Opinion

El mal fin

Miriam A. Ornelas/
Abogada

2017-11-17

En franca competencia con el comercio norteamericano que celebra las ventas del llamado Viernes Negro, los comerciantes mexicanos han establecido un evento similar que denominan El Buen Fin, donde presumen de realizar un programa con sus mejores precios del año en una semana que aspira a vender en esta ciudad más de 600 millones de pesos.
Eso dicen, pero lo cierto es que nuestro ambiente se satura de publicidad. Las buenas ofertas y los bajos precios brillan por su ausencia en la mayoría de los casos.
Las rebajas en los precios son muy selectivas y precarias. Una buena parte de los consumidores acostumbrados a comparar precios y calidad de los productos en diversas épocas del año, han detectado que los descuentos se dan en muchos casos sobre precios previamente inflados de tal manera que la oportunidad de encontrar una buena oferta viene a ser muy reducida en muchos casos.
Tal parece que nos encontramos ante una campaña puramente publicitaria que alienta a los consumidores a comprar y comprar sin ton ni son. Mercantilismo puro.
En este sentido los ciudadanos deben tener mucho cuidado y revisar comparativamente los precios reales de los productos para no dejarse engañar, pero sobre todo deben tener muy en cuenta que cualquier artículo que realmente no se necesite, por muy barato que se compre, es caro.
La gente no debe comprar al impulso de una campaña publicitaria que muchas veces resulta engañosa; y más cuidado debe observarse cuando estas compras de entusiasmo las realizan por medio de tarjetas de crédito bancarias que cobran las tasas de interés más caras del mercado, de tal manera que muchas veces una oferta, que de por sí misma no lo es, a la postre les resulta más cara y problemática. Lo fiado tarde o temprano debe pagarse.
Al respecto, las autoridades de la Conducef han informado que, curiosamente, después del Buen Fin y de las épocas navideñas las demandas por retrasos en el pago de tarjetas de crédito aumentan significativamente debido a que los usuarios del plástico crediticio se ven imposibilitados para cumplir con los compromisos de amortización adquiridos.
Lo prudente es abstenerse de gastar por impulso y cuidar su aguinaldo y los ahorros que tantos trabajos les han costado ganar y juntarlos para invertirlos en cosas que realmente sean necesarios para la vida cotidiana o bien liquidar otras deudas atrasadas que les permitan sanear sus economías de frente a las famosas cuestas de enero.
Una economía sana es el mejor regalo de tranquilidad que se le puede dar a una familia porque quien gasta en lo innecesario tarde o temprano tendrá que vender o prescindir de lo indispensable.
La recepción de los fondos de ahorro y de los aguinaldos debe servir a las familias para equilibrar su balanza de pagos doméstica y no como un elemento de dispendio o derroche. Debe servir para dar solidez económica a la célula familiar y no para desajustar sus economías puesto que, como es natural, se espera en el próximo año un aluvión de aumentos en los costos de la canasta básica y otros insumos, productos y servicios que sí son muy necesarios para la vida familiar.
Lo deseable sería que el buen fin no se convierta en el mal fin de su estabilidad económica. Eso depende en mucho de la sensatez al gastar o invertir nuestros recursos económicos extraordinarios que muchos recibimos en estas fechas. De la gente que no recibe estos ingresos pues no tiene caso ni hablar y menos de aquellos que por su posición en la sociedad se ven en la necesidad de pagar prestaciones por lo que, en vez de recibir recursos, los tienen que pagar, ellos deben ser más cautos que todos.
En estas épocas deben imperar la prudencia y el sentido común y no adquirir deudas superiores a nuestra capacidad económica porque el que amanece con descuidos y derroches generalmente se acuesta con desesperación y deudas gravosas. Hay que tener el carácter para resistir las malas tentaciones de este buen fin.

anelornelas@hotmail.com

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