Opinion

Los animales urbanos

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2017-11-15

Esto de proteger animales urbanos es toda una odisea. Se requiere tiempo, recursos, paciencia y un optimismo a prueba de un mundo en contra. Por eso mi respeto y admiración a las personas que, de una u otra manera, contribuyen a una comunidad más incluyente en donde también se tome en cuenta el bienestar de las especies de compañía o de trabajo sin las cuales, bueno, la historia de la humanidad no sería la misma.
Quienes ofrecen techo, alimento y cuidados a las mascotas abandonadas o a sus crías mientras promueven su adopción en hogares responsables no sólo están brindando atención a perros —la mayoría perros— callejeros que de otra manera deambularían en insalubres condiciones de abandono, sino nos recuerdan nuestra responsabilidad social hacia las especies domesticadas.
Algunas personas consideran que los animales saben cuidarse solos. Yo tengo mis dudas. Definitivamente perros, aves o gatos —las mascotas locales más comunes— siguen mejor sus instintos que el ser humano, pero en ciudades como Juárez casi todos los animales de compañía son mamíferos o pertenecen a especies cuidadas tradicionalmente por su madre durante un tiempo. Eso quiere decir, en otras palabras, que de vivir en el mundo silvestre serían educados hasta poder valerse por sí mismos en su entorno natural.
En su entorno n-a-t-u-r-a-l, no en una mancha urbana diseñada para gente que vive aislada en el interior de construcciones de cemento y se traslada en vehículos motorizados aparentemente lo más alejada posible de la Naturaleza. En un mundo así pocas posibilidades tienen los animales domésticos que van a dar a las calles. No sólo no es su hábitat natural, pues con frecuencia son separados demasiado jóvenes de sus madres y acostumbrados a una alimentación y hábitos imposibles de reproducir por sí mismos.
Cierto, mantener un animal de compañía cuesta. Implica, a largo plazo, cuidados casi siempre por momentos difíciles de realizar aun para personas con la mejor disposición. Se llega a carecer de tiempo, o de presupuesto, o de espacio, o de apoyo, o de salud. Se cambia de actividad, domicilio, prioridades, estado civil. Mientras tanto, esa mascota sigue dependiendo de nosotros. 
Además numerosas personas adquieren animales con expectativas poco realistas o por las razones equivocadas, sin informarse sobre la responsabilidad que implica ni tomar en cuenta las necesidades —características siquiera— del espécimen elegido como animal de compañía. El resultado es desencanto, frustración y negligencia, cuando no franco maltrato. ¿Quién no ha tenido conocimiento de alguna mascota que pasa la vida entera atada o encerrada sola? No creo necesitar describir a un can con el pelaje —un pelaje hermoso si fuera lavado y peinado regularmente— sucio, enmarañado.
Por eso no extraña la presencia de animales abandonados. Carecemos de una cultura que valore la aportación de las especies de compañía. No hemos desarrollado, menos aun, una tenencia responsable de las mascotas.
Por lo general las autoridades se limitan a realizar campañas periódicas de vacunación y a recoger y sacrificar animales callejeros. La sociedad civil, entonces, prácticamente es la única que asume el reto de promover la tan necesaria cultura de atención animal: informar, ofrecer servicios de esterilización a bajo costo, dar albergue, buscar hogares, proponer leyes y ejercer acciones penales.
Los resultados empiezan a hacerse patentes —¡bien por la nueva escultura al perro callejero!—. Sin embargo, la mayoría de los activistas a favor de los derechos de los animales trabajan por su cuenta y con recursos muy limitados, imposibilitados para cubrir la demanda sin fin. La labor de albergues presuntamente temporales, en particular, presenta un elevado rezago crónico. Sin extensos programas bien financiados y reglamentos de aplicación firme es el cuento de nunca acabar.
Si deseamos abatir los problemas de salud que constituyen los animales callejeros, si aspiramos a desarrollar lazos más satisfactorios con la Naturaleza, si esperamos aprender a convivir sin violencia, no podemos ignorar nuestra relación con las mascotas.
Ya lo dijo Gandhi: “una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”.

ceccastaneda@hotmail.com

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