Opinion

¿Feliz? ¡Navidad!

Carlos Irigoyen/
Analista

2017-11-09

Estamos en lo que se percibe claramente como el último suspiro del año; y no sé si la gente ya no quiere queso, sino salir de la ratonera; el año que se está yendo ha sido rudo con México.
Dos temblores trastocaron al país. El primero de ellos desoló la región del Istmo de Tehuantepec y el otro a la capital de la República. Ambos temblores mas allá de todos los daños materiales y del número de personas que murieron, alteró para siempre la confianza de toda una nación. Favor de no confundir la confianza con solidaridad, esa misma que se desbordó para darle la mano al caído y que hoy con mucho recelo advierte que en esos lugares la ayuda no ha fluido como se pudiera pensar, eso es asunto de confianza.
Un término que en la Real Academia Española se cita como esperanza, seguridad, ánimo, aliento, vigor, familiaridad, pacto, convenio o dicho de una persona. El resultado de la pérdida de confianza a nivel ciudad puede derivar en una anarquía y luego entrar en un estado de necrosis social con altos índices de desempleo, índices de violencia muy altos, robos, asaltos, extorsiones entre otras acepciones.
Nuestra ciudad está enfrentando tantas carencias y retos en su composición social, la violencia sigue siendo una realidad que muerde y mutila el desarrollo social y el andamiaje económico se cimbra ante un 2018 con sumo nerviosismo. Y es que uno de los factores más decisivos en cualquier desarrollo humano, social, político, económico; cualquier impresión debe llevar consigo una característica llamada confianza.
Y pues bueno, cómo decirle que habría que llamar a Locatel o al servicio comunitario para hacer el anuncio de que la confianza está extraviada en muchas cosas, situaciones, que por la falta de confianza y ética provocan el surgimiento de premisas que enjuician, vilipendian y denigran sólidos argumentos para lograr ofrecer condiciones que permitan una mejor calidad de vida.
En un abrir y cerrar de ojos Navidad ya está aquí, la etapa en la que al consumidor local le sobran ilusiones de consumo y le faltan chelines para hacer de esta Navidad un e$pacio de convivencia acompañado por regalos y cenas.
¿Cómo fondearán este año los juarenses los regalos de la temporada? ¿Con qué ojos divina tuerta?
Aquella frase pueril de una campaña de Profeco “regale afecto no lo compre”, es inoperante ante la cultura comercial de nuestro país que busca con cualquier detallito demostrar ese “afecto”. Pero, hoy en día la frase suena muy atractiva por las condiciones que vivimos, hay una falta de confianza tan acentuada que bien pudiera ser el regalo de Navidad que como sociedad e individuos pudiéramos pedir. ¿Y para que la queremos pedir? Hay varios y diversos usos.
Confianza para sacar adelante nuestros propios proyectos, para convencernos de ser mejores personas porque así podremos ser mejores ciudadanos.
Confianza para saber que nuestro trabajo lo desempeñamos de manera profesional y detallada, que será bien remunerado y vencer la hueca grandilocuencia de aquella frase lapidaria “hago como que trabajo porque hacen como que me pagan”.
Confianza para creerle a los políticos que participarán el año que viene en las elecciones. La ciudadanía estamos hartos de que vendan humo y justificaciones, “obras son amores y no buenas razones”.
Confianza para creer que los proyectos de las autoridades gubernamentales tienen una buena intención para sacar adelante nuestra ciudad. Que no son consecuencia de “la diarrea verbal y el estreñimiento intelectual”. Que hay proyectos en los cuales como sociedad tenemos y debemos de ocupar un lugar.
Confianza para sentir que la ciudad tiene un buen futuro, con proyectos de inversión que generen innovación y desarrollo en todos los niveles. Que no haya fuentes de trabajo para que la gente tenga una entrada para mal pasarla, o donde nuestros jóvenes encuentren puertas fáciles a los vicios o el adulto mayor se sienta inútil.
Confianza para saber que nuestros modelos educativos forjarán las nuevas generaciones con valores muy firmes como la honestidad, la disciplina, el respeto, el amor por sí mismo, el amor al prójimo, la misericordia. Que la vocación de ser profesor no sea rebajada a ser una actividad porque no hay algo más en qué trabajar, sino que un profesor puede y debe modificar los patrones de aprendizaje y comportamiento de toda una sociedad.
Confianza para saber que tengo una aspiración legitima de desarrollarme como persona en un entorno que como mínimo me ofrece seguridad y en el cual puedo llevar a cabo mis actividades de una manera tranquila, que el Jesús en la boca sea para otras cosas y no para los sobresaltos propios de la incertidumbre.
Así que hoy sí, no voy a comprar afecto; lo único que quiero como regalo de Navidad es que Santa Clos, El Niño Dios o quien usted crea que lo haga nos traiga a todos  raudales de confianza.

cirigoyen@itesm.mx

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