Opinion

Prioridades muy bien definidas

Sixto Duarte/
Analista

2017-11-20

Siguiendo la tendencia de mis compañeros de páginas Carlos Murillo, Francisco Ortiz Bello y Gerardo Cortinas, esta semana el tema a tratar no puede ser otro que la venta de televisiones a $10.99 en una tienda de autoservicio de la capital del estado.
Resulta que, derivado de las ofertas del Buen Fin, este establecimiento comercial dispuso vender algunas televisiones plasma al precio de $10.990, es decir, diez mil novecientos noventa pesos. Algún abusón señaló que las cantidades estaban separadas mediante un punto y no una coma, por lo que exigió se le respetara el precio de diez pesos con novecientos noventa centavos (sic). El argumento fue que la publicidad era engañosa. La tienda finalmente cedió, y vendió las pantallas a diez pesos. Ninguna persona medianamente razonable pudiera decirse engañada por ese precio. El análisis de la situación puede llevarse a cabo desde diversas aristas.
Desde una óptica semántica, gramatical y del correcto uso del lenguaje, la utilización del punto para separar las cantidades es válido, no únicamente para señalar decimales, sino para separar millares. Incluso, la Real Academia Española reconoce tanto el punto como la coma como signos válidos para poder separar millares o decimales. Sugiere incluso, que debería prescindirse de estos signos de puntuación para agrupar las cantidades en grupos de tres números separados por un espacio. Resulta ahora que los clientes y la Profeco son puristas del lenguaje y exigen una coma en donde hay un punto, pues pueden sentirse confundidos.
Desde el punto de vista jurídico, se pudiera argumentar un enorme catálogo de defensas que van desde el error en el precio, hasta la nulidad o la inexistencia del contrato, pues se puede esgrimir que la publicidad no equivale necesariamente a oferta y por tanto no hay aceptación. Pero el tema desde luego que trasciende la óptica jurídica.
Desde una perspectiva lógica, cualquier persona razonable puede entender que es ilógico que una televisión cueste once pesos. Nadie puede decirse engañado, pues once pesos no cubren siquiera el costo de la materia prima de esa televisión.
Desde el aspecto social, se reflejan la rapiña, la ventaja, y el exceso de algunos consumidores. Preocupa que la gente se evidencie de esa manera, pues significa que algo anda muy mal.
En mi opinión particular, la venta de las televisiones a ese precio absurdo es el menor de los males en esta anécdota. Creo yo que debemos de voltear la vista a las enormes implicaciones que esto conlleva. Me parece ridículo que en una sociedad que lee menos de un libro al año y que consecuentemente no sabe escribir bien, haya un pequeño grupo de consumidores que atienden a una interpretación lingüística (errónea, por cierto) para obtener una ventaja inmerecida.
Este capítulo bochornoso evidencia las prioridades de un sector de la población y de la autoridad. En el caso de los consumidores, son varias aquellas que merecen ser enumeradas. La prioridad de obtener una “caja idiota” por encima de cualquier cosa. La televisión ha sustituido al libro, a la convivencia, al diálogo, o al museo como medio de entretenimiento. Aquí se define una de las prioridades del consumidor. Por otro lado, la prioridad de obtener un producto a un precio ridículamente bajo, aunque le cueste el trabajo a quien lo haya etiquetado. Primero es mi derecho a abusar de un precio, que el derecho del trabajador de llevar sustento a su hogar. Igualmente, es primero mi derecho a protestar y atrincherarme en una tienda exigiendo una televisión regalada que exigir al gobierno cumpla su deber. Si con la misma energía que exigieron su tele, la gente exigiera seguridad o la educación gratuita prometida, las cosas empezarían a cambiar poco a poco. Pero hay prioridades.
La Profeco también tiene prioridades. En vez de combatir a las empresas gasolineras que no entregan litros completos, se dedicaron a defender y revestir de forma legal ese abuso. Es evidente que la delegada de Profeco en Chihuahua, conoce las normas del consumidor, pero ignora las lingüísticas.
Hay un dicho que dice que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Hay otro más crudo que dice que “cada pueblo tiene el gobierno que más se le parece”. Los consumidores pusieron en práctica la rapiña, la ventaja, la corrupción y el abuso. No son características propias de los gobernantes, sino de la sociedad, de donde precisamente estos últimos emanan.
sixto.duarte@gmail.com

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