Opinion

Ciudad poco lista

Pascal Beltrán del Río/
Analista

2017-11-16

Barcelona.– Desde hace seis años, la Fira, el muy exitoso recinto de congresos y exposiciones, celebra el encuentro mundial de ciudades inteligentes.
El concepto de Smart City, como se denomina en inglés, no se refiere sólo al uso de la tecnología –como se podría suponer por el vocablo en castellano–, sino a la promoción de condiciones de vida sustentables en las urbes.
La ciudad inteligente es, entonces, no sólo un lugar bien conectado, que emplea herramientas tecnológicas para facilitar y volver más agradable la vida de sus ciudadanos, sino una ciudad inteligente en el sentido más amplio de la palabra. Ciudad lista, podríamos traducir.
Con más de 700 urbes representadas en esta ocasión, la séptima Smart City Expo World Congress, curada magistralmente por Pilar Conesa, es un lujo para la vista.
Los distintos pabellones –que representan lo mismo a países, regiones, ciudades y empresas– presumen las soluciones a necesidades de movilidad, hábitat, energía, agua y otras de las que ya disfrutan o disfrutarán pronto millones de personas en distintas partes del mundo.
Tuve la oportunidad de detenerme en los pabellones de Nueva York, Tokio, Estambul, Tel Aviv, Ámsterdam, Taipei, Madrid, Chicago, Moscú, Dubai y Berlín. Y, por supuesto, en el de la anfitriona, Barcelona.
En todos ellos encontré algo que me llamó la atención. Como lo que me contó el alcalde de la localidad costarricense de Curridabat, que ha sido llamada “la ciudad dulce” por las aportaciones que ha hecho para cuidar de la polinización de la flora urbana. “Los colibríes son nuestros jardineros”, me comentó el munícipe, Édgar Mora Altamirano.
Quizá usted se esté preguntando por qué no pasé por el pabellón de la Ciudad de México, con sus grandes letras CDMX en color rosa.
Le prometo que lo busqué, con ganas de encontrarlo.
Pensé que estaría al lado del de Santiago de Chile o del de Montevideo, ciudades, por cierto, bien representadas en la expo.
Tuve que recurrir a Manuel Redondo, principal promotor de la Alianza Smart Latam, la plataforma que alienta transformaciones urbanas y territoriales en América Latina.
“La Ciudad de México no está representada en la exposición”, me informó Redondo. Estaba yo a punto de exclamar “¿pero cómo!”, cuando me acordé que la capital mexicana no tendría nada que presumir al mundo en un foro así.
Quizá es mejor que no haya estado porque sus aportaciones al modo de vida sustentable –no lo digo con gusto– son francamente nulas.
La CDMX es el modelo de ciudad que critica el alcalde Mora: “Las urbes ocupan 2% de la superficie del planeta y chupan los recursos naturales sin aportar nada bueno al medio ambiente”.
Eso, duele decirlo, es la Ciudad de México.
Lo que de bueno tiene es por sus habitantes y no por sus autoridades (surgidas de varios partidos políticos, vale la pena apuntar).
El que millones de capitalinos salgan simultáneamente a las calles y no ocurra una tragedia es un testimonio de la capacidad de los habitantes de la ciudad de convivir con el caos sin que se les zafe una tuerca y empiecen a agarrarse a trancazos.
La Ciudad de México –se los dice alguien que vive en ella desde 1973– es cada vez más un lugar donde uno vive por necesidad que por gusto.
¿O qué traeríamos a una exposición como la de Barcelona? ¿Una unidad del Metrobús que echa humo para pararla al lado del autobús híbrido barcelonés, de la flotilla “més neta” (más limpia) de Europa?
Parte del problema es carecer de un área de planeación citadina administrada por expertos.
Por ejemplo, ¿quién dirige la Agencia de Gestión Urbana de la CDMX? Jaime Slomianski Aguilar, a quien no tengo el gusto de conocer, pero cuyo currículum lo pinta como un burócrata de la procuración y administración de justicia.
Otras ciudades han puesto esa posición en manos de técnicos especialistas, como Nueva York, que atrajo a un experto, con muchos éxitos en materia de transporte en San Francisco, para ocupar el cargo de Chief Technology Officer, responsable del tema Smart City.
En entrevista para Imagen Radio, pregunté a Miguel Gamiño –uno de los cien latinos más influyentes de Estados Unidos– cuál era la clave para que una ciudad se vuelva inteligente (es decir, lista).
“Es muy sencillo –me dijo–, preguntar a los habitantes qué necesitan y encontrar la manera de hacerlo realidad”.
¿A usted, habitante de la Ciudad de México, le han preguntado alguna vez qué haría mejor o más llevadera su vida en la capital? ¿Cree que a los próximos candidatos a jefe de Gobierno les importe?

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