión gratuita. Fue la secuela natural de años de lucha social que tuvieron a la capital mexicana como epicentro, cuyo origen bien podría marcarse hace casi medio siglo, en 1968.
Es innegable que el 2 de octubre de ese año y los meses previos se sembró una semilla cuyos frutos maduraron en la explosión de solidaridad ciudadana generada tras los terremotos de 1985, en el movimiento estudiantil contra la reforma del rector Jorge Carpizo en la UNAM pocos meses después, y en el apoyo que concitó la candidatura presidencial del propio Cárdenas en 1988.
Todas estas expresiones de vitalidad ciudadana hallaron cauce mediante un plebiscito impulsado por asambleístas y organizaciones civiles en 1993 con el fin de romper esa extraña anomalía de que la sede de los poderes federales estuviera excluida del más mínimo derecho democrático.
Sin duda, dos factores que hay que valorar es que ese tránsito se diera de forma pacífica e institucional, y que los gobiernos emanados de una fuerza política acostumbrada a la movilización hayan convivido con presidencias de partidos distintos, sin que ello afectara mayormente a la ciudadanía.    
Como bien recordó, el pasado domingo, la nota publicada en la sección Comunidad de nuestro periódico Excélsior,  también se cumplen 20 años de que la izquierda ha refrendado una hegemonía sustentada en los valores de reivindicaciones populares que se incubaron desde las décadas precedentes.
Salvo la ocasión en la que, impulsado por la ola foxista, Santiago Creel estuvo a punto de ganar para el PAN la Jefatura de Gobierno, nunca estuvo en riesgo el predominio del Partido de la Revolución Democrática, que a lo largo de estos años ha visto desfondarse, al grado de que ni siquiera su líder fundador forma parte de él.
Tal como ocurrió en 1987, cuando el dominio casi absoluto del Revolucionario Institucional comenzó a desmoronarse con la escisión interna llamada Corriente Democrática, la del PRD en la capital del país provino del desmembramiento que dio origen al Movimiento Regeneración Nacional (Morena), la fuerza política con mayores posibilidades de romper el invicto perredista en la capital.
Por supuesto, no se trata de una victoria cantada la del partido encabezado por el también exalcalde Andrés Manuel López Obrador. Está pendiente por saber si consolida o no una alianza entre PRD y el PAN para la Jefatura de Gobierno.
De ocurrir, la suma de ambos votos podría dar batalla a la anunciada candidatura de Claudia Sheinbaum. Aunque eso significaría que los valores tradicionales del panismo quedarían completamente diluidos en la capital del país, en aras del pragmatismo.
El PRI, cuya presencia también ha sido testimonial desde 1997, tiene la oportunidad de erigirse como una alternativa simpatizante de los valores de izquierda, por lo que no resulta descabellada la opción de tener como abanderado a José Narro Robles, secretario de Salud y figura universitaria muy conocida desde hace tres décadas.
Y, por último, es significativo que en la víspera de su vigésimo aniversario como fuerza dominante en la capital, el PRD cierre filas para la contienda presidencial en torno a Miguel Ángel Mancera, quien quizá pase a la historia como el último de sus jefes de Gobierno que llegó al cargo, por cierto, gozando de una votación abrumadora. Un privilegio del que difícilmente volverá a jactarse el sol azteca.
Si Mancera es candidato presidencial —ya sea por el Frente o sólo por el PRD— se dará, además, la extraordinaria circunstancia de que dos exjefes de Gobierno capitalino estén en la misma puja por llegar a Los Pinos.
Hasta ahora, Cárdenas y López Obrador han intentado alcanzar la Presidencia desde la plataforma del gobierno local, sin lograrlo. Veremos si esta vez alguien consigue cruzar el difícil estrecho político que separa el Palacio del Ayuntamiento del Palacio Nacional.

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